A lo largo del tiempo ha sido la causa de guerras, actos deleznables y, por supuesto, de muchísimas frustraciones humanas. El juego de la culpabilidad es muy sencillo y tiene una única regla: culpar a los otros de cualquier evento indeseable.
En la base de esta forma de comprender el mundo se esconden tres creencias bastante irracionales:
En la actualidad, debido a la crisis económica que está atravesando Europa, cada vez más personas se quedan sin trabajo y ven cómo sus derechos sociales se reducen. Si aplicamos las tres creencias anteriores, lo más lógico sería buscar a un culpable. Algunos culpan a los bancos, otros a los extranjeros y un tercer grupo pone la responsabilidad en los políticos. Una vez más, vemos que cualquier chivo expiatorio es válido con tal de no asumir nuestras propias cuotas de responsabilidad.
Las famosas y ampliamente utilizadas pruebas de coeficiente intelectual (IQ, por sus siglas en inglés) no reflejan correctamente el nivel de las capacidades intelectuales, según el resultado de un experimento a gran escala realizado por científicos británicos y canadienses.
A fin de investigar el valor del coeficiente intelectual, los científicos preguntaron a más de 100000 participantes, que completaron las doce pruebas que requieren planificación, razonamiento, memoria y atención.
También respondieron a una encuesta sobre sus antecedentes y descubrieron que, comúnmente, se considera que la inteligencia se calcula a partir de tres elementos diferentes: la memoria a corto plazo, el razonamiento y la habilidad verbal. Sin embargo, destacar en uno de estos factores no significa que la persona sea igual de talentosa en los otros dos.
Los científicos han descubierto que existen al menos dos circuitos independientes de neuronas responsables en la resolución de diferentes tipos de tareas, y llegaron a la conclusión de que la inteligencia como entidad única no existe, sino como un conjunto de capacidades cognitivas independientes y diferentes.
Las pruebas tradicionales son «demasiado simplistas», según el estudio, que llegó a la conclusión de que lo que hace a una persona ser inteligente es demasiado complejo como para reducirlo a un solo examen.
Los tests de personalidad son muy interesantes, pero son como lecturas en frío. Dentro de este vasto negocio, nos encontramos con el Indicador Myers-Briggs (MBTI), test basado en la obra de Jung, que se ha vuelto muy popular y es comercializado por la empresa CPP. El problema es que no hay evidencias que lo respalden:
«Lo que me preocupa es la devoción como de culto de muchos consultores y practicantes sin la revisión de la evidencia», dice Adam Grant, profesor de psicología industrial de la Escuela de Wharton en la Universidad de Pennsylvania.
A pesar del uso ampliamente extendido de la valoración en las organizaciones, la comunidad psicológica académica ha sido lenta para abrazarla. Ninguna revista importante ha publicado investigaciones sobre el MBTI, lo que los académicos consideran un fuerte repudio de la autoridad de la prueba. Lo que hace esto aún más sorprendente es que CPP cuenta con tres psicólogos prominentes en su junta corporativa -Carl Thoresen, Wayne Cascio y Christina Maslach- quienes presumiblemente podrían haber utilizado su estatura en el campo para ayudar.
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Los académicos se atreverían a afirmar que ese es precisamente el mayor defecto de Myers-Briggs: Se trata mucho más de la creencia que de la evidencia científica. Y es suministrado por los entrenadores de liderazgo que, en general, no tienen educación formal en la ciencia de la psicología.
«A la gente le gusta porque revela algo que no sabían acerca de ellos mismos o de los demás», dice Grant, de Wharton. «Eso mismo podría ser cierto de un horóscopo, también».
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Incluso Katharine Downing Myers reconoce que «los psicólogos no tenían ningún uso para el indicador; sentían que Jung era un loco místico».
Fuente: DE AVANZADA
La idea de que el dolor tiene etapas específicas es una creencia popular y recibió su brillo más profesional por parte de la psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross, que se cita a menudo como una sugerencia de que los dolientes pasan por etapas de negación, ira, negociación, depresión y aceptación. No ser capaz de «aguantar» una etapa se considera un signo de dificultad psicológica y a los terapeutas se les animaba a ayudar a las personas a pasar a través de cada una de las «fases». El hecho de que Kübler-Ross estuviera hablando de adaptarse a su propia muerte inminente, no a la muerte de otra persona, no pareció matar el entusiasmo de nadie y sus teorías se volvieron salvajemente sobreaplicadas. Pero independientemente de la precisión con la que sus ideas fueron utilizadas, la evidencia de estos escenarios se evapora bajo escrutinio – tal vez poco sorprendente teniendo en cuenta que se basa en poco más que la observación casual y el pensamiento creativo.
En contraste, el psicólogo George Bonanno ha estudiado el curso de la pena siguiendo a personas desde antes de que estuvieran en duelo a meses e incluso años después. Resulta que hay poca evidencia de una progresión a través de etapas específicas de adaptación, e incluso la creencia de que la mayoría de la gente está sumida en la desesperación y «mejora» gradualmente resulta ser poco más que un cliché. Esto no quiere decir que la tristeza no sea una respuesta común a la pérdida, sino que una experiencia de profunda angustia debilitante tiende a ser la excepción más que la regla. De hecho, dos tercios de las personas son resilientes frente a la pérdida de un ser querido – en otras palabras, están tristes pero no están ni deprimidos ni inhabilitados por su experiencia.
Ampliar en: DE AVANZADA
En los años 50 del siglo pasado, el psicólogo social estadounidense Leon Festinger se encontró con una noticia en un periódico local en la que se decía que durante sus múltiples visitas, un alienígena del planeta Clarión que era la nueva identidad del Jesucristo bíblico, había revelado a una ciudadana del estado de Utah un inminente cataclismo global que destruiría la Tierra. Pero como siempre queda la esperanza, algunos elegidos podrían salvarse antes del desastre al ser rescatados por naves alienígenas. El investigador y su equipo deciden estudiar a la señora y a los seguidores de este culto milenarista recién nacido para analizar la reacción del grupo ante el inexorable incumplimiento de sus tan ominosas pero erróneas creencias. Los estudiosos razonaron, que cuando pasara el momento profetizado por el divino extraterrestre para la destrucción y este apocalipsis geológico que abriría la puerta a lo que denominó “la época de la luz” no tuviera lugar, la secta se enfrentaría ante un terrible dilema: deberían cambiar profundamente o abandonar sus creencias o por el contrario buscar nuevas estrategias para reconfirmar sus dogmas revelados pero incumplidos. Su hipótesis de trabajo era que la fundadora y aquellos miembros más implicados en la nueva religión no abandonarían sus creencias tras el estrepitoso fracaso sino que por el contrario redoblarían sus esfuerzos de proselitismo sectario mientras que el resto buscarían nuevas alucinaciones. Para estudiar todo ello en detalle se infiltraron en el grupo y analizaron desde dentro tanto la dinámica del mismo como las motivaciones y reacciones de cada miembro de la hermandad ufológico-cristiana en las diferentes fases del proceso. Al final, aunque no hubo rescate cristiano-alienígena ni fin del mundo, la secta no desapareció sino que los creyentes más convencidos encontraron una justificación que les permitía continuar: el mundo había sido salvado para que ellos diseminaran la buena nueva de “la época de la luz” al resto de la humanidad. Vamos como la coartada cristiana clásica que se inventó Saulo de Tarso y sus colegas hace ya dos milenios, pero en la sociedad tecnológica del siglo XX. Este estudio permitió formular el concepto de disonancia cognitiva, que postula que cuando los hechos entran en franca oposición con un credo o dos tipos de creencias chocan entre sí en la mente humana, el individuo tiende a modificar su apreciación de la realidad o a buscar una justificación espuria en la que en realidad no cree pero que le permite reducir el nivel de contradicción sin tener que abandonar el dogma al que se aferra de forma manifiestamente errónea.
Los magos son expertos en engañarnos. Entendiendo “magia” como el arte del ilusionismo en sus muchas variedades, no la magia real que hasta hoy nadie ha podido demostrar que existe.
Los magos nos engañan y entusiasman desde hace al menos 6 mil años, si, como parece, alguno de los relatos del papiro Westcar, que data de tiempos del faraón Keops o Khufu, quien ordenó la construcción de la Gran Pirámide de Giza, se refiere a ilusiones y no a magos o brujos verdaderos.
El estudio de las ilusiones mágicas tuvo que esperar la llegada de una pareja de neurocientíficos del Instituto Neurológico Barrow de Phoenix, Arizona: Stephen Macknik, director del laboratorio de Neurofisiología del Comportamiento y Susana Martínez-Conde, coruñesa que dirige a su vez el laboratorio de Neurociencia Visual, dedicado a las ilusiones visuales. Su trabajo de varios años con los mejores magos del mundo ha dado como resultado una serie de artículos tanto científicos como divulgativos en las más prestigiosas revistas, desde Nature Neuroscience hasta Scientific American.
Los estudios que han realizado Macknik y Martínez-Conde han ido revelando cómo los magos emplean, de modo empírico, desarrollado al paso de los siglos, aspectos de nuestro sistema cognitivo de los que la ciencia ni siquiera estaba al tanto hasta hace un par de siglos. La capacidad limitada de nuestra vista para distinguir contrastes, la retención o persistencia de la visión (esa postimagen que percibimos más claramente cuando nos deslumbra el súbito flash de una cámara), los ángulos que hacen que percibamos mejor o peor la profundidad de un objeto o el fascinante fenómeno del relleno.
Nuestra experiencia visual es extremadamente rica, pese a que nuestros ojos tienen una “resolución” muy inferior a la de las cámaras digitales comunes con las que nos fotografiamos por diversión (aproximadamente un megapíxel según los investigadores). Nuestro cerebro, sin embargo, tiene un sistema de circuitos tal que nos permite “predecir” cómo son las cosas a partir de lo que ve, y “rellenar” los huecos de modo que tengamos una visión mucho más clara de la que nos ofrecen nuestros ojos.
Una de las más fascinantes confirmaciones del trabajo de estos investigadores con los magos es que nuestro cerebro no es capaz de hacer dos cosas a la vez. Por mucho que nos guste pensar que sí podemos hacerlo.
No es broma, es un clásico experimento realizado en Harvard por Daniel J. Simons y Christopher F. Chabris. Cuando los magos hacen algo que quieren que veamos, atrapan nuestra atención y nos vuelven, literalmente, ciegos a otras cosas que están haciendo y que no quieren que veamos. Lo que se llama en el argot mágico “misdirection”: llevar la atención a una dirección opuesta a lo que está haciendo el mago.
Y no, la mano no es más rápida que la vista. Aunque la palabra “prestidigitación” signifique “velocidad al mover los dedos”, lo que realmente hacen los magos es jugar con nuestros sentidos y atención, con los mecanismos que hemos desarrollado para poder manejar la realidad a nuestra conveniencia. Porque el cerebro con el que nos explicamos el universo evolucionó para encontrar alimento, cazar y evitar ser cazados… y poco más.
El estudio neurocientífico de las ilusiones mágicas nos confirma que la representación del mundo que nos ofrecen nuestros sentidos y los mecanismos de nuestro cerebro para interpretarlos no sea exacta. El mundo no es lo que parece, y magos y timadoresse aprovechan de ello.
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El vídeo muestra una broma realizada en un programa de televisión en Brasil, en el que paran un ascensor, apagan las luces, e introducen a una niña con una muñeca que mucha gente pensaría que parece sacada de una película de terror, y que como podrán adivinar, le da el susto de sus vidas a los inocentes usuarios del ascensor.
Esto ayuda a ilustrar lo fácil que es impresionar y engañar a las personas. Si a estas personas nunca se le dice después de esta experiencia que lo que presenciaron no fue nada más que un truco, posiblemente recuerden de por vida que vivieron una «experiencia sobrenatural». Incluso, se reforzaría más la historia ya que en muchos casos fueron dos personas que vivieron la experiencia y vieron la misma cosa.
Lake Wobegon es una población de mentira del estado de Minnesota en la que, según se dice, “todas las mujeres son fuertes, todos los hombres son guapos y todos los niños están por encima de la media.”
Es decir, que tendemos a sobrestimar nuestras facultades y capacidades, atribuimos al infortunio el haber suspendido un examen o haber sufrido un accidente de tráfico, pero nos atribuimos los méritos de haber sacado una buena nota académica.
En un sondeo llevado a cabo sobre 829.000 bachilleres por el College Board estadounidense, una organización dedicada a la realización de Pruebas de Aptitud Académica (SAT), sacó una clara conclusión: el 0 % de los encuestados se consideraba por debajo de la media en relación con su “capacidad para llevarse bien con los demás.”
Es lo que los psicólogos sociales llaman sesgo egoísta. También hay otras conductas parecidas que refuerzan el efecto Lake Wobegon: el optimismo ilusorio, la autojustificación o el sesgo endogrupal, es decir, que sobrestimamos las capacidades de nuestro grupo, país, equipo, etc.
Este particular funcionamiento de nuestro cerebro, a todas luces subjetivo y con escaso arraigo en lo real, nos protege de la depresión, mitiga el estrés y mantiene nuestras esperanzas. Es decir, que parece positivo que nos mintamos, es mentalmente sano. ¡Miénteme!
Pero no todo parece tan sencillo. Si bien es emocionalmente atractiva la mentira, puede no serlo tanto si pretendemos construir sociedades más justas y desarrolladas, tal y como señala el psicólogo social David G. Myers en Este libro le hará más inteligente a propósito de los beneficios de los sesgos mentales:
«Todos esos beneficios se producen a costa de la discordia marital, del boqueo de las negociaciones, de la condescendencia fundada en prejuicios, del endiosamiento nacional y de la guerra. El hecho de cobrar conciencia del sesgo egoísta no nos aboca a adoptar posturas próximas a la falsa modestia, sino a un tipo de humildad que constata tanto nuestros auténticos talentos y virtudes como los méritos de los demás».
Fuente: XATAKA Ciencia
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– ¿Por qué la timadora Anne Germain y demás legión de mediumssiempre dicen mensajes positivos sobre nuestros antepasados (suelen estar superfelices, orgullosos de nosotros y esperándonos con los brazos abiertos)
– ¿Por qué en el horóscopo del periódico o en los tarotistasencontramos mensajes predominantemente positivos y/o que nos brindan nuevas oportunidades futuras?
– Hay gente a la que le cuentas un problema y apenas puede acertar a decir algo como «Tranquilo, ya verás como las cosas mejorarán». Las veces en las que me ha pasado, siempre he tenido en cuenta las buenas intenciones, pero a la vez no he podido evitar pensar: «y tú que sabes si mejoraran o no».
No. La realidad es que las cosas no irán bien sólo porque lo pensemos. No atraemos lo positivo solamente por el hecho de pensar en positivo. Si piensas así, te diría que te fueras preparando porque las hostias que te vas a llevar van a ser de órdago.
El escritor del libro de autoayuda, o el tarotista te están vendiendo un producto, y saben perfectamente que es más probable que se lo compres si te dicen lo que quieres oír. Y la amiguita que se limita únicamente a decir que «no te preocupes, todo irá a mejor», quizá aún no se ha dado cuenta de que para favorecer la madurez y el cambio, es necesario situar la pelota en tu tejado, hacerte responsable a ti, con tu actitud y conducta, de una buena parte de las cosas que suceden en tu vida, y con ello favorecer un papel activo (contra el papel pasivo que favorecen este tipo de creencias) en el control de tu propia vida.
En resumen: Quien quiera peces, además de visualizarse pescándolos y de pensar que lo conseguirá, tiene que mojarse el culo.
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Clásicamente existen dos escuelas de pensamiento acerca de la raza. Una de ellas ve la raza como una invención social, y que sólo hay una raza real, la raza humana. La otra escuela no está de acuerdo con esta idea, diciendo que el cerebro reacciona cuando ve caras de otras razas y sostiene esto como prueba de que el racismo es innato.
Aquellos que creen en la idea de construcción social argumentan que los diferentes grupos étnicos estaban separados en gran parte hasta la era de los viajes náuticos, y que estos viajes no se abrieron a las masas hasta los viajes en avión, por lo que no habría razón evolutiva para la respuesta biológica en los seres humanos . Y asi, estas dos escuelas se reafirman en su opinión sin llegar a ningún acuerdo.
Pero ahora, un reciente estudio publicado en la Revista de Neurociencia Cognitiva parece sugerir que el racismo no es innato, después de todo. En el estudio, realizado por Eva H. Telzer en la Universidad de California, Los Ángeles y tres colegas, participaron 32 niños, tanto de origen Europeo-Amercano y Afro-Americano a los que se realizaron resonancias magnéticas funcionales mientras se les mostraban caras europeas de América Latina y África.
Estudios previos sobre la raza que usaban IRMf de los adultos habían encontrado que la amígdala, la parte del cerebro que registra las emociones y sobre todo la detección de amenazas, se iluminó al ver los rostros de otras razas.
Sin embargo, en el estudio con niños, que estaban entre las edades de 4 y 16, la amígdala no se encendía hasta que los participantes pasaban la edad de 14 años. Es más, la amígdala no se iluminaba por igual para todos. Para los niños que se habían criado con grupos de compañeros de diferentes etnias, el efecto de la amígdala desaparece por completo. Y, en niños cuyas amígdala respondian a las fotos de rostros afro-americanos, ese efecto existía independientemente de la raza (o grupo étnico) al que pertenecía dicho niño. Eso significa que los niños afro-americanos vieron las caras de otros niños afro-americanos con miedo, a pesar de que estos rostros no eran “diferentes” a los suyos.
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Un grupo de neurocientíficos holandeses y británicos han dirigido el primer estudio orientado a indentificar la prevalencia de concepciones erróneas sobre la neurociencia entre profesores. En concreto, la muestra incluía un total de 242 participantes británicos y holandeses, en su mayor parte profesores de primaria y secundaria.
Estos profesores participaron en un encuesta online para que evaluaran 32 afirmaciones sobre la influencia del cerebro en al aprendizaje. 17 de ellas eran afirmaciones generales sobre el cerebro, como “El hemisferio derecho e izquierdo del cerebro siempre trabajan a la vez” y las otras 15, “neuromitos”, como “Los individuos aprenden mejor cuando reciben información en su estilo preferido de aprendizaje” o, el preferido por el público, “Sólo empleamos el 10% del cerebro”.
Como media, resultó que los profesores creyeron la mitad de los neuromitos, y en particular aquellos que estaban relacionados con programas educativos comerciales. El 26% de los profesores británicos y el 42% de los holandeses (en la muestra) también creyeron que sólo empleamos el 10% del cerebro.
De modo general, se sabe que la neurociencia goza de un prestigio social importante, hasta el punto de que la gente está más dispuesta a aceptar los resultados de un trabajo científico si están acompañado con imágenes del cerebro y explicaciones aparentemente neurocientíficas (Weisberg et al., 2007; McCabe y Castel, 2008). En el caso de los profesores del estudio, lo más curioso es que el conocimiento general del cerebro resultó estar positivamente relacionado con la creencia en neuromitos. Es decir, a mayor conocimiento general del cerebro, por ejemplo, a través de las revistas científicas populares, mayor tendencia a creer en las afirmaciones científicas erróneas, sugiriendo que “los profesores que son entusiastas sobre la posible aplicación de los hallazgos de la neurociencia en la escuela encuentran difícil distinguir la pseudociencia de los datos científicos.”
Para evitar los efectos potencialmente dañinos de los neuromitos en la educación, los investigadores hacen una sugerencia final evidente: mejorar el conocimiento científico de los profesionales de la educación e incluso incorporar cursos sobre neurociencia fiable como parte del entrenamiento previo de los profesores. Además de la supuesta “aptitud pedagógica”, que tantos recursos mueve en España, quizás sería deseable que los futuros profesores tuvieran conocimientos más sólidos de neurociencia.
Referencia: Dekker S, Lee NC, Howard-Jones P and Jolles J (2012) Neuromyths in education: Prevalence and predictors of misconceptions among teachers. Front. Psychology 3:429. doi: 10.3389/fpsyg.2012.00429.
Fuente: Cultura 3.0
Según la neurocientífica Susana Martínez-Conde, que recientemente ha publicado el libro ‘Los engaños de la mente’, El cerebro vive en un estado de perpetuo engaño y de eso se aprovecha la magia, cuyos trucos funcionan porque el proceso de atención y conciencia del ser humano tiene un cableado fácil de ‘piratear’.
Un extrabajador de Más allá de la vida, en el que la médium británica Anne Germain contacta supuestamente con personas fallecidas, ha acusado al programa emitido en Telecinco y a la propia médium de engañar a los invitados. Al parecer, los colaboradores de Anne Germain [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE], y ella está provista de un pinganillo en el oído por el que le van soplando algunas pistas (como mensajes del Más Allá, pero originados en el Más Acá).
Germain se aprovecha de un defecto de nuestro cerebro que ya ha sido ampliamente estudiado por los psicólogos: nuestro cerebro tiende a ver demasiadas cosas en las vagas generalizaciones. Y gracias a ello, el llamado efecto Forer, es tan sencillo para un estafador hacernos creer que nos hablan desde el Más Allá, o que los horóscopos realmente predicen nuestro destino. Los telepredicadores y los presentadores de la teletienda también emplean estas estrategias.
En los procesos mágicos de adivinación también están implicados otros efectos psicológicos, como los siguientes:
–La memoria selectiva: acordarse únicamente de los aciertos.
–Un hecho borroso: una declaración aparentemente verdadera expresada de tal modo que deja mucho que especificar. Por ejemplo: “Veo una conexión con Europa, posiblemente Gran Bretaña, o podría ser una región más cálida, ¿el Mediterráneo?”.
–El efecto de proyección: encontrar significado a aquello que no lo tiene.
–La negación atenuada: “Tú trabajas con personas mayores, ¿verdad?” Si la persona responde que no, rápidamente hay que añadir: “No, no lo pensaba, no encaja con tu forma de ser.” Otra forma de decirlo es en negativo: “¿No trabajarás con personas mayores”? Si responde afirmativamente, pues se añade: “Eso me había parecido.”
Hay muchos más trucos psicológicos para hacer creer a la gente que realmente están frente a un médium o un vidente, como la envidia del vecino, la afirmación Santiago, la pregunta desviada, la muñeca rusa, los terrones de azúcar, la bifurcación, efecto del Dr. Fox y las conjeturas de probabilidad alta.
Así pues, frente a los supuestos contactos del Más Allá de Anne Germain cabe una hipótesis: que la gente crea en lo que hace porque su cerebro está cableado de tal modo que no puede evitarlo, como ha sucedido en todos los experimentos controlados que se han llevado al respecto con esta clase de fenómenos (y como sucede cuando magos como James Randi consigue los mismos resultados sin emplear poderes sobrenaturales).
Ampliar en: Xataka Ciencia
Bajo licencia Creative Commons
Al igual que hay muchos que todavía hoy piensan que el hombre no llegó nunca a la Luna, también los hay que creen que el rover Curiosity no ha viajado a Marte, y que todo es un montaje de la NASA no se sabe muy bien con qué intención. Para estas personas, el vehículo se encuentra realmente en el desierto de Atacama en Chile.
El pasado 26 de septiembre a la 1:59 UTC la cámara NAVCAM izquierda A tomó esta fotografía:
Al mirarla es fácil de percibir la pareidolia de un hombre de pelo rizado, con gafas de sol y mochila, manipulando algo en el Curiosity. He leído incluso que lo que está haciendo es limpiar los paneles solares, aunque este rover no tiene ninguno. En otros sitios se dice que está limpiando una cámara.
Si miramos un poco más de cerca, vemos que las gafas de sol son un efecto óptico producido por una piedra. La ubicación de las NAVCAM es en lo alto del mástil, y hay dos a cada lado (izquierda y derecha). La perspectiva de la fotografía es por lo tanto la que se indica con la flecha amarilla en la siguiente ilustración:
Teniendo esto en mente, es fácil interpretar la pareidolia. La mano del hombre es realmente el codo del brazo robótico, y el pelo rizado es realmente el cabezal de instrumentos instalado en el extremo del brazo.
Fuente: LA MENTIRA ESTÁ AHÍ FUERA
Fuente: EXPERIENTIA DOCET
El ser humano es optimista hasta un punto casi enfermizo. Creemos que las cosas malas, como enfermedades o accidentes, solo pueden sucederle a los demás y tendemos a infravalorar los riesgos. Los científicos conocen este fenómeno como «sesgo optimista» o «sesgo de las buenas y malas noticias» y es el que explica por qué casi todo el mundo se considera más atractivo e inteligente que la media (lo que no tiene sentido estadístico) y por qué algunas personas siguen fumando, se meten en una hipoteca o no se ponen el cinturón de seguridad.
Este sesgo cognitivo se puede contrastar realizando algunas pruebas sencillas. Si a alguien se le pregunta qué posibilidades tiene él de desarrollar un cáncer, por ejemplo, la mayoría tenderá a dar un porcentaje sensiblemente inferior al que da cuando se refiere al riesgo de los demás. Y aún más, si se le da la cifra real y se le vuelve a preguntar al cabo de un tiempo, su tendencia sigue siendo a minusvalorar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad.
La circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo, es una pequeña área del encéfalo que inhibe de alguna manera el efecto de las malas noticias. Para comprobar si la tesis es correcta, el equipo de Sharot ha realizado un experimento, publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que consiste en desactivar esta región mediante estimulación magnética transcraneal y comprobar qué sucede. Su equipo aplicó esta técnica, que consigue inhibir una zona concreta del cerebro durante un lapso de tiempo, con 30 sujetos voluntarios, a los que se les pidió que estimaran las posibilidades de sufrir 40 «episodios vitales adversos», como desarrollar alzhéimer, tener un cáncer o ser víctimas de un robo.
Los resultados mostraron que en las personas que recibieron estimulación en la circunvolución frontal inferior izquierdo el sesgo de optimismo desaparecía momentáneamente, es decir, mostraron una mayor tendencia a incorporar las malas noticias a su percepción de la realidad. Los que recibieron estimulación en la región derecha, en cambio, se mostraron tan optimistas – y quizá un poco inconscientes- como siempre.
Según los psicólogos, esta tendencia a infravalorar los riesgos podría estar detrás de fenómenos como las burbujas inmobiliarias o la falta de previsión ante las catástrofes naturales, de modo que conocer esta limitación de nuestro cerebro puede resultar muy útil. La idea de Sharot es tratar de incorporar el conocimiento de este sesgo en la toma de decisiones de distintas instituciones.
Artículo completo en: lainformacion.com