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Curso 2004/05
Sociología, complemento de formación.
Licenciatura en Criminología





Tema 8. Estratificación social

8.1. Concepto y sistemas principales

Toda una rama del conocimiento sociológico está dedicada a analizar las cuestiones de la desigualdad social, se trata del estudio de la estratificación social, es decir, de la desigualdad social basada en el privilegio y la distribución irregular del poder político, económico y cultural.

Son los distintos segmentos o estratos, en que una sociedad determinada se encuentra dividida. Hay distintos estratos porque hay distintas situaciones sociales. Así el concepto de estratificación está íntimamente ligado al análisis de la desigualdad social. Es un concepto importantísimo en sociología, porque da lugar a las situaciones de jerarquía y de subordinación, es decir, a niveles que tienen diferentes protagonismos o papeles en la vida social.

Podemos definir la estratificación social, como el proceso mediante el cual una sociedad queda divida en estratos cuyos miembros comparten un gran parecido de prestigio, de propiedad y de poder que es distinto al de los demás.

El hombre de estrato es genérico, por lo que a veces, la manera de referirnos a una sociedad concreta la sustituiremos por el tipo predominante de estrato. Así, por ejemplo, al hablar de la India nos referimos a ella como la sociedad de castas, o al referirnos a la sociedad europea medieval la denominamos sociedad estamental, o al referirnos a la sociedad industrial del siglo XX nos referimos a la sociedad de clases.

Los sistemas de estratificación con que nos encontramos en la sociedad varían considerablemente, e incluso hasta en el interior de cada uno de ellos se pueden observar diferencias. El principio, podríamos considerar la existencia históricamente, de cuatro sistemas de estratificación, (excluyendo el sistema de estratificación de las sociedades primitivas):

Sistemas de estratificación:

1. Despótico oriental: es el sistema de estratificación característico de los grandes imperios de explotación hidráulica, en cuyo seno, el sistema de rangos, de jerarquías y estratos se mide en relación con el poder político o con la proximidad del poder político. Existirían dos estratos fundamentales:
-los individuos cercanos al aparato político

-y los otros, aquellos que no tienen una relación estrecha con el aparato político (ajenos al aparato político)

La vida de ese tipo de sociedades estaba dominada por los miembros del primer estrato y la inmensa mayoría de la gente, que formaba parte del segundo estrato se hallaría en estado que podríamos considerar próximo a la semiesclavitud. Este sistema de estratificación es característico de los imperios inca, egipcio y chino.

2. De Castas: es el sistema de estratificación cerrado (compuesto por secciones cerrada de población), la jerarquía de la casta es endógena (se reproduce en sí misma), hereditaria y va estrechamente unida a la estructura ocupacional de la sociedad, tiene sanción religiosa. El sistema de castas en principio establece cuatro castas principales, pero en realidad importa la subcasta de la que existen en la India aproximadamente unas 2000. El sistema social se organiza en función de la pertenencia a una u otra casta.

3. Feudal o estamental: este sistema de estratificación es típico de la Edad Media europea o Japón (ha perdurado hasta la llegada del siglo XX), tiene una sanción jurídica, no religiosa, (aunque puede existir también algunas veces una sanción religiosa), es también un sistema cerrado, pero no tan fuerte como el de las castas. En este sistema, existe un cierto grado de intercomunicación, (posibilidad de pasar de un estado a otro). Es un sistema de vasallaje. El principio los estamentos eran tres:
- nobleza

- clero

- estado llano

- campesinado, en algunas sociedades concretas podríamos añadir este cuarto
4. De clases: aquí se carece en principio de sanción jurídica religiosa, su base es fundamentalmente económica. Históricamente está ligada al desarrollo del capitalismo, aunque podríamos señalar que también el factor político, como distribuidor de poder y autoridad es muy importante en su desarrollo. En el sistema de clases, la distribución de poder y la influencia las creencias ideológicas y religiosas forma también parte del conjunto de desigualdades. En cualquier caso hay que señalar que la división económica del trabajo y el reparto de la propiedad privada son los factores más señalados para determinar la clase de los individuos, es decir, que según el lugar que se ocupa en el sistema de producción y de consumo perteneceremos a una clase determinada.

8.2. Problemática de la desigualdad social

1. Multidimensionalidad de la desigualdad social: se trata de que cuando analizamos los sistemas de estratificación las diferencias sociales venían dadas de manera unidimensional, en realidad no hay una sola dimensión causante de la desigualdad social porque a la diferenciación vertical nos encontramos diferencias horizontales, es decir, en el interior de cada estrato del sistema de estratificación, existen diferencias de grupo por pertenencia una institución con su jerarquía interna, etc.. Es decir, como mínimo la desigualdad social es por lo menos bidimensional y a veces habría que añadir al menos otra dimensión, es la del poder, el poder que surge en el seno de todos lo grupos y que establece jerarquías de autoridad, de mando y obediencia haciendo velar esa igualdad social, al menos un fenómeno tridimensional que tendría tres componentes:
- la clase a la que se pertenece

- el status que tenemos dentro esa clase

- y el poder que ejercemos

2. Influencia del modo de producción: la importancia del modo de producción en la división del trabajo y en sus relaciones con el régimen político. El modo de producción corresponde al sistema social determinado (capitalista o comunista).

3. Reproducción social: no sólo el modo de producción, las clases dirigentes, son quienes mantienen un orden social determinado, sino que a través del tiempo existe una tendencia de todos los estratos a reproducirse. Los estratos se reproducen a través del proceso de socialización, de generación en generación, de tal manera que el hijo de campesino sea campesino, en del banquero será también banquero, etc., por tanto, la reproducción de la clase a la que se pertenece, es un factor muy importante en la dinámica de cambio y de estabilidad social.

4. Heterogeneidad socio estructural: significa que ningún sistema de desigualdad de los que hemos hablado aparece en estado puro en las sociedades concretas.

Cuando por ejemplo observamos una sociedad a la que llamamos clasista podemos decir, que presenta características de una sociedad capitalista y burguesa, pero con ello en realidad habremos dicho muy poco. Nos tenemos que aproximar de otra forma a ella. Conociendo el tamaño de sus clases medias, el porcentaje de obreros cualificados sobre los que no lo son, su población campesina y urbana, incluso tenemos que ser conscientes que dentro una sociedad determinada deben de haber varias estructuras sociales. Ejemplo, la sociedad española.

Dentro una misma estructura social existen diferencias importantes o varias estructuras. Ejemplo, diferencias entre estructura social andaluza y la extremeña.

Las clases sociales

Una clase social es un agregado de individuos, con el mismo poder, mismos ingresos, mismas propiedades y ocupaciones similares o de alguna manera semejantes, dentro del sistema general de desigualdad de una sociedad. La clase social viene determinada sobre todo por la posición que la gente ocupa dentro de la división general del trabajo, por sus recursos económicos y por su poder el seno de la sociedad.

Las clases sociales, son los estratos característicos de las sociedades modernas e históricamente nacieron con el capitalismo, el cual acabó con el anterior sistema de estratificación, "feudal o estamental".

Por lo que podríamos concluir, que las clases sociales como ya lo definía Marx, son colectividades creadas fundamentalmente por el modo de producción capitalista.

Marcel Mauss
Nos dice que dada la complejidad del concepto de las clases sociales que eran un fenómeno social total, es decir, un fenómeno social que incluía todas las dimensiones posibles de lo social, es decir, incluye cuestiones políticas, religiosas, económicas, culturales, psicológicas como ideológicas, por eso podemos también clasificar las en función de sus características:
1.- Así, podríamos decir que las clases están legalmente abiertas, pero que en realidad son semicerradas.

2. - Las clases son antagónicas entre sí (se oponen los intereses de una clase a otras).

3.- Las clases son solidarias para con sus miembros.

4.- Las clases están se semiorganizadas, pero carecen de organización formal como tales clases.

5.- Las clases son semiconscientes de su propia unidad y existencia, salvo momentos de crisis social o para algunos grupos concretos de individuos.

6.- Son características de las sociedades occidentales modernas del siglo XX.

7.- Las clases sociales están unidas por lazos económicos y ocupacionales de consumo, del poder político y acceso a la educación.

Cuando decimos, que las clases son estratos semicerrados, nos referimos, a que la posibilidad de que los individuos accedan a las clases superiores no es fácil por eso, la endogamia, es uno de los fenómenos que indica la relativa cerrazón de toda clase, así como las íntimas relaciones que existen entre las clases y la familia.

La endogamia es una práctica social típica de las clases sociales.

Las clases antagónicas, significa que las clases se oponen entre sí, Marx, "lucha de clases" para que existan clases altas tienen que existir bajas.

Los miembros de una misma clase social mantienen una cierta solidaridad de clase entre los miembros de la misma clase.

Las clases están semiorganizadas, hace referencia a la poca organización de clases, pero en situaciones de crisis en lo contrario. Las clases altas son aquellas que probablemente tienen más conciencia, más sentido de solidaridad y más organización formal.

Las clases se reproducen también a sí mismas, en realidad jurídicamente uno puede cambiar de clase pero en realidad no es así.

Cada clase social desarrolla un estilo de vida diferente también cierto folclore que las diferencia, por ello decimos que la clase alta tiene un cierto refinamiento, o que la clase pequeño burguesa nutre intelectuales. Las clases pueden crear una subcultura de clases, una cultura que les diferencie (idiosincrasias).

8.3. Conciencia de clases

Podríamos medir las clases sociales en función del nivel de ingresos, del nivel de instrucción, capacidad de gasto, los bienes culturales que atesora, conducta moral, elección electoral. Por lo general podríamos aproximarnos a la estructura y movilidad de las clases diciendo que un mayor nivel de desarrollo, implica mayor posibilidad de movilidad.

Frente a la condición objetiva, a como es realmente, cual el la situación física y económica de una clase, podemos valorar si existe una conciencia colectiva, que implica la percepción que los miembros tienen de su propia clase y de las demás, esta conciencia colectiva de sí misma, es más o menos intensa según los casos, si es muy intensa, se le puede denominar "conciencia de clase", y es en este sentido en el que Marx, atribuyó a esta expresión.

La "conciencia de clase", es el sentimiento intenso de pertenencia a una clase. Según Marx, la conciencia de clase, es la transformación de los intereses objetivos de una clase social en intereses subjetivos (en decir, cuando yo, transformo esos intereses de mi clase y los hago míos).

La conciencia de clase, es un elemento fundamental en la lucha de clases. Para que haya una lucha de clases (conflicto) se debe tener un grado amplio de conciencia de clase.

8.4. Movilidad social y teoría de las elites

Decimos que hay movilidad social horizontal, cuando alguien, un individuo, cambia en la estructura social sin cambiar de clase. Se llama movilidad vertical cuando ese cambio de posición implica un cambio de status, y ésta puede ser también dentro de la misma clase. Puede ser de una clase a otra hacia arriba "ascendente" o al contrario, puede ser de una clase a otra hacia abajo "descendente".

Aquellas sociedades más desarrolladas tecnológicamente, tienen más volumen o capacidad de movilidad. Cuanto más retrocedemos hacia atrás en el tiempo, menos posibilidad de movilidad había.

Las causas de la movilidad, pueden ser muy diversas, depende fundamentalmente de la estructura económica de la sociedad, pero también depende de los valores.

Hay sociedades que incentivan la movilidad social en mayor grado, valorando el esfuerzo, la capacidad, etc., y otras que por el contrario promueven la tradición, etc..

Factores que inciden en la movilidad:
- A más educación, mayor movilidad

- El poder político, pueden promover más o menos la movilidad social
Elites sociales

Es el grupo de personas que ocupan una posición de privilegio o dominante porque poseen los índices más altos en su especialidad (no confundir con los grupos dominantes). Se le reconoce que en su especialidad es el mejor.

La teoría de las elites parte fundamentalmente de los autores italianos del siglo XIX al siglo XX (V. Pareto) y (G. Mosca). Estos autores son importantísimos porque su filosofía política dio lugar al nacimiento del fascismo, que fue una ideología con una fase de nacimiento desarrollo y caída durante el siglo XX.

Ellos elaboraron la teoría de la elite viendo como en cada especie, en cada ocupación hay unos individuos más hábiles, más capaces que destacan sobre los otros y que se convierten en las elites.

Pareto añadía que compartía con Mosca, que socialmente eso debiera significar que sobre esos individuos deberían de recaer las mayores responsabilidades en la organización social, porque son individuos que se distinguen por su talento y por su capacidad de organización y en razón de esas superioridad, debiera dárseles la dirección de las masas. Y dice que eso es algo natural, inevitable e intrínsecamente bueno, en el sentido de deseable.

Otro sociólogo alemán, Michels (finales siglo XIX y principios XX), se dedicó al estudio de las organizaciones obreras y de los partidos políticos y observaba que en todas las organizaciones el poder tiende a caer en manos de unos pocos, de grupos reducidos, que conforme esas organizaciones y especialmente las que él había estudiado (movimientos obreros), adquirían complejidad, la necesidad de liderazgo se convertía en una necesidad que presiona cada vez más la existencia de liderazgos. Por que en esas organizaciones ya complejas, la toma de decisiones por la totalidad de sus miembros se hace imposible, entonces lo líderes que han sido elegidos por sus talentos personales y su capacidad de organización toman el mando, y por lo tanto, toman las decisiones, en decir, que se produce una concentración de poder en manos de unos pocos.

Dice Michels, que esa elite dirigente, ya instalada, en primer lugar tiene como primer objetivo, preservar su posición de privilegio convirtiéndose así en un grupo conservador, que no asume riesgos que puedan poner en peligro esa posición de privilegio.

Según, esto resulta obvio en los movimientos políticos radicales exitosos, las revoluciones son poco menos que el reemplazo de una elite por otra. Para Michels quien dice organización dice oligarquía. A esta teoría la llamó "la ley de hierro de la oligarquía ".

Otro sociólogo norteamericano llamado C. W. Mills, lo que nos decía, es que en Estados Unidos existía una elite dirigente que estaba formada fundamentalmente por líderes militares, por funcionarios del gobierno y por altos ejecutivos de las empresas norteamericanas.

Lo que decía Mills, es que esté grupo reducido de personas es quien toma las decisiones, en Estados Unidos y toma tanto las decisiones que afectan a la vida cotidiana de los norteamericanos, como aquéllas, sobre todo, que tienen que ver con la guerra y la paz. Y decía que había un trasvase continuo de funcionarios que pasaban a ejecutivos de empresas, ejecutivos de empresas que pasará responsabilidades de gobierno y de militares que pasaban a otro tanto de lo mismo. Es decir, hay una especie de rotación de generales que se convierten en ejecutivos, ejecutivos que se convierten en admirantes, políticos disfrazados de admirantes y ejecutivos que parecen políticos.

Mills, decía, que ésta era una tendencia que con el paso del tiempo se iría acentuando.

Es decir, una cierta mescolanza de personas de grupos reducidos, tiene en sus manos la toma de decisiones que afectan al pueblo norteamericano y como mayor potencia del mundo, toman decisiones que afectan a todos.

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Anexos al capítulo 8


Estratificación social

El 10 de abril de 1912, el trasatlántico Titanic abandonó el puerto de Southampton con destino a Nueva York. Este sería su primera y última travesía. Símbolo orgulloso de la nueva era industrial, el barco transportaba 2300 pasajeros, algunos de los cuales disfrutaban de un lujo que la mayor parte de nosotros no podemos siquiera imaginar. Por contra, centenares de pobres inmigrantes se apelotonaban en las cubiertas, con la esperanza de empezar una nueva vida en Estados Unidos.

A los dos días de comenzar la travesía la tripulación recibió un mensaje por radio en el que se le advertía de la proximidad de icebergs, pero el mensaje fue desatendido. Era cerca de medianoche y el buque surcaba tranquilamente las aguas del océano cuando uno de los vigías vio aterrorizado que de la oscuridad del mar, y justo enfrente, emergía una enorme mole. Instantes después el Titanic chocó contra un iceberg casi tan alto como el mismo barco. Con la misma facilidad con la que abrimos una lata de conservas, el bloque de hielo abrió pocos minutos un enorme boquete a estribor del barco.

El agua comenzó a entrar en los pisos inferiores del barco, y en 25 minutos los pasajeros ya estaban apelotonados en cubierta tratando de hacerse un hueco en los botes salvavidas. A las dos de la madrugada la parte delantera del Titanic se encontraba ya sumergida y la hélice se levantaba por encima de las aguas. Cientos de pasajeros pasaron sus últimos minutos agarrados a cubierta, antes de que el buque se hundiera definitivamente las frías aguas del Atlántico Norte (Lord 1976).

La trágica muerte de 1600 pasajeros fue una noticia que conmocionó al mundo. Pero si analizamos la catástrofe del Titanic desde una perspectiva sociológica, podemos ver que las posibilidades de supervivencia no fueron las mismas para todos los pasajeros. Como correspondía a la caballerosidad de la época, las mujeres y niños fueron los primeros se introducirse en los botes, de modo que el 80% de los que perecieron fueron hombres. La clase social tuvo también parte importante. Más del 60% de los pasajeros de primera clase consiguieron salvarse, entre otras razones porque se encontraban en las cubiertas superiores donde se dio primero la voz de alarma y donde los botes salvavidas eran más accesibles. Por contra, sólo el 36% de los pasajeros de segunda clase, y el 24% de los de tercera sobrevivieron al desastre. En el Titanic la clase determinó, algo más que la comodidad de la que se disfrutaba a bordo: determinó la probabilidad de vivir o morir.

¿Son los pobres culpables de su propia condición?

En las regiones ricas de la tierra (Europa y Norteamérica) existen decenas de millones de pobres y esto da lugar a algunas preguntas. Es cierto, como algunos analistas se encargan de recordarnos, que muchos de los que en los países de esas regiones están registrados oficialmente como pobres tienen un mejor nivel de vida que los pobres de otros países (en Estados Unidos, por ejemplo, el 40% de las familias pobres son propietarias de su vivienda y el 60% tiene automóvil -Jenkins, 1992). Pero también es cierto, como se señaló antes, que la malnutrición y el hambre están bastante extendidos junto con la violencia, la enfermedad y una serie de problemas que acompañan a la privación económica. Vamos a examinar a continuación dos formas de pensar acerca del problema de la pobreza en los países ricos y sobre las que se ha originado un intenso debate.

La culpa es de los pobres: ciclos de privación y cultura de pobreza

la primera perspectiva se fundamenta en la siguiente premisa: los pobres son los principales responsables de su situación de pobreza. Desde la creación de la Leyes de Pobres en Inglaterra, muchos de los que han reflexionado sobre este problema ha distinguido dos tipos de pobres: los pobres "víctimas" y los pobres "culpables". En la creencia de que la posición social depende principalmente del talento y del esfuerzo individual, esta perspectiva defiende que las sociedades industrializadas ofrecen suficientes oportunidades para salir adelante a cualquier persona capaz y con ganas de aprovecharlas. De acuerdo con este razonamiento, los pobres son aquellos que no pueden o no quieren trabajar, que están menos cualificados, peor educados, o que simplemente carecen de motivación. Aunque algunos pobres (tradicionalmente, las viudas, los huérfanos, y los incapacitados) pueden ser considerados "víctimas", el razonamiento anterior nos llevaría a condenar al resto responsables de una u otra manera de su destino y, así, "culpables".

Dentro de esta misma forma de ver las cosas cabe una interpretación diferente. En concreto, algunos argumentan que existe algo así como una cultura de la pobreza, que lí

Derechos humanos

Abolir la pobreza no es una utopía

Pierre Sané

El autor analiza las vías que se debaten para acabar con la pobreza en el mundo, señala los problemas de muchos de esos planteamientos y explica la alternativa que la UNESCO considera más viable.

Sean conscientes de que la persistencia -e incluso la agravación- de la pobreza constituye la característica más sorprendente de nuestra civilización, que se han mundializado en pos de un afán de prosperidad sin precedentes. Esta característica no sólo es un fenómeno masivo que afecta a una persona de cada dos, sino que además es una realidad que se va extendiendo, porque la inmensa mayoría de los 2000 a 3000 millones de seres humanos que se van a sumar a la población mundial antes del final del siglo se verán expuestos a la miseria. Asimismo, esta realidad pesa sobre el medio ambiente y los equilibrios del mundo, de tal manera que muchos se alarman.

Por eso, a la hora de establecer los objetivos de desarrollo para el milenio, las Naciones Unidas se han fijado como primer objetivo reducir a la mitad en los próximos quince años el número de personas que viven en la extrema pobreza. Este planteamiento, aunque es sumamente loable de por sí, no pone término a la cuestión de la miseria. En efecto, ese objetivo no se alcanzará fácilmente, y en el supuesto de que se alcance, el problema inicial seguirá intacto: ¿Podemos seguir tolerando que perdure la pobreza?

Es menester plantearse la cuestión en términos muy diferentes. Mientras se siga abordando la pobreza como un déficit cuantitativo natural -o incluso cualitativo- que es preciso subsanar, no se logrará galvanizar la voluntad política necesaria para deducirla. El pauperismo sólo se acabará el día en que se reconozca que la pobreza constituye una violación de los derechos humanos y en que, por consiguiente, se declare su abolición. Veamos el porqué y el cómo.

Si se define en términos relativos, la pobreza es inagotable e inmensurable porque nos vemos obligados a la vez, a aceptarla indefinidamente y agotar en balde recursos para reducirla sin cesar. Este planteamiento relativista sólo puede establecer un umbral arbitrario de pobreza, fijado como un horizonte artificial y ficticio, que es indefendible. En efecto, cabe preguntarse qué significado tiene un umbral de $1 o dos por día y sobre todo, a santo de qué tendríamos que aceptar un límite semejante. Lo que caracteriza básicamente la pobreza no es un nivel de ingresos ni unas condiciones de vida, sino la negación de la totalidad o de una parte de los derechos humanos de los que en ella misma es causa y efecto a un tiempo.

De las cinco categorías de derechos fundamentales -civiles, políticos, culturales, económicos y sociales- que en la Declaración Universal de Derechos Humanos se proclaman inherentes a la persona humana, la pobreza viola los últimos, siempre los penúltimos por regla general, los terceros con frecuencia y los primeros y segundos a veces. Y a la inversa, la violación sistemática de cualquiera de esos derechos trae consigo rápidamente la pobreza. En 1993 la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena ya adimitió la existencia de un nexo orgánico entre la pobreza y la violación de los derechos humanos.

Ahora bien, esos derechos son imprescindibles e indisociables. Su violación representa una atentado radical contra la dignidad humana en su conjunto y no un mero inconveniente soportado por remotos semejantes nuestros. Por consiguiente, es preciso poner un término a esa violación, y este imperativo se traduce por algo muy sencillo: hay que abolir la pobreza.

Aunque esta formulación pueda prestarse a la mordacidad de quien la considere ingenua, sería una equivocación de forma y de fondo ironizar sobre ella. Error de forma, porque la cuestión no se presta en absoluto a sarcasmos, ya que las angustias, la miseria y el desamparo y la muerte, que forman el cortejo del pauperismo, deberían también avergonzarnos. Y error de fondo sobre todo, porque la abolición de la pobreza en verdaderamente el único punto de apoyo posible de la palanca imprescindible para vencer el pauperismo.

Esa palanca la constituyen las inversiones, la reformas y las actividades necesarias para suprimir las carencias de todo tipo que integran la pobreza. Afortunadamente, la humanidad cuenta hoy con los medios necesarios para triunfar sobre la miseria, pero falta un punto apoyo sólido esa palanca no desarrolla la potencia necesaria.

En cambio, si se proclamara la abolición de la pobreza como debe ser, habida cuenta de que viola sistemática y continuamente los derechos humanos, su persistencia no se consideraría ya una secuela deplorable del estado de cosas, sino una denegación de justicia.

La carga de la prueba se invertía: se admitiría que los pobres sufren un perjuicio y, por consiguiente, se harían acreedores a un derecho de reparación de la que serían mancomunadamente responsables tanto los gobiernos como la comunidad internacional, y, en definitiva, todos y cada uno de los ciudadanos del mundo.

Esto bastaría para que todos ellos se preocupase por hacer desaparecer sin tardanza la causa de esa deuda contraída con los pobres, y también para que movilizasen fuerzas infinitamente superiores a las que pueden aunar en favor del prójimo la compasión y la caridad, o incluso el interés por la seguridad.

Proclamar la abolición de la pobreza entrañaría el reconocimiento de los derechos a los pobres, pero, evidentemente, no haría desaparecer la miseria como por arte de ensalmo. Eso sí, crearía las condiciones para que la causa abolicionista se erigiese en prioridad de prioridades por ser de interés común de todos y no por tratarse de una preocupación subsidiaria de algunas mentes ilustradas o meramente caritativas.

La aplicación del principio justicia y la coerción del derecho puesta a su servicio son fuerzas sumamente potentes. Así es como se acabó con la esclavitud o el colonialismo y con el apartheid. A este respecto hay que decir que la pobreza está deshumanizando a la mitad de los habitantes de nuestro planeta en medio de la más total indiferencia, mientras que la esclavitud y el apartheid fueron rechazados y combatidos.

A fin de cuentas, la alternativa es bien sencilla. No se trata de escoger entre enfoque "pragmático" basado en la ayuda que los ricos conceda a los pobres, por un lado, y el planteamiento que aquí se propone, por otro lado. Se trata de escoger entre este último planteamiento y la otra única forma de hacer acreedores de derechos a los pobres, es decir, que ellos mismos se rebelen y se los tomen por su mano. Ahora bien, es de sobra sabido que esta última solución ha desembocado menudo en una agravación de la miseria.

Sin embargo, con el correr del tiempo se irá convirtiendo en la más probable si no se hace nada, o si se hace demasiado poco, como ocurre en el caso del enfoque "pragmático", por meritorio que sea. Esta disyuntiva se reduce, por consiguiente a una sola acción que además en la única conforme al imperativo categórico del respeto de los derechos humanos, abolir la pobreza y sacar de este principio todas las consecuencias bajo la coerción y libremente aceptada que de él se desprende.

Ningún programa por importante que sea logrará erradicar la pobreza. La proclamación de su abolición, al crear derechos y deberes, movilizará las fuerzas auténticamente capaces de rectificar la situación de un mundo que es presa del pauperismo. Por el mero hecho de establecer una prioridad efectiva y apremiante, la abolición de la pobreza cambiará el orden de las primacías y contribuirá a forjar un mundo diferente. Esto no sólo es lo que exige la tarea de dotar a la mundialización de un rostro humano, sino que además representa la mayor oportunidad a nuestro alcance para lograr un desarrollo sostenible.

El objetivo de la UNESCO, según reza su constitución, es "alcanzar gradualmente, mediante la cooperación de las naciones del mundo en las esferas de la educación, de la ciencia y de la cultura, los objetivos de paz internacional y de bienestar general de la humanidad, para el logro de los cuales se han establecido las Naciones Unidas, como proclama su carta". Ahora bien, es evidente que el estado actual del mundo escarnece esta aspiración de la organización de lograr una prosperidad común y se está convirtiendo en la principal amenaza que se cierne sobre la tan anhelada paz.

En virtud de la misión que tiene asignada, a la UNESCO le incumbe introducir con intrepidez y vigor en la médula misma del debate internacional la idea clave y pujantemente motriz de que "la pobreza es una violación de los derechos humanos". Este es el objeto de su contribución a la tarea de erradicar la pobreza, el vital objetivo de desarrollo para el milenio. Del cual depende fundamentalmente el logro de todas las demás metas. Para superar los peligros que se ciernen amenazadoramente sobre su futuro el mundo debe disponer de la potente palanca que pedía Arquímides. Solamente le falta encontrar un punto de apoyo que la proclamación de la abolición de la pobreza le proporcionará a buen seguro.

¿Cuándo es injusta la desigualdad?

La desigualdad no siempre es justa. Todas las sociedades justifican algunas manifestaciones de la desigualdad y condenan a otras. No obstante, las justificaciones de la estratificación social varían a través del tiempo y de cultura a cultura.

El rígido sistema estamental de la Edad Media se apoyaba en la doctrina de la iglesia, según la cual dicho orden social era algo querido por Dios. De esta forma, la iglesia justificaba un sistema que obligaba a la mayor parte de la población a trabajar como siervos al servicio de sus señores, y éstos, a su vez, a proteger sus dominios del espíritu del mal, o del pecado. Así, cuestionar el orden social suponía enfrentarse a la iglesia, y en última instancia, a Dios mismo.

Con la llegada de la revolución industrial, la elite capitalista reemplazó a la nobleza de origen feudal como clase dominante. Con ello triunfó un nuevo sistema de creencias que justificaba o explicaba la desigualdad. La elite capitalista ya no podía aceptar la idea de que la posición social viene determinada por el origen familiar. Aunque también en la época industrial se seguían oyendo argumentos o justificaciones de orden religioso, en último término, la no ideología defendía que los individuos más capaces o más emprendedores deberían ocupar las posiciones dirigentes en la sociedad.

John Rockefeller (1839-1937), que consiguió acumular una enorme fortuna gracias al petróleo, pensaba que la riqueza y el poder de los empresarios era justo premio a su esfuerzo e iniciativa. Para él, que los más capaces consiguieron mayores fortunas no debía sorprender a nadie: era una ley natural. De acuerdo con esta forma de pensar, los pobres (quienes en la época preindustrial merecían la caridad cristiana), lo era porque no tenían ambición, ganas de trabajar o la astucia necesaria para salir adelante. De la misma forma que los ricos se habían ganado su riqueza, los pobres se había ganado su pobreza. Esta ideología puramente darwinista sirvió no sólo para justificar la desigualdad social, sino también para culpar a los pobres de su situación (lo que hacía más fácil desentenderse de ellos).





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