El País Semanal del domingo gracias a un aviso del escritor y bloguero César Noragueda, me temo lo peor. Uno de los temas principales se titula ‘La letra cruel del horror’ y se presenta del siguiente modo:
«De Hitler a Stalin. De Franco a Pinochet. Sufrían complejo de inferioridad, problemas con la libido, delirios de grandeza… Los grafólogos definen rasgos comunes en esta colección de fotos con dedicatorias de los grandes sátrapas del siglo XX».
Deduzco de estas líneas que la revista del diario madrileño ha encargado a grafólogos que desentrañen la personalidad de varios dictadores de la historia reciente a partir de sus firmas. Vamos, que va a hacer en sus páginas algo similar a lo que hizo en mayo del año pasado Época, cuando encargó a César Vidal un análisis grafológico de un manuscrito de José Luis Rodríguez Zapatero con el único objetivo de poner al presidente del Gobierno a caer de un burro. Espero que no sea así y que estemos ante una mala interpretación mía.
Porque la grafología es un engaño equiparable a la lectura de manos, la morfopsicología, el tarot… Sus practicantes aseguran poder deducir el carácter de una persona por su escritura, si las letras se inclinan a uno u otro lado, van separadas, son muy grandes, las tes tienen el travesaño de un modo determinado, etcétera. La realidad, sin embargo, es que son incapaces de hacer lo que dicen, que sólo aciertan lo obvio siempre y cuando conozcan al sujeto objeto de análisis. En el caso que nos ocupa, dirán del tirano de turno aquello que sepan o que intuyan propio de un personaje de su calaña.
Información completa en: Magonia
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Un hombre ha perdido su trabajo, su situación económica es insostenible y pronto no podrá dar de comer a su familia. Pero ha encontrado una solución. Rociará a su hijo de ocho años con gasolina y le prenderá fuego. El niño está embrujado y su hechicería ha traído el infortunio a su familia. No muy lejos, otro hombre acusa a su hija de trece años de ser una hechicera y la ata a un árbol por el tobillo para dejarla morir de hambre a la intemperie, lejos del pueblo, donde su maléfica influencia no pueda alcanzarlos. Otro niño, de doce años, es rodeado por una muchedumbre furiosa armada con machetes ansiosa de despedazarlo para que su brujería no siga trayendo mala suerte sobre ellos. Estos casos, y otros similares, se han ido sucediendo en algunas de las zonas más empobrecidas de África con preocupante frecuencia. La supersticiosa ignorancia de muchos de sus habitantes está siendo explotada por fanáticos religiosos, pseudomédicos chamánicos y peligrosos políticos sin escrúpulos con el fin de enriquecerse y mantener bajo control a unas asustadas y empobrecidas poblaciones en Uganda, Gambia, Kenia, Somalia, Nigeria y muchas otras naciones donde todavía reinan supersticiones que permiten medrar y hacer fortuna a malvados propagandistas del miedo y la irracionalidad mística.
El egocéntrico tirano que gobierna en Gambia, Al-Haji Yahya Jammeh, ha acostumbrado a su pueblo a sus terribles métodos, entre los que se encuentran, aparte de una obligada adoración a su figura, remedios herbales que pretenden curar el SIDA, la persecución a homosexuales basada en teorías místicas propias de una influencia hitleriana o la persecución, tortura y desaparición de periodistas y políticos contrarios a su criminal ideología. Uno de los últimos actos de este terrible gobernante es, según Amnistía Internacional, el secuestro de aproximadamente mil personas como parte de una campaña anti-brujería y su detención en centros de retención secretos, donde fueron obligados a consumir extraños brebajes que les produjeron alucinaciones y alteraciones de conducta, así como intensos dolores de estómago, llevando a la muerte a algunos de ellos.
Artículo completo en: El rincón socrático
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Enlaces de interés:
¿Por qué los psicólogos niegan la ciencia?
¿Experiencia o evidencia? ¿Es posible una psicología científica?
Newsweek
Está bueno que los divanes sean demasiado pesados para lanzarlos, ya que la lucha que se está gestando entre los psicoterapeutas se puso fea. Durante años, los psicólogos que realizan investigaciones (sobre todo en EE. UU.) se lamentaron de lo que consideran una tendencia anticientífica entre sus colegas que tratan a pacientes. Pero ahora se pusieron los guantes. Tras dos años de labor, en un análisis que publicaron este mes en la revista Perspectives on Psychological Science, psicólogos de la Universidad de Wisconsin, encabezados por Timothy B. Baker, acusan que muchos psicólogos clínicos se olvidan de “usar las intervenciones de las cuales hay fuerte evidencia de su eficacia” y “dan más peso a sus experiencias personales que a la ciencia”. Como resultado, los pacientes no tienen la seguridad de que su “tratamiento estará basado en la ciencia”. Walter Michel, de la Universidad de Columbia y quien escribió un editorial anexo, es aun más mordaz. “La desconexión entre lo que hacen los psicólogos clínicos y lo que descubrió la ciencia es una vergüenza inconcebible”, me dijo, y hay un “abismo cada vez mayor entre la práctica clínica y la ciencia”.
Este “abismo” refleja el progreso sustancial que la investigación psicológica hizo respecto a identificar los tratamientos más efectivos. Gracias a pruebas clínicas tan rigurosas como las de, digamos, la cardiología, ahora sabemos que la terapia cognitiva-conductual, o TCC (que se basa en enseñar a los pacientes a razonar sobre sus pensamientos en modos nuevos y más sanos para que actúen de acuerdo con estas nuevas maneras de pensamiento), es efectiva contra la depresión, el trastorno de pánico, la bulimia nerviosa, el trastorno obsesivo-compulsivo, y el trastorno por estrés postraumático, y existen múltiples pruebas que demuestran que estos tratamientos dan beneficios más duraderos con menores índices de recaída que los medicamentos, los cuales sólo pueden ser prescritos por médicos psiquiatras. Los estudios también mostraron que la TCC ayuda a que los alcohólicos se mantengan sobrios, y que la terapia familiar puede ayudar a los esquizofrénicos en sus funciones. La neurociencia identificó también los mecanismos cerebrales que operan en estas intervenciones, dándoles una credibilidad adicional.
Uno no sabría esto si buscara la ayuda de un psicólogo típico. En vez de ello, millones de pacientes reciben una caótica terapia de psicoanálisis, meditación, comunicación facilitada, terapia asistida con delfines, insensibilización del movimiento ocular, y… bueno, “una vez alguien llegó a contar 1.000 formas de psicoterapia en uso”, dice Baker. Aunque muchos tratamientos son efectivos, “son usados con poca frecuencia”, señalan él y sus coautores. “Relativamente pocos psicólogos los aprenden o practican”.
¿Por qué diablos no lo hacen? Hace unos meses, escribí una columna en la que preguntaba, claro, en broma, por qué los médicos “odian la ciencia”, o sea, por qué muchos se resisten a la medicina basada en evidencias. El problema parece ser aun peor en la psicología. Para empezar, dice Baker, los psicólogos clínicos son “profundamente ambivalentes respecto del papel de la ciencia” y “carecen de un entrenamiento científico sólido”, un resultado de programas con poca ciencia, especialmente en los grados en psicología. También, un tercio de los pacientes mejora sin importar qué terapia (si acaso) se le da, “y los psicólogos recuerdan estos éxitos, atribuyéndolos, erróneamente, al tratamiento. Es muy amenazador pensar que nuestra profesión es una broma”.
Al enfrentarlos con evidencia de que los tratamientos que ofrecen no tienen apoyo científico, los psicoterapeutas argumentan que ellos saben más que cualquier estudio lo que funciona. En encuestas, admiten que valoran su experiencia personal sobre la evidencia por investigación, y en 2006 una task force de la Asociación Psicológica de EE. UU. —APA, un grupo de 150.000 miembros dominado por los psicólogos clínicos— le dio el mismo peso a las experiencias personales de la clínica que a la evidencia científica, una postura que defendieron bajo el argumento de que así evitan una “medicina de libro de cocina”. Una encuesta de 2008 hecha a 591 psicólogos con práctica privada descubrió que confían más en su experiencia propia y la de sus colegas que en la ciencia al decidir cómo tratar a un paciente (esto es menos cierto con los psiquiatras, ya que estos médicos reciben un exhaustivo entrenamiento científico). Michel advierte que si se sigue este camino mientras que las aseguradoras demandan una medicina basada en evidencias, la psicología se “desacreditará y marginará ella misma”.
Si la vergüenza pública no ayuda, el equipo de Baker sugiere un nuevo sistema de acreditación para “estigmatizar los programas de entrenamiento y practicantes acientíficos” (la APA dice que el sistema actual exige entrenamiento científico y competencia). Hace dos años, la Asociación por la Ciencia Psicológica lanzó ese sistema para competir con el de la APA. Eso podría generar una nueva generación de terapeutas que apliquen la ciencia, pero no hará algo por quienes ya la practican.
Autora: Sharon Begley
Fuente: herenciageneticayenfermedad
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– Psicología para escépticos. Magufos y criminología
– Historia de la Psicología Forense
– La psicología científica y los cuestionamientos al psicoanálisis
– Terapia de Recuerdos Recuperados y Sindrome de Falso Recuerdo
Es sorprendente que un gobierno, en este caso el de Canadá, financiara entre 1950 y 1960 íntegramente el proyecto de esa máquina, llegando a utilizarla durante casi diez años para hacer una lista de cerca de 9000 nombres de presuntos homosexuales, con la intención de mantenerlos fuera de la administración pública, de la policía y del ejército.
Durante los años ´50 y ´60 del siglo pasado, en plena Guerra Fría, el gobierno pensaba que los funcionarios homosexuales eran un riesgo para la seguridad nacional, ya que si su homosexualidad era descubierta por el enemigo, podrían chantajearlos a cambio de información confidencial y secreta.
Ante esto, el gobierno encargó a la Real Policía Montada del Canadá una campaña para la identificación y despido de todos los homosexuales empleados en el servicio público.
Una serie de imágenes aparecían entonces en el monitor, algunas eran imágenes cotidianas, pero otras eran sexualmente explícitas, de hombres y mujeres.
El sudor y las palpitaciones del corazón ante cada una de las imágenes eran supervisados por la máquina así como, sobre todo, la dilatación de las pupilas que, según recientes estudios de la época, aumentaba en relación directa con el interés hacia una imagen (la idea se basó en un estudio realizado por un profesor universitario estadounidense, que medía el tamaño de las pupilas de los sujetos mientras caminaban por los pasillos de los supermercados)
Si con esto la máquina detectaba una “respuesta erótica” a determinadas imágenes, se suponía que el sospechoso era homosexual.
Al final, el aberrante dispositivo tenía más en común con la pseudociencia y con el azar de las verdaderas máquinas tragaperras que con un aparato de medición científica: los investigadores no tuvieron en cuenta las diferentes distancias entre los ojos de cada sujeto. Además, la cantidad de luz procedente de las fotografías cambiaba con cada diapositiva, haciendo dilatar las pupilas de una manera que no tenía relación con el interés en la imagen; la dilatación de las pupilas era por aquel entonces increíblemente difícil de medir (a veces es inferior a un milímetro)… etc, etc, etc.
No obstante, los resultados de las pruebas de la “fruit machine” se utilizaron para despedir indiscriminadamente a miles de personas durante esos años.
La máquina dejó de utilizarse a finales de la década de 1960, cuando el gobierno canadiense retiró todos los fondos para el proyecto.
A día de hoy, la mayoría de los investigados por la Policía Montada no ha hablado en público sobre el impacto de esta “prueba” en sus vidas.
… Y tampoco nadie, que se sepa, ha sido compensado por la pérdida de su empleo o por la angustia psíquica sufrida.
Fuente: LA ALDEA IRREDUCTIBLE
Bajo licencia Creative Commons
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– Grafología y recursos humanos, pseudociencia del poligrafo …
Las dietas y productos para bajar de peso y los planes a seguir son una gran fuente de ingresos para las empresas que los comercializan. Todos hemos oído decenas de anuncios de productos dietéticos para la pérdida de peso, planes, libros y otros artículos que supuestamente nos ayudarán milagrosamente a perder el peso extra que hemos ganado, con el mínimo esfuerzo posible.
Cada uno de estos programas, libros y productos también se promocionan como que son productos «únicos» y supuestamente respaldados fuertemente por la ciencia y la tecnología.
Estas dietas anunciadas pueden variar desde la publicidad de suplementos dietéticos para quemar grasa y / o calorías sobrantes, ayudas para suprimir el apetito, o incluso que ayudan a bloquear el acceso de los carbohidratos y de grasas al torrente sanguíneo que se almacenarían como grasa o peso adicional. Pero, ¿cómo los consumidores realmente saben que nada de esto realmente funciona?
Una de estas dietas llamada de base científica, de moda, que cuesta una cantidad bastante elevada de dinero, se denomina la «dieta de ADN», y ha estado recientemente en las noticias porque se aprovechan de los clientes, cobrándoles sumas astronómicas de dinero.
El «kit» de ADN que la compañía vende en línea, indica que ha de frotarse en el interior de la boca y enviarlo para un «análisis de ADN», que se devuelve al cliente junto con una recomendación de dieta personalizada..
El costo puede ser entre $ 499 a $ 1000, pero por un año completo de consejo dietético y suplementos de acompañamiento de la dieta puede costar más de $ 1800.
Investigadores afirman que no existe ninguna prueba científica de que este método de consejos para la dieta y los suplementos y los análisis de ADN funcionen, tras poner en duda a las empresas que ofrecen este servicio.
Esta empresa también ofrece suplementos dietéticos caros que son en su mayoría concentrados de vitaminas, algunos analistas sostienen que en realidad pueden causar más daño que bien debido a sus altas dosis.
No sólo eso, el análisis realizado sobre los suplementos dietéticos recomendados mostró que no había diferencia en la fórmula en función de ADNs diferentes, por lo que la idea de que los suplementos en sí son «personalizados, hechos a medida genéticamente», se supone que es falso.
El grupo de investigadores creó catorce clientes falsos y compraron los kits de análisis de ADN a partir de cuatro sitios web distintos. Los participantes completaron los cuestionarios añadiendo la información de distintos clientes, tales como estilos de vida diferentes, grupos de edad, etc,. Todos los cuestionarios se emparejaron con la muestra de ADN de una niña pequeña y un hombre adulto.
Las recomendaciones varían mucho, el primer signo de esto fue unas generalidades poco fiables o, simplemente, análisis falsos, y muchas de las opiniones recibidas son como fumar conduce a enfermedades cardíacas y otros hechos ya bien conocidos.
La investigación está en curso, y no ha habido ningún anuncio de si la empresa se verá obligada a cerrar o cambiar sus métodos y prácticas.
Este es un ejemplo perfecto de por qué el consumidor debe ser escéptico en la compra e investigar sobre la publicidad de los productos dietéticos, o cualquier otra mejora de los productos habituales para esa materia. Nunca se sabe cuando el siguiente producto falso puede aparecer.
Fuente: Good Healty
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Enlaces relacionados:
– Los Polvos de Melendez prohibidos por Sanidad
– Productos milagro. Pseudomedicinas. en España. Legislación.
Oscar es un gato famoso desde que en julio de 2007 apareció en The New England Journal of Medicine (NEJM). David Dosa, médico de un hospital geriátrico de Rhode Island (EE UU), contaba en la prestigiosa revista médica cómo era un día en la vida del felino, cómo recorría las estancias de la tercera planta del centro y tenía un sexto sentido: siempre que un paciente moría, el animal había estado descansando en su cama poco tiempo antes. «Nadie muere en la tercera planta a menos que Oscar le visite y pase un rato con él», escribía Dosa en NEJM.
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Me llama la atención que tanto sagaz periodista no se haya dado cuenta de que existe otra posible explicación con el mismo fundamento que la propuesta por Dosa: que Oscar sea asesino en serie. Imagínense que, en vez de un gato, estamos hablando de un enfermero cuyos pacientes mueren sistemáticamente poco después que él pase un rato con ellos. ¿Qué pensarían, que el enfermero predice las muertes o que se los carga? Que conste que la deducción no es mía, sino de Norm Sperling, miembro de los Escépticos del Área de la Bahía (BAS) de San Francisco. Que mis colegas no la hayan contemplado en sus apasionados reportajes es lógico; de hacerlo, se habrían dado cuenta de la estupidez de la historia del gato que ve muertos.
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Oscar no predice la muerte. Quienes trabajan en el geriátrico están convencidos de que es así, pero están confundidos. ¿Es que el animal sólo se echa cabezaditas en las camas de los que van a morir en pocas horas o que, entre las camas que visita, están esas? ¿Cuánto tiempo pasa en otras camas? ¿A cuántos enfermos visita al día? ¿Está más tiempo con los que luego mueren o con los que siguen vivos? Da la sensación de que estamos ante la típica confirmación de hechos a posteriori, de que, cada vez que muere un paciente, alguien pregunta si se ha visto a Oscar por la habitación y, en ocasiones, alguien responde que ha estado por allí. De ser así, nadie se fija en qué otras habitaciones ha visitado el felino y, de este modo, se eliminan los casos negativos, parece que el gato tiende a prever la muerte. Tampoco sabemos, por cierto, cuántas personas han muerto en el centro -dedicado a la atención de ancianos con Alhzeimer, Parkinson y otras enfermedades incurables-; sólo que el gato ha acertado en cincuenta fallecimientos en cuatro años.
Un estudio serio debería tener en cuenta todo lo anterior y descartar, por ejemplo, que el gato no se queda acurrucado en las camas de los pacientes moribundos simplemente porque no se mueven y no le molestan. Por todo esto, no se explica que una revista seria como NEJM se haya hecho eco de una tontería que sólo debería tener sitio en las revistas esotéricas.
Artículo completo en: Magonia
Hoy ha saltado una noticia que merece la pena reseñar: el Consejo General Médico británico ha finalizado una investigación abierta contra el doctor Andrew Wakefield, que en 1997 vinculó el autismo con la administración de la vacuna triple vírica.
La investigación ha concluido con resultado muy desfavorable para este doctor. Los detalles de la misma pueden [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE] (merece la pena hacerlo). Lamentablemente, el daño ya está hecho. Muchos padres dejaron de vacunar a sus hijos. Incluso, aún después de toda la investigación científica seria que ha descartado cualquier tipo de asociación entre vacuna y autismo, hay muchos padres que siguen desconfiando.
Cuando se siembra la sombra de la sospecha es muy difícil recuperar la confianza. El Dr. Wakefield ha optado por la huida hacia delante reafirmándose en sus teorías. Lamentablemente, muchos lo respaldarán. Vivimos tiempos en los que la conspiranoia y la pesudociencia gozan de muy buena salud.
Fuente: Pediatría Basada en Pruebas
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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Enlaces relacionados:
– Autismo y falsas creencias sobre sus causas y tratamiento
– ¿Está aumentando la prevalencia del autismo?
– Más sobre autismo: sobre intervenciones efectivas y la implicación de los padres
Jim McCormick, quien ha vendido al Gobierno iraquí detectores de bombas basados en el zahorismo por 85 millones de dólares, está siendo investigado por ese fraude por la Policía de Avon y Somerset. Gerente de la firma ATSC, McCormick, de 53 años, se encuentra en libertad bajo fianza después de haber sido arrestado e interrogado. Según informa The Times, cientos de personas han muerto en los últimos meses en Bagdad después de que coches-bomba pasaran sin problemas por los controles de seguridad en los que policías y militares utilizan estos dispositivos para detectar explosivos.
El precio de cada dispositivo de ATSC oscila entre 11000 y 40000 euros. La compañía asegura que pueden detectar «todas las drogas conocidas y sustancias que contengan explosivos» basándose en «la atracción electrostática de largo alcance de iones altamente cargados». Según el fabricante, el dispositivo, llamado ADE 651, consiste en una empuñadura y una varilla, carece de batería u otra fuente de enegía y de componentes electrónicos, se carga al caminar el operador y, si hay explosivos cerca, la varilla apunta a ellos. A partir de esos principios, cabe concluir que se trata de simples varillas de zahorí disfrazadas de equipo de alta tecnología. El problema es que lo que está en juego aquí no es que le saquen los cuartos al ingenuo de turno, sino vidas humanas.
Noticia completa en: Magonia
Para nadie es un secreto que las religiones en todo el mundo han estado estrechamente ligadas con la violencia.
Muertes, asesinatos, sacrificios humanos, guerras y todo tipo de abominaciones han salido de las religiones.
Al respecto, tomado del canal yodiegoalejandro1985 en YouTube el reportaje de Discovery Channel llamado: Religión y violencia. Más allá de Egipto.
Lo triste de todo es que aún continúa ocurriendo como el conflicto religioso en Nigeria, donde han habido enfrentamientos entre musulamenes y cristianos con saldos de cientos de muertos o los sacrificios de niños en África o los terroristas que se inmolan por su dios.
Disfruten:
clic para ver/ocultar (+/-) los vídeos del 2 al 6
Fuente: Piensa… luego existe
Bajo licencia Creative Commons
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Enlaces de interés sobre religiones:
Desde principios y hasta mediados del siglo XIX se creyó que el estudio de las protuberancias óseas del cráneo de una persona revelaba sus talentos y carácter. Este análisis de la psique humana se llamó frenología, y su creador fue el médico austriaco Franz Joseph Gall, nacido en 1758. Darwin y muchos otros hombres de ciencia se interesaron en las teorías de Gall, e incluso la reina Victoria hizo que un frenólogo examinara a sus hijos, para indagar sus probabilidades de éxito posterior.
Después de examinar el cráneo de delincuentes, lunáticos y ciudadanos normales, Gall dividió el cerebro en 37 regiones. Asignó rasgos clave del carácter, como la firmeza, la autoestima y el amor paterno, a la parte superior, y la reserva y la cautela, a un lado del cráneo. Gall sustentaba la teoría de que las protuberancias craneales reflejaban el crecimiento, y, por lo tanto, el mayor desarrollo de diversas partes del cerebro. Sin embargo, la creencia de que se podía «leer en alguien como en un libro» con base en los contornos craneales provenía de un grave error de anatomía que sólo más tarde saldría a luz.
El error de Gall fue creer que el crecimiento cerebral moldeaba al cráneo y que, de tal suerte, los contornos de éste revelaban las facultades mentales. Hoy se sabe que entre el cráneo y el cerebro está el espacio subaracnoideo, que contiene líquido cefalorraquídeo; éste sirve de acojinamiento al cerebro y lo protege del contacto con el cráneo. El cerebro sí tiene regiones que regulan diversas funciones, pero no son las del sistema frenológico de Gall.
El descubrimiento del líquido cefalorraquídeo por parte del médico francés Francois Magendie ocurrió en 1828, el mismo año en que murió Gall. Pero ni eso detuvo el apoyo a la teoría básica de la frenología.
Todavía en 1907 se inventó un frenómetro eléctrico para medir las protuberancias craneales.
En la era victoriana se creía que cuanto más pesado y grande era el cerebro, tanto mayor la inteligencia. La gente estaba encantada con las mediciones del cerebro de personajes famosos. Por ejemplo, los cerebros del novelista William Makepeace Thackeray y del estadista alemán Otto von Bismarck pesaron 1,658 y 1,907 g, respectivamente. Sin embargo, las mediciones del peso cerebral en la autopsia no significan nada, ya que después de la muerte el peso de este órgano aumenta como consecuencia del edema (acumulación de agua en los tejidos).
Fuente: Pulso Digital
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Enlaces relacionados:
– La web de Maco048. Noticias: frenología
– Frenología – Wikipedia, la enciclopedia libre
Puede sonar extraño, pero acabo de descubrir que esa pseudociencia llamada fisionomía (”invento” que debemos a un teólogo llamado Lavater) estuvo a punto de hacer que Robert Fitz Roy (en la foto), capitán del mítico buque Beagle que circunvalaría el mundo durante cinco largos años, dejase en tierra a un joven científico de 22 años llamado Charles Darwin. De haber consumado el hecho, no es aventurado afirmar que lo que estuvo a punto de caer por tierra fue el desarrollo de la propia Teoría de la evolución.
Según leo en Neatorama (y también en Fogonazos), cuando el capitán Fitz Roy estaba a punto de iniciar su expedición a Sudamérica, y temiendo el estrés y la soledad intelectual de tan largo viaje (de hecho este problema provocó el suicidio del capitán que comandó la expedición anterior), pidió a sus superiores que le dejaran embarcar a un caballero científico de buena educación para hacerle compañía. Fitz Roy solicitó un naturalista no remunerado para poder tratarlo como a un igual, y los profesores de Cambridge le recomendaron a un joven de 22 años que vendría a cambiar los cimientos del pensamiento occidental.
Al principio el padre de Darwin se opuso a la idea, ya que tenía planes “religiosos” para su hijo y el viaje sería muy largo. Afortunadamente el tío de Darwin persuadió a su padre, quien no solo le permitió ir, sino que le financió la expedición.
Darwin y Fitz Roy terminaron llevándose estupendamente, gracias a lo cual Darwin descubrió más tarde que estuvo a punto de no ser seleccionado para el viaje.. ¡por culpa de la forma de su nariz!
En sus propias palabras:
“Después de que intimara con Fitz Roy, le escuché decir que estuve en serio riesgo de ser rechazado [como naturalista del Beagle], ¡por culpa de la forma de mi nariz! Fitz Roy era un acérrimo discípulo de Lavater, y estaba convencido que podía juzgar el caracter de un hombre por el perfil de sus rasgos físicos; y dudó si alguien con mi nariz podía poseer la energía y determinación necesaria para el viaje. Pero creo que después de eso quedó muy satisfecho de haberse equivocado con mi nariz“.
Fuente: Maikelnai’s blog
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Enlaces relacionados:
– La teoría del Diseño Inteligente es religión, no es ciencia
– Carl Sagan. La carga del escepticismo
– ¿Por qué Debe Tener Usted Conocimientos Científicos?
– Ciencia de los Orígenes: La teoría del Diseño Inteligente
Casi con orgullo, hay una tendencia exitosa que se ha esparcido por partes de la cultura Americana (y occidental en general) que menosprecia los avances intelectuales y favorece la ignorancia y el ser superficial. Evidente en las redes sociales (como Facebook/Myspace), muchos programas televisivos y en la política, las personas están ahora eligiendo ser ignorantes.
Mientras que el intelectualismo y el pensamiento crítico requieren de trabajo, muchas personas parecen estar contentas con que les digan qué pensar, aceptando dictaduras autoritarias, y la mayoría no se preocupan por aprender cómo pensar.
Puede ser esto un resultado de limitaciones de tiempo en las sociedades modernas donde el desarrollo intelectual se marginaliza para poder tener tiempo para banalidades del día a día que son más fáciles de realizar, o puede ser una cuestión de un autoestima auto destructivo en donde las personas no se sienten con el poder de evaluar aseveraciones y creencias y prefieren, sin hacer nada, creer las aseveraciones de la autoridad sin cuestionarlas.
Sea de líderes religiosos, políticos, maestros, padres, científicos, medios o personalidades de la TV o muchas otras voces de autoridad que existen, la evaluación de aseveraciones se reduce a un factor de carisma de la autoridad quien las emite y la compatibilidad con las suposiciones previamente establecidas.
Siendo la ignorancia una característica que jamás he admirado, y deseando siempre saber más a lo largo de mi vida, es muy difícil para mí comprender o si quiera concebir exactamente dónde se origina ese sentimiento anti-intelectual. Sin embargo, hay individuos con quienes nos topamos diariamente que ridiculizan a la ciencia, la investigación o la simple curiosidad, y prefieren expresar un sentimiento que he escuchado de muchos individuos, “¿Qué importa? ¿A quién le interesa?”.
Por razones inexplicables, siempre ha importado según mi entendimiento del mundo. Creer por creer, o la “aceptación ciega” es intelectualmente floja y deshonesta. No digo saberlo todo, me gustaría continuar aprendiendo hasta que muera, y no dudaría en admitir cuando he seguido alguna lógica equivocada.
No siempre ha existido una cultura prevaleciente de flojera mental. Uno puede ver diferentes épocas como el renacimiento o inclusive tan recientes como la carrera espacial para ver tiempos cuando la cultura valoraba el intelecto, la duda y el pensamiento crítico.
¿A dónde se ha ido esta cultura? Y más importante… ¿porqué?
Enlaces de interés:
– La ciencia y el método científico
La gran mayoría de las personas del planeta no ha cometido asesinatos en su vida. El asesinato es un delito muy grave, pero poco frecuente en términos absolutos. Esto quiere decir que si escogemos a una persona al azar en todo el mundo, es bastante probable que dicha persona no haya cometido un asesinato. De hecho, cuando un asesinato llega a los medios de comunicación, los vecinos y allegados son los primeros sorprendidos. Por decirlo de alguna manera, «no es normal» que alguien sea un asesino.
El hecho de haber asesinado a alguien puede traer consigo consecuencias muy graves: privación de libertad (cárcel) por varios años e incluso, en algunos países, la pena de muerte. Por ese motivo, y dado que «lo normal» es que una persona al azar no sea una asesina, debe exigirse la presunción de inocencia: eres inocente salvo pruebas contundentes que certifiquen que has cometido un asesinato. De lo contrario, nos veríamos de nuevo sumergidos en la Edad Media, donde los acusados eran culpables «de partida» y tenían que probar su inocencia. Quien dice asesinato, dice cualquier otro delito.
Esta presunción, lógica y razonable, no se aplica en el campo de lo paranormal. Es más: los «profesionales» del ocultismo se niegan a que así sea: niegan la presunción de inocencia.
¿Cómo? Exigiendo que se admita sin pruebas la existencia de su «objeto de estudio» (lo que se conoce como «falacia de petición de principio»).
Para estudiar algo, ese «algo» primero debe existir. Los médicos estudian el cuerpo humano y la cura de las enfermedades que lo aquejan porque existen tanto el cuerpo humano como esas enfermedades. Los físicos estudian, por ejemplo, la gravedad, porque existe la gravedad. Los biólogos estudian los mecanismos de la evolución porque la evolución es un hecho. Los mercaderes del ocultismo «estudian» lo paranormal, pero nunca han dado pruebas de que aquello que estudian, exista. Es más: tal y como vimos en el artículo «El problema de las definiciones en negativo», ni siquiera tenemos claro cuál es exactamente su «objeto de estudio».
Vamos a ver un ejemplo con la telepatía. La telepatía es, según afirman los «estudiosos» de lo paranormal, la capacidad de transmitir el pensamiento a otra persona de manera instantánea, independientemente de la distancia a la que estén ambas personas, «emisor» y «receptor», a través de unas «ondas telepáticas». De ser cierto que existe la telepatía, se estarían violando varias leyes físicas sólidamente establecidas. Sostener que la telepatía existe es señalar a las leyes físicas que explican el mundo real como culpables de no explicarlo en absoluto, pasando de puntillas sobre el hecho de que es la telepatía la que debe acreditarse debidamente como fenómeno «medible». ¿Deben las leyes físicas «demostrar su inocencia» y repetirnos por enésima vez por qué están establecidas? ¿O es la telepatía quien debe demostrar por qué fallarían las leyes físicas que la hacen altamente improbable?
Como podemos ver, en esta situación se da la perversión lógica de hacer a la física culpable hasta que se demuestre lo contrario. Si la física fuera una persona, estaría condenada a cadena perpetua por un delito que no ha cometido. En algunos países, condenada incluso a la silla eléctrica por un delito del que no hay una sola prueba.
Porque no hay una sola prueba de la existencia de la telepatía, o dicho de otra manera, de que la telepatía sea un fenómeno real.
Tal vez hayan hablado al lector de estudios científicos donde se ha demostrado la existencia de la telepatía de manera controlada en un laboratorio. Habría que matizar: ha habido estudios más o menos chapuceros que se han hecho de forma desaseada y que, por tanto, no demuestran nada. Cuando se ha criticado su metodología, o la falta de precauciones tomadas contra posibles trampas, la defensa se ha centrado en repetir «todos somos de fiar, nadie querría manipular los resultados» y no en adoptar la actitud de «mira lo que dicen las cifras y vamos a ver si volvemos a conseguirlas con los mecanismos de control adicionales que sugieres».
El lector interesado puede consultar en las siguientes direcciones web:
http://spanish.skepdic.com/parapsicologia.html
http://www.cicap.org/en_artic/at101003.htm
o bien en el libro «La ciencia. Lo bueno, lo malo y lo falso» de Martin Gardner, capítulos 12, 13, 19 y 21 (editorial Alianza).
Artículo completo en: círculoescéptico
Un tribunal de Estados Unidos encontró culpable a Dale Neumann de la muerte de su hija de once años, enferma de diabetes, quien falleció en el suelo de su casa mientras sus padres rezaban con un grupo de personas por su recuperación, en vez de llevarla al hospital.
Neumann, de 47 años, quien en el pasado estudió para ser pastor de la iglesia evangélica pentecostal, dijo ante el tribunal que nunca pensó que su hija moriría porque estaba seguro de que Dios curaría a su hija.
La pequeña Madeline murió en su casa de Wisconsin (norte de EE.UU.) a causa de una diabetes no diagnosticada, que según indicaron varios médicos durante el juicio hubiera tenido cura con la atención adecuada.
La fiscalía alegó que sus progenitores deberían haberla llevado urgentemente al hospital, puesto que la niña no podía andar, hablar, comer o beber.
Noticias completa en: Noticias Religiones. Hechos que muestran la irracionalidad de las religiones
Desde hace tiempo los filósofos de la ciencia están embarcados en elucidar lo que llaman el criterio de demarcación, o cómo distinguir la ciencia de la religión y la pseudociencia. O decidir si cosas como la teoría de cuerdas no son más que un simple abracadabra matemático.
No se ha encontrado un criterio inequívoco, y seguro que va para largo, pero creo que puedo ofrecerles una regla sencilla para aplicar en el caso en que no estemos seguros de que algo sea ciencia de pega: si los críticos han sido demandados ES una pseudociencia.
Ejemplos los tenemos a docenas. El periodista Luis Alfonso Gámez fue demandado por el escritor J. J. Benítez por tachar de sandeces afirmaciones como que Jesús estuvo en el Coliseo romano o que hombres y dinosaurios compartieron mesa y mantel. También el periodista Juan Cavanilles fue demandado por el paranormalista Pedro Amorós por denunciar el fraude de las nuevas caras de Bélmez. Y, hace unos años, una asociación de naturópatas me amenazó con una demanda si no me retractaba por haber escrito que la naturopatía no es más que un sistema de creencias basado en un misterioso principio vital diferente de las fuerzas fisicoquímicas.
Ahora, el escritor científico Simon Singh ha sido demandado por la Asociación Británica de Quiroprácticos porque ha cuestionado la validez de sus prácticas basadas en la afirmación no demostrada de que la mayoría de las enfermedades son debidas a subluxaciones de la columna vertebral.
Dicho de otra forma: criticar la validez científica de una terapia o unas afirmaciones de claro tinte paranormal puede llevarte a los tribunales. Su incapacidad por demostrar lo que dicen, y el hecho de que alguien se lo señale, se convierte en una agresión a su honor. Estamos ante una perversión de un sistema que permite usar la ley para acallar la crítica. ¿Saben lo más irónico? Ellos, que reniegan una y mil veces de “la ciencia”, se sienten insultados cuando se les critica usando los métodos que tanto denigran. Cosas veredes…
Autor: Miguel Ángel Sabadell
Fuente: Soitu
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La caligrafía del presidente del Gobierno sirve de excusa al prolífico César Vidal, en el último número de Época, para decir que José Luis Rodríguez Zapatero es un «acomplejado», un «torpe para relacionar ideas», un «autoritario», un «materialista descarnado», un «receloso -e incluso envidioso- de la gente de talla»… Cinco páginas de insultos y descalificaciones gratuitas a la que el director de la revista, Carlos Dávila, intenta otorgar una inmerecida credibilidad presentando a Vidal como «el segundo autor español que más vende» y su reportaje como «una interpretación grafológica de la personalidad del presidente».
El estudio grafológico de Vidal revela, en realidad, la ignorancia supina de quien lo ha hecho y de quien lo ha publicado. Que un autor venda muchos libros no implica que lo que escriba y diga sea cierto, como muy bien saben los lectores de los traficantes de misterios paranormales. El escritor y locutor de la cadena radiofónica de los obispos es un creacionista declarado, un individuo convencido de que el Diluvio Universal, el Éxodo y otros episodios ficticios del Antiguo Testamento son hechos históricos. Su saber grafológico tiene el mismo fundamento real que la historia bíblica de Adán y Eva, porque la interpretación de la personalidad por la caligrafía es una patraña equiparable a la astrología. Y que Vidal sea «un experto grafólogo» -desconocía esta faceta- es lo mismo que decir que es un experto lector de las arrugas del culo o de los posos del café.
Los grafólogos aseguran que pueden deducir la personalidad de alguien a partir de los rasgos de su escritura, pero lo cierto es que no lo hacen. Los estudios controlados han demostrado que, si no cuentan con más información que la letra impresa, los grafólogos no aciertan sobre el autor de un texto más que los legos. Es decir, lo obvio. La grafología es una pseudociencia que, lamentablemente, se utiliza en ocasiones para la selección personal y que suele salir en los periódicos en épocas electorales a través de la comparación de los rasgos de las firmas de los contendientes, como sucedió en mayo de 2008 durante la carrera hacia la Casa Blanca.
El análisis de la letra del presidente que publica Época resulta insultante para cualquiera con dos dedos de frente porque el fundamento es una superchería equiparable a la lectura de las líneas de la mano. Tiene, además, el análisis de Vidal momentos dignos de incluirse en una antología del disparate. Mi preferido es cuando dice respecto al «notable autoritarismo que se refleja, por ejemplo, en algunas de las tes» del jefe del Ejecutivo: «Se suele denominar a esta te específica la «te del brazo en alto», porque de manera muy peculiar recuerda el saludo fascista y, a la vez, es un signo de autoritarismo». ¡Ahí queda eso!
Considera el grafólogo al sujeto de su infundio -lo sería también si el blanco hubiera sido Mariano Rajoy, Juan José Ibarretxe, Cayo Lara om cualquier otro político- un tonto irrecuperable, un incapaz. A juicio de Vidal, «la enorme dificultad que sufre el autor del texto (Rodríguez Zapatero) para ligar unas letras con otras» lleva a pensar que para él «supone un enorme esfuerzo -esfuerzo que no garantiza el éxito- ver la relación que pueda existir entre dos ideas distintas, por muy cercanas y próximas que le parezcan a la mayoría de las personas». Y concluye el multititulado firmante de libros de éxito: «Sin grandes dotes intelectuales, aunque tampoco pueda decirse que sea un estúpido, el sujeto analizado no parece que pueda aspirar a compensar esa carencia con la constancia del trabajo -a decir verdad, es muy irregular en el cumplimiento de sus tareas- ni tampoco con asesores de valía que le dispensen su ayuda».
Que una tontería así sea el tema de portada de una revista de información política da que pensar, ¿no?
Fuente: Magonia
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