La muerte de Edward Kennedy, a causa de un tumor cerebral a los 77 años, ha resucitado la idea de que el clan más famoso de Estados Unidos está maldito. «Su vida, como la de toda la dinastía Kennedy, estuvo marcada por la tragedia, una maldición sobre la que él mismo llegó a especular públicamente cuando se vio obligado a dar explicaciones por la muerte de Mary Jo Kopechne…», [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]. «La maldición de los Kennedy golpeó con tragedias a una dinastía política», ha titulado un despacho AFP. «La llamada maldición de los Kennedy, con una familia plagada de muertes, le obligó a erigirse en patriarca», [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]. «Siempre se ha hablado de la maldición de los Kennedy. Tópico. Pero también una dura realidad», se indicaba en El Correo. Y podía seguir citando medios serios que han dicho más o menos lo mismo, todos con el msmo fundamento.
La presunta maldición siempre está ahí cuando a un miembro del clan Kennedy le pasa algo. La unanimidad mediática respecto ella revela la necesidad de una mayor formación crítica en las redacciones. Todos damos por ciertas cosas que no lo son basándonos, muchas veces, exclusivamente en la presunta autoridad de la fuente o en el consenso social o político imperante. La maldición de los Kennedy es algo de lo que han hablado los medios más prestigiosos durante décadas; así que existe. Caso cerrado. Ya me puedo poner a escribir sobre ella. Pues no. Y para comprobarlo basta con acudir a la wikipedia, el Libro gordo de Petete de casi todo periodista, buscar la entrada de la familia Kennedy y aplicar el sentido común.
La familia Kennedy
El clan fundado por Joseph P. kennedy y Rose Elizabeth Fitgerald cuenta, desde ellos dos hasta sus nietos -incluidos los esposos y esposas de sus hijos-, con 49 miembros nacidos entre 1888 y 1972, de los cuales viven 30. De los más malditos de la generación más maldita, los nueve hijos de Joseph y Rose, queda Jean, cuatro (Rosemary, Eunice, Patricia y Edward) han fallecido en los últimos años a edades avanzadas, dos murieron en la juventud (Joseph cuando luchaba en Europa contra Hitler y Kathleen, en un accidente de avión) y dos en la madurez (John y Robert) en sendos atentados, uno cuando era presidente de Estados Unidos y otro cuando era candidato a la Presidencia. Los descendientes de esa generación fueron en total 31, nacidos entre 1954 y 1972, de los que han muerto 5. Cójase cualquier clan estadounidense formado por un número parecido de miembros, nacida la segunda generación antes de la Segunda Guerra Mundial, y a ver cuántos sobreviven en la actualidad. Hágase lo propio en España, poniendo como barrera para la segunda generación la Guerra Civil. Con los Kennedy sucede que han sido muy famosos, muy ricos y muy influyentes, y por eso sus desgracias se han amplificado. Por cierto, la matriarca, Rose Elizabeth Fitzgerald, ¿murió a los 105 años también por la maldición?
Como acertadamente apunta Óscar Beltrán de Otálora, la verdadera maldición de los Kennedy, «en el fondo, no se trata de otra cosa que de la ambición desmedida de un padre que adiestró a sus hijos para que gobernasen América, cayera quien cayese por el camino». «En su intento de reforzar el mito de la maldición de Kennedy, los medios de comunicación han incluido los daños causados por sí mismos como tragedias. Emborracharse y dejar a una chica ahogarse es una tragedia para la familia de la chica, no para el clan Kennedy. Morir en un accidente aéreo cuando no debías volar, una violación, la conducta temeraria en una pista de esquí, tener un romance con una niñera, ser arrestado por posesión de heroína y morir por sobredosis no son tragedias. Ser mujeriego, el fiasco de Bahía de Cochinos, trabajar para Joe McCarthy y meter a EE UU militarmente en Vietnam fueron elecciones. Si hay una maldición aquí, es la de la abundancia de dinero, poder y tiempo libre combinados con el gusto por asumir riesgos», sentencia Robert T. Carroll
¿Volveremos a oír de la maldición de los Kennedy cuando desaparezca Jean, aunque lo haga a una edad tan avanzada como su madre?
Fuente: Magonia
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– La religiosidad condiciona el debate político en los Estados Unidos
«Mis flechas se embriagarán de sangre, y mi espada se hartará de carne…»
– Deuteronomio 32:42
¿Cuántas personas perdieron la vida en manos de dios en la Biblia? No hay manera de contarlas a todas. ¿A cuántas personas ahogó dios en el diluvio? ¿A cuántos mató cuando destruyó Sodoma y Gomorra? ¿A cuántos recién nacidos mató en Egipto? Muchas veces la Biblia no ofrece cifras exactas.
Sin embargo otras veces, sí nos dice exactamente cuantas personas decide dios asesinar.
Si hicieramos la suma de las personas que dios asesina y que la Biblia nos dice con exactitud el número, el total de muertos a manos de dios sería de 2301417 personas. Otra vez: dos millones, trescientos un mil, cuatrocientas diecisiete vidas humanas. Y eso es contando sólo aquellas cuyos números se ofrecen en la Biblia.
Sin embargo, es posible hacer un estimado sobre el total de muertos a manos de dios, por ejemplo, se puede calcular la población de la tierra en la época de Noé y hacer un cálculo sobre cuantas personas murieron en el diluvio según la Biblia.
El número real de asesinados por dios según la Biblia, haciendo algunas aproximaciones y tomando en cuenta las dos millones y medio de personas que sí se cuentan claramente, estaría más cercano a 34000000. Así es, aproximadamente 34 millones de personas son muertas por dios en la Biblia.
Claro que no creo en la Biblia. Lo sorprendente es que haya personas que la defiendan cuando describe a un dios así de sádico. Si dios es tan emocional e inmaduro como para asesinar a 34 millones de personas, ¿que podemos esperar de los cristianos humanos? Su dios es un asesino desenfrenado!
La racionalización más común a esto es que ese era “el dios del antiguo testamento” (aunque también mata a más de uno en el nuevo testamento) pero esta racionalización es absurda. ¿Entonces dios cambia de parecer y de actitud? ¿O acaso querrán decir que literalmente es OTRO dios? ¿Qué pasa ahí?
La idea de un dios que es un asesino maniático y un día decide convertirse en un padre amoroso es absurda. Primero porque no hay una explicación para su supuesto cambio de parecer. Segundo, por que si él mismo creó a las personas, ¿qué fue lo que le sorprendió tanto que tuvo que mandar matarlas? ¿acaso no sabía como se comportarían el momento en que las creó? ¿acaso su creación fue tan imperfecta que el resultado fue así de malo? ¿acaso no sabía lo que pasaría, dejando claro que no es todo conocedor, y por lo tanto no es dios?
Estos cuentos son ridículos y contradictorios, y son este tipo de cosas las que nos dejan claro que el dios de la Biblia es ridículo, absurdo, imposible y demuestra claramente todas aquellas fallas humanas de quienes inventaron esos cuentos.
El conteo de los muertos en la Biblia, a detalle, está en Dwindling In Unbelief, un excelente blog que les recomiendo que visiten (en inglés).
Fuente: dios es imaginario
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Casi con orgullo, hay una tendencia exitosa que se ha esparcido por partes de la cultura Americana (y occidental en general) que menosprecia los avances intelectuales y favorece la ignorancia y el ser superficial. Evidente en las redes sociales (como Facebook/Myspace), muchos programas televisivos y en la política, las personas están ahora eligiendo ser ignorantes.
Mientras que el intelectualismo y el pensamiento crítico requieren de trabajo, muchas personas parecen estar contentas con que les digan qué pensar, aceptando dictaduras autoritarias, y la mayoría no se preocupan por aprender cómo pensar.
Puede ser esto un resultado de limitaciones de tiempo en las sociedades modernas donde el desarrollo intelectual se marginaliza para poder tener tiempo para banalidades del día a día que son más fáciles de realizar, o puede ser una cuestión de un autoestima auto destructivo en donde las personas no se sienten con el poder de evaluar aseveraciones y creencias y prefieren, sin hacer nada, creer las aseveraciones de la autoridad sin cuestionarlas.
Sea de líderes religiosos, políticos, maestros, padres, científicos, medios o personalidades de la TV o muchas otras voces de autoridad que existen, la evaluación de aseveraciones se reduce a un factor de carisma de la autoridad quien las emite y la compatibilidad con las suposiciones previamente establecidas.
Siendo la ignorancia una característica que jamás he admirado, y deseando siempre saber más a lo largo de mi vida, es muy difícil para mí comprender o si quiera concebir exactamente dónde se origina ese sentimiento anti-intelectual. Sin embargo, hay individuos con quienes nos topamos diariamente que ridiculizan a la ciencia, la investigación o la simple curiosidad, y prefieren expresar un sentimiento que he escuchado de muchos individuos, “¿Qué importa? ¿A quién le interesa?”.
Por razones inexplicables, siempre ha importado según mi entendimiento del mundo. Creer por creer, o la “aceptación ciega” es intelectualmente floja y deshonesta. No digo saberlo todo, me gustaría continuar aprendiendo hasta que muera, y no dudaría en admitir cuando he seguido alguna lógica equivocada.
No siempre ha existido una cultura prevaleciente de flojera mental. Uno puede ver diferentes épocas como el renacimiento o inclusive tan recientes como la carrera espacial para ver tiempos cuando la cultura valoraba el intelecto, la duda y el pensamiento crítico.
¿A dónde se ha ido esta cultura? Y más importante… ¿porqué?
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– La ciencia y el método científico
Los recuerdos que mantenían indelebles los ancianos de la localidad onubense de Encinasola sobre la llegada de sublevados fascistas a esta localidad llevaron a la Guardia Civil de Huelva a realizar una investigación de oficio sobre la muerte de un supuesto represaliado por el franquismo en 1936. Tras tres meses de investigación, el forense determinó esta semana que no puede concluirse su identidad debido al deterioro de los restos óseos encontrados. Sin embargo, para los investigadores y las asociaciones de memoria histórica, éste es un gran avance, ya que se trata del primer caso en España en el que no son familiares o asociaciones los que solicitan una exhumación o los jueces los que la ordenan, sino que la actuación parte directamente de la Comandancia de la Guardia Civil
Así comenzaba el diario El Pais esta historia que se podría resumir en la frase Setenta años sin sepultura, setenta años sin rostro y sin nombre. Es así como continua narrando la historia Rafael Moreno en un artículo publicado en el diario Odiel Información de Huelva. Así se construye este drama a punto de resolverse gracias a la Guardia Civil.
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Encuentran los restos
El pasado 7 de julio, narra la Benemérita en una nota, los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza junto a un equipo de la Policía Judicial de Aracena y una comisión judicial formada por juez, secretario y forense emprendieron una expedición al recóndito paraje. El grupo tuvo que abandonar hasta los todo-terrenos y continuar a pie hasta La hoya. Allí, entre una maleza de dos metros de altura, encontraron varios restos óseos, una mandíbula humana y un trozo de hueso craneal. También una bota y un trozo de hoz. Era lo que quedaba de un hombre después de que el tiempo y las alimañas se encargaran de dispersar un cuerpo que nunca fue enterrado.
Un nombre, un hombre, una muerte
Los huesos, tras autorizar la titular del Juzgado de Instrucción el debido levantamiento, han sido enviados al Instituto Anatómico Forense para que se proceda a su identificación. No será fácil. La mandíbula no tiene dientes adheridos ni alveolos, lugar donde el ADN permanece por más tiempo y que permite la identificación de un cadáver. La aparente imposibilidad médica para conocer el nombre de la víctima no ha echado para atrás a la Guardia Civil. Ha recompuesto la historia, entrevistado a cronistas, historiadores y viejos conocedores de aquellos días del 36 hasta hilar una identidad y un pasado creíble que puede ser el de Sixto Caro. Su hermana, que tuvo un hijo que luego se hizo agente de la Benemérita, ha aportado datos claves, al igual que un sobrino nieto. Sólo queda hacer oficial un nombre, un hombre, una muerte y un asesinato más de aquella gran represión.
Noticia completa en: ElPlural.com
Bajo licencia Creative Commons
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– Apuntes asignatura Violencia Política. Licenciatura Criminología. UMU
En la década de los años cuarenta del pasado siglo, recién terminada la Guerra Civil, 500.000 muchachas fueron enviadas por sus familias del campo a la ciudad. Son datos publicados en 1959 por el Consejo Superior de Mujeres de Acción Católica, datos que van a misa.
Medio millón de mujeres, entre los 15 y los 30 años, que no tenían ningún tipo de estudios ni de preparación; en aquellos años, la gran mayoría de mujeres carecía de profesión y no había espacio para ellas en el mercado de trabajo. Medio millón de chicas arrojadas por sus menesterosas familias a la capital con la idea de que ahorraran un dinero para hacerse el ajuar y, en unos años, casarse con algún chico que conocieran en la ciudad.
Una de aquellas muchachas se llamaba Pilar Prades, y cuando a los 12 años abandonó su pueblo de Begis (Castellón) para trasladarse a Valencia poco podía imaginar que su nombre iba a figurar en los anales de la historia de España por la desgraciada condición de ser la última mujer ejecutada en el garrote vil.
Pilar llegó a Valencia siendo analfabeta y dejando atrás una niñez sin muñecas y una desgraciada infancia en la que acarrear cubos de agua y sacos de estiércol eran sus entretenimientos más habituales.
Poco agraciada, introvertida y de gesto adusto, duraba poco en las casas en las que entraba a servir. Su mirada era lo que peor efecto causaba en sus patronos, una mirada seca, dura, que traspasaba. Llegó a cambiar de señora hasta en tres ocasiones el mismo año.
Y así se fue haciendo mujer, sintiendo el rechazo que su persona provocaba, sin recibir jamás un mimo o una palabra cariñosa. Pero, como mandaba la tradición, también comenzó a preparar su ajuar, a bordar sábanas de hilo, toallas, manteles y servilletas aunque no llegaría a tener ocasión de experimentar cómo era el sexo masculino. Pasaba las tardes de los jueves y los domingos sentada en las sillas de El Farol, una sala de baile que frecuentaba con más pena que gloria, sin que nadie la sacara nunca a bailar.
En 1954, cumplidos ya los 26 años, entró a servir en la casa de un matrimonio, Enrique y Adela, que tenían una tocinería en la calle de Sagunto. La actividad y el movimiento de la tienda le gustaban a Pilar, y admiraba el porte y las maneras de su señora, una hermosa y corpulenta mujer que lucía unos delantales almidonados con encajes que tenían prendada a la sirvienta. Para ella, el momento más feliz era cuando le pedían que ayudara a despachar porque la tienda estaba llena.
Doña Adela cayó enferma en una fecha señalada, San José, y a partir de aquel día Pilar tuvo que ocuparse de ayudar a Enrique en el mostrador sin abandonar por ello las tareas de la casa. Es decir, hacía todo el trabajo de la señora sin ser la señora. Y también se ocupaba de cuidarla, le preparaba caldos y tisanas que le hacía beber mientras la llenaba de mimos y la divertía contándole un resumen de lo que había pasado en la tienda.
Vómitos, pérdida de peso, debilidad muscular… El estado de doña Adela era cada día más preocupante, y el médico de cabecera no lograba adivinar la causa de las dolencias. Y un día falleció y el desconsolado esposo se puso un traje negro y la llevó a enterrar al cementerio.
Información completa en: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
Hoy hace 150 años del nacimiento de Arthur Conan Doyle (1859-1930), más conocido, por mucho que le pesara, por ser el padre literario de Sherlock Holmes. Y es que las cuatro novelas y los 56 relatos cortos que escribió sobre la figura del investigador fueron los que realmente lo encumbraron como escritor, a pesar de su preferencia por otros géneros.
En diversos momentos Conan Doyle admitió sentirse un tanto ensombrecido por el personaje que él mismo había creado y que lo alejaba de temas que le resultaban más atractivos, como la novela histórica o las narraciones de ciencia ficción protagonizadas por el profesor Challenger. En cierta ocasión comentó: He tenido tanta sobredosis de él, que me sienta como el paté de foie gras. Sigue leyendo
Finales del siglo XVIII, el marqués de Sade organizó una orgía en la ciudad de Marsella. Pero no fue una orgía cualquiera, decidió utilizar un potente afrodisíaco conocido como cantárida. Para que pasase desapercibido, y puesto que este afrodisíaco puede mezclarse fácilmente en la comida o bebida, decidió que fuera en la cena donde utilizarlo.
El resultado fue el esperado, en la cena se produjo una gran excitación de los comensales, pero el resultado no pudo ser más trágico. El marqués utilizo gran cantidad y fueron muchos los muertos y enfermos como resultado de tal cena. La dosis mortal de la cantárida es de dos centigramos, lo que hizo que la cena se convirtiera en una orgía mortal.
Como consecuencia de los hechos, la justicia francesa intervino, aunque el marqués de Sade se salvo por contar con influyentes amistades.
Decir que la cantárida se trata de uno de los afrodisiacos más poderosos del mundo. Pero no se proviene del reino vegetal, sino del animal. La Lytta vesicatoria es un coleóptero de 15 mm de longitud que se encuentra en las costas del Mediterráneo y en Rusia. En España puede encontrarse en Andalucía. Los griegos y los romanos ya lo utilizaron secándolo y desaciéndolo para conseguir la excitación de la líbido y como abortivo. Pero en realidad no se trata de un afrodisiaco propiamente dicho, es un vesicatorio. Vesicatorio que lo que hace es inflamar los genitales, que es cierto que excita pero que inflama riñones y aparato digestivo pudiendo causar la muerte.
El marqués de Sade, conocedor o no de su poder, se dejo llevar por el placer.
Enlace relacionado:
Dialogos entre un cura y un moribundo. (Marqués de Sade)
Fuente: ERRORESHISTORICOS.COM
Se llamaba Francisco Leona y tenía una barbería en Gádor, un pueblo de Almería de unos 3000 habitantes. Fue el cabecilla del rapto (con saco), asesinato y siniestro ritual de sangre de un niño de 7 años, recoge Alberto Cerezuela en el libro Enigmas y leyendas de Almería. De hecho, las actuales amenazas paternales con hombre del saco podrían echar mano de todo un complot. El hombre del saco fueron en realidad tres hombres y una mujer.
La trama empezó con una hipotética receta milagrosa para curar a un tuberculoso: Francisco Ortega. Leona, que era curandero, le prescribió “beber la sangre caliente de un niño y untarse sus mantecas sobre el pecho”, cuenta Cerezuela. No sólo convenció a Ortega, sino que le cobró 3000 reales por el ritual. Así que Leona decidió raptar a un niño y ahí entró en acción el tercer hombre del saco: Julio Hernández, El Tonto, un joven que tenía como hobby cazar pájaros y arrancarles la cabeza de un mordisco. Su madre, Agustina (también conocida como La Bruja) también se ofreció a colaborar “e incluso hay quien cuenta que usó a su otro hijo como cebo”, apunta el licenciado en Humanidades.
Y llegó el 28 de junio de 1910. El niño despistado que terminó en el saco se llamaba Bernardo Parra. Leona y El Tonto realizaron el ritual –que nunca llegó a curar al enfermo– y llevaron los restos del niño, otra vez en el saco, a Las Pocicas (a 4 kilómetros del pueblo). Y a partir de ahí, “la cosa no está muy clara”, contó un anciano de Gàdor a Cerezuela. Parece que El Tonto terminó acudiendo a la Guardia Civil porque Leona no le pagó el dinero acordado: 50 pesetas.
Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
El origen del capirote o capuchón esta en los comienzos de la Inquisición, cuando a las personas que estaban castigadas por motivos religiosos se les imponía la obligación de usar una prenda de tela que les cubriera el pecho y la espalda y un cucurucho de cartón en señal de penitencia.
Durante los actos y procesos del tribunal de la inquisición, a muchos de los penitenciados se les imponía el uso de una prenda de tela que cubría el pecho y la espalda, llamada sambenito, además de un capirote o cucurucho de tela, cartón u otro material, que debían llevar colocado encima de la cabeza, en señal de la penitencia que les había sido impuesta. Con estas prendas penitenciales vemos gran cantidad de procesiones y actos de inquisición en obras pictóricas desde finales del siglo XV (cuando se instituyo la Inquisición) hasta finales del siglo XIX. Por lógica transposición del sentido penitencial, fue adoptado por algunas cofradías de Semana Santa y aun por instituciones y cofradías que desarrollan sus actos en otros momentos del ciclo litúrgico. Un caso de este segundo aspecto es la llamada procesión de la Lagaña, de Vilalba dels Arcs (Tarragona), en la que varios de los que toman parte en ella salen a recibir a los peregrinos que vuelven de la ermita de Santa María Magdalena de Berrus, vestidos de riguroso negro y cubiertos con capirote del mismo color.
En la Semana Santa de diversas ciudades se ha adaptado el capirote, pero con diversas alteraciones: en unos lugares, tan solo el cucurucho de cartón cubierto con tela, pero sin el antifaz que cubre el rostro, como los portadores de pasos de Murcia, que recuerda el capirote de los penitenciados por la Inquisición, y normalmente, en numerosos otros sitios, el capirote de cartón que se cubre con la tela, que es prolongada por delante en el antifaz y por la espalda en la muceta. En Andalucía hay diversas alturas de capirote, con su significado especial, que no se ha traspuesto a la Semana Santa de Zaragoza. Si decir que la Cofradía zaragozana con el capirote mas alto es la de Las Siete Palabras y de San Juan Evangelista.
En la reforma de procesión del Santo Entierro de 1909 ya se intento introducir varios hermanos vestidos con túnica amplia y capirote, todo negro, para que llevaran el guión y los faroles al comienzo de la procesión, y aun antes, en algunas descripciones de esta procesión, se da la existencia de encapuchados, tal vez con capirote, que llevaban las banderas, cruces, estandartes y faroles.
Esta costumbre fue adoptada por algunas cofradías de Semana Santa y dependiendo la zona son diferentes (en unos sitios se usa con antifaz y en otros sin él).
Fuente: www.erroreshistoricos.com
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