Vídeo muy interesante y explícito.en Curioso pero inútil
Los teléfonos móviles están por todas partes: según la empresa de investigación de mercados IDC, el año pasado se vendieron 825 millones. Y no sólo sirven para marcar números. Al aumentar su memoria y contar con herramientas de organización cada vez más complejas y cámaras de más calidad, su papel en la vida de casi todo el mundo —incluidos los delincuentes— va en aumento.
Traficantes de drogas, violadores y asesinos de todo el país han sido atrapados en parte gracias a los artefactos electrónicos que llevan. Pero recabar pistas e indicios de la tecnología móvil no es fácil.
A diferencia de los ordenadores personales, que en un 90% de los casos o más utilizan el sistema operativo Windows, el funcionamiento de los móviles se basa en un confuso embrollo de programas que varía según el fabricante, incluso el teléfono. Con frecuencia, los datos están ocultos o codificados. Y, mientras un móvil esté conectado a su red celular, siempre cabrá la posibilidad de que su historial de llamadas y sus mensajes de texto sean borrados, a propósito o no.
Hasta hace bien poco, las comisarías no habían empezado a instruir a los investigadores en la delicada labor de realizar pesquisas con fines forenses en el mundo de la electrónica móvil. “Es una mina de información”, afirma Lee Reiber, un agente de policía de Boise, Idaho. “Pero las fuerzas de la ley siguen yendo muy por detrás de las tendencias”.
Reiber, de 34 años, es desde hace alrededor de un año el especialista en recuperación de teléfonos móviles de la comisaría de Boise. Suele comenzar su investigación aislando el mecanismo electrónico que se cree implicado en un delito.
En ocasiones, los sospechosos o sus cómplices saturan de llamadas o mensajes los teléfonos interceptados, y borran así notas o números incriminatorios de la memoria del aparato, que sólo puede almacenar una determinada cantidad de información. La conexión a la red descarga la batería, de modo que cuando Reiber llega al lugar del delito, guarda el teléfono en una “bolsa de Faraday”, un recipiente hecho de un tejido que combina cobre, níquel y plata, e impide que el teléfono realice o reciba llamadas.
Cuando regresa a su oficina, Reiber trata de volcar todo lo almacenado en el móvil a un ordenador, donde puede analizar la información. El proceso puede resultar tedioso. Los artefactos portátiles carecen de cables o puertos ormalizados, y los fabricantes utilizan decenas de conexiones distintas. Reiber debe almacenar cientos de cables para mantenerse al corriente de esa sorprendente variedad. La gama de sistemas operativos que hace funcionar esos aparatos es tan amplia como los cables que los conectan, de modo que no existe un único programa que el investigador pueda utilizar para extraer los datos.
Amber Schroader, experta en móviles y ordenadores de bolsillo y directora general de Paraben Forensics, el fabricante de los programas de extracción de información más conocidos, afirma que su empresa puede elaborar un nuevo sistema operativo más o menos en una semana. “Pero, en cualquier caso, sigue habiendo demasiados teléfonos”, señala. “Y los fabricantes funcionan como las familias. El hecho de que puedas hablar conmigo no significa que puedas hablar
con mi prima de Suiza. Probablemente, ella hable otro idioma”.
Pero, incluso con el programa forense y el cable adecuados, extraer datos de un móvil puede ser peliagudo. Varias empresas de telefonía móvil utilizan un código de bloqueo maestro de seis dígitos para impedir que sus aparatos se conecten a la red de otras empresas. En realidad, lo que consigue el código es hacer que muchos de los archivos de los móviles sean invisibles para los investigadores. El resultado es el mismo cuando un sospechoso bloquea su teléfono con un número de identificación personal, o PIN (siglas en inglés). “Cuando ocurre eso, es como toparse con un muro de cemento de dos metros coronado por alambre de espino”, dice Schroader. “No se puede saltar”.
Con una orden judicial, los investigadores obtienen un código del fabricante para desbloquear el PIN. El móvil suele contener una increíble cantidad de información: mensajes de texto borrados, largos historiales de llamadas o fotos películas realizadas hace tanto tiempo que quizá hasta el usuario ni las recuerde. “Son oráculos de información”, declara Richard Mislan, catedrático del centro de cibernética forense de la Purdue University. “Hay muchas cosas predecibles de una persona partiendo de lo que hay dentro”.
Hace poco, Reiber ayudó a capturar a un presunto traficante de drogas, después de hallar en un artefacto portátil fotos de plantas de marihuana y aperos de cultivo, así como un mensaje que decía al sospechoso: “Queremos lo mismo que la última vez. ¿Puedes conseguirlo? 40 dólares”. Partiendo del móvil, los agentes registraron el coche y la casa del sospechoso y encontraron casi 100 gramos de marihuana, bolsas y básculas. “Sin móvil no hay vehículo, ni casa, ni redada”, afirma Reiber. “Fue la clave”.
Fuente: ElPais.es