«Criticar a una persona por su raza es manifiestamente irracional y ridículo, pero criticar su religión es un derecho. Es Libertad. La libertad de criticar ideas, cualquier idea- aunque se trate de ideas sinceramente sostenidas- es una de las libertades fundamentales de la sociedad«
Juan Carlos I ‘King of the road‘. Ante los ataques de la horda de zombies-rojos-separatistas-republicanos-poco-emprendedores-que-quieren-romper-españa, la DGT se ha visto obligada a destapar el pastel. La imagen de “Su Majoestad” propinando un crochet al conductor de su coche oficial no fue «la típica reprimenda borbónica al estilo Felipe V», como apuntaba ERC, ni el «acto heroico mediante el cual de un certero y quirúrgico puñetazo el monarca le extirpaba a su vasallo-chófer un bulto feo que le había detectado en el brazo salvándole así la vida», como apuntaba el ABC. En su lugar, se trataba de una campaña viral encubierta de la DGT llamada Aparca bien o vendrá el Rey y te ahostiará.
Cada vez que la DGT detecte un coche aparcado en una zona prohibida, el monarca se desplazará hasta el lugar de la infracción y, de manera desinteresada, le propinará al conductor «una lluvia de puños como yunques que no podrá olvidar ni en un millón de años» según la propia Dirección de Tráfico.
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Hace unos años, Sam Shuster, dermatólogo, profesor jubilado de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra, y ciclista aficionado, decidió comprarse un monociclo, a pesar de la oposición de su esposa que llamaba “esa cosa llena de sangre” al chisme, que no sólo le faltaba una rueda, sino que tampoco tenía manillar. Pero, para Shuster, su afición al monociclo más que heridas físicas le proporcionó traumas psicológicos. Tantas cosas le decía la gente cuando le veía montar en el monociclo, consejos, adjetivos, amenazas o insultos, que Shuster decidió apuntarlas y así, al cabo de unos años, tuvo suficiente material como para publicar un artículo de investigación.
En 2007, después de recopilar más de 400 incidentes, hizo un estudio estadístico y envió su trabajo a publicar. Únicamente menos del 5% de las personas que le ven sobre el monociclo no reacciona y, más que nada, son ancianos, mujeres y algunas adolescentes. Entre el 1 y el 2% simplemente se asustan y expresan su miedo a chocar y su disgusto; son ancianas y hombres que caminan con la ayuda de un bastón. Más del 90% reacciona de alguna manera: una mirada fija, un saludo con la mano, una reverencia con la cabeza, una sonrisa, una burla,… Y cerca del 50% añaden algún comentario o conducta que revela sus sentimientos.
Lo más sorprendente son las diferencias que Shuster detecta y relaciona con características de los paseantes. Por ejemplo, el 95% de las mujeres animan o alaban al motociclista, algo que solo hacen el 25% de los hombres; el 75% restante se burla e, incluso, profetiza una caía. También cuanta la edad. Los niños muestran curiosidad y hacen preguntas técnicas sobre cómo se puede conseguir mantener el equilibrio en aquel chisme. Los chicos adolescentes son agresivos, se burlan, insultan, tiran piedras o, a veces, intentar derribar al ciclista de una patada. Las mujeres adultas expresan admiración. Y los hombres adultos se burlan y comentan hasta la saciedad que “has perdido una rueda” o “dónde te has dejado el manillar”; en general, muy poco originales.
A partir de este humor agresivo de hombres, tanto adultos como adolescentes, Shuster llega a proponer que el sentido del humor de los machos, tan brutal a veces, se ha seleccionado en la evolución y es una de las características seleccionadas para la búsqueda y elección de pareja. Creo que habría que preguntar a las mujeres si gustan de los hombres con este sentido del humor.
Fuente: La biología estupenda