Si un familiar, amigo, vecino o compañero inventa desde cosas insignificantes hasta serias y graves, no le lleve la idea ni se burle.
Luis Guillermo, un empleado bogotano de 35 años, separado y con dos hijos, podría ser uno de los hombres más afortunados del país. En tres ocasiones ha regado en su oficina la noticia de que se ha ganado la lotería. Lo extraño, según sus compañeros, es que sigue con deudas y le cortan el teléfono por falta de pago.
Aun así, dice un amigo suyo, cuenta que se va a comprar una moto para salir con las "nenas" que lo persiguen. Y hace cinco años los convenció de que se había comprado un apartamento en el norte, pero no se ha trasteado porque lo sigue remodelando.
Seguramente usted conoce más de un caso de personas como Luis Guillermo, que inventan cuentos maravillosos y hablan de lo exitosos que son, pero que a la hora de la verdad no pasan de ser más que apariencias.
El psiquiatra Daniel Gutiérrez explica que "todo mitómano siempre quiere mejorar su autoimagen, es narcisista por naturaleza y miente porque en el fondo tienen un problema serio de autoestima".
Aterrizarlos en la realidad
Y mientras desde la muralla la situación es un tanto jocosa, para quienes conviven con un mitómano puede tornarse insoportable, pues muchas personas no saben si seguirles la cuerda y acompañarlos en su ?locura? o tratar de hacerlos entrar en razón.
Esa es la historia que cuenta Alexander Castellanos y uno de sus amigos más allegados: " ?Juancho mentiras? le decíamos en la universidad. Él creaba historias en las que él resultaba ser superhéroe".
"Nos tenía convencidos de que había sido el mejor Icfes del país. Un día faltó a clases y nos enteramos de que el mejor bachiller había muerto en un accidente automovilístico. Todos nos preocupamos. Dos días más tarde volvió a clases. Cuando lo enfrentamos nos dijo que los noticieros se habían equivocado y que realmente quien había fallecido era el segundo mejor Icfes del país. Todos le alimentábamos sus mentiras, para ver qué tan lejos llegaría", recuerda.
Esa no es la salida, dice Gutiérrez. "Hay que llevarlo a un principio de realidad en el que se dé cuenta de que no puede fantasear, porque el choque con la verdad es duro. Por encima de cualquier cosa, no se le debe seguir la cuerda".
Lastimosamente, esa suele ser la posición más frecuente de amigos o conocidos. Humberto Rubio, por ejemplo, tiene un compañero de trabajo mitómano y le lleva la idea. "El otro día dijo que se había ganado la lotería y que iba a poner un negocio de comidas. Me pidió que lo acompañara a ver locales y fui con él, aun sabiendo que era mentira. La verdad, no le veo problema a seguirle la corriente, aunque a veces me ha convencido de que habla en serio", afirma.
Trastornos de personalidad
Esto forma parte de las características de los mitómanos, dice Gutiérrez, pues "son manipuladores, convencen y suenan creíbles. En el fondo sufren de frustración, son egoístas y narcisos, no tienen control de sus impulsos y pueden presentar adicciones (sexo, juego, drogas).
En casos severos, "pueden tener problemas legales, de suicidio y rompimientos familiares (separación, divorcio de su pareja, aislamiento de sus hijos) debido al sentimiento de fracaso", dice Gutiérrez.
"A veces tienen rasgos considerados trastornos de personalidad, que los llevan a meterse en otros problemas. Tienen conductas un poco extremas o de riesgo, o pueden incluso ser ladrones", afirma la psiquiatra Vicky Carrascal.
Por lo general, este problema comienza en la infancia y se denota con inseguridad frente a los compañeros del colegio. Las mentiras son un medio para poder pertenecer a un determinado grupo social.
"Los papás deben preocuparse cuando las mentiras son frecuentes, especialmente cuando son de tipo utilitario, pues en grados avanzados pueden ir acompañadas de agresividad y de otras conductas como el hurto o la piromanía", dice Álvaro Franco, psiquiatra infantil y de adolescentes.
Antes de que sea tarde
"No es fácil que los mitómanos reconozcan su condición, pero una vez se da ese paso es posible ayudarles con terapias para descubrir lo que les sucede. En algunos casos es necesario que tomen medicamentos", dice la psiquiatra Vicky Carrascal.
Son los familiares quienes acuden primero a los médicos en busca de una pista sobre cómo lidiar con la mitomanía de sus allegados. Ellos deben seguir un proceso de reconciliación, pues la confianza se ha roto.
Las terapias ayudan a los familiares a volver a creer en la persona y a entender su problema, de manera que puedan convertirse en apoyo durante el proceso de recuperación.
Por eso, a quienes viven con un mentiroso compulsivo, algunos expertos les recomiendan confrontarlo y cerrarle el paso para evitar que esa mitomanía crezca como una bola de nieve.
"Creo que, en el fondo, el mitómano siempre se da cuenta de la cháchara que está echando. Aquello de que se cree sus mentiras no es cierto. Las personas siempre saben que tienen un problema y que necesitan ayuda. Es su decisión recibirla o no", dice Gutiérrez.
El ejemplo empieza por casa
La mitomanía no es una enfermedad hereditaria, pero sí se puede aprender.
Se debe diferenciar la mentira de la fabulación. De 5 a 6 años, inventan historias pero no diferencian entre verdades y mentiras. Luego, son conscientes de que mienten, y ahí entran en juego diferentes tipos de mentira.
La primera es aquella ligada a la fantasía, por ejemplo, cuando dicen que hay monstruos en el cuarto. Esto es una parte normal del desarrollo.
El segundo grupo de mentiras se llaman compensatorias. Representan un problema emocional, una carencia afectiva. Las usa un niño al que le falta algo y lo compensa con mentiras, por ejemplo al que le falta el papá inventa que fue con él al parque.
El tercer grupo son las utilitarias, aquellas que buscan una utilidad. Se pueden dividir en dos: una en la que el niño miente para evitar un castigo; y la segunda en la que el niño miente como una forma de no asumir sus responsabilidades echándoles la culpa a otros.
Para evitar que un niño aprenda a decir mentiras sus padres deben inculcarle valores, responsabilidad e integridad. Debe vivir en un hogar donde reine la honestidad y el buen ejemplo, porque de nada sirve enseñarles a no mentir si es lo que los padres hacen a diario.
Por ello es importante que si usted trata con este tipo de personas, que tienen una edad cronológica adulta pero con una mentalidad infantil (lo cual en ciertos ambientes es muy habitual), tenga en cuenta
que se puede ver implicado (ser víctima potencial) en una serie de sucesos nada deseados ni para usted ni para terceros.
Pudiéndose incluso darse situaciones en las cuales usted y el mitómano terminen involucrados en procesos civiles o administrativos o penales (porque levantar calumnias o falsos testimonios o comentar hechos de la vida privada de terceros, es un delito, que aparte de implicar costos de abogados, requiere gasto de tiempo en los estrados judiciales).
Cuando usted le sigue la corriente a este tipo de personas lo que provoca es hacerle crónica la patología
al mitómano, y usted de paso terminará mintiendo también.
En conclusión aprenderá las malas mañas de los demás. Por eso usted puede tomar como medida preventiva, cuando trate con este tipo de personas y estas inicien un comentario inapropiado o despectivo hacia los demás, lo que debe sugerirle es que conecte la lengua con el cerebro; otra segunda estrategia es cambiar el tema, pero antes manifestándole que a usted no le gustan esas situaciones, que además son bochornosas a futuro, y para finalizar recomiéndele un buen psiquiatra.
(Comentario de
Marisol Collazos Soto)