Esa es la proyección de un estudio realizado en once ciudades del país, en el que se conocieron las historias de 2.117 menores, muchos de los cuales tenían entre 9 y 12 años de edad.
Entre las nuevas dinámicas de este delito están el consumismo, el desarrollo de las tecnologías y la falta de educación sexual de los menores.
La investigación, denominada ‘Escenarios de la infamia. Explotación sexual de niños, niñas y adolescentes’, se desarrolló en Arjona, Malagana, Sabanagrande, Soledad, Malambo, Montería, Sincelejo, Quibdó, Medellín, Cali y Cúcuta.
En esos sitios, los niños también son víctimas de desplazamiento, violencia, conflicto armado y pobreza, un terreno abonado para el crecimiento de la problemática. Eso han encontrado las tres instituciones que financiaron el estudio (las fundaciones Plan, Antonio Restrepo Barco y Renacer) y que trabajan por el bienestar de las comunidades y hacen propuestas para hallar soluciones efectivas.
Precisamente, con el estudio quedó en evidencia que estos factores favorecen la ocurrencia de la explotación sexual comercial de los niños. Y el papel preponderante de los grupos al margen de la ley en el delito es uno de los elementos que más preocupó a las instituciones.
«Existen dinámicas nuevas para explotar a los niños. Cada vez son más pequeños y hay más violencia en sus historias», explica Stella Cárdenas, directora de la fundación Renacer y coordinadora de la investigación que duró año y medio, y cuyos resultados son compartidos por el Icbf.
Los delincuentes «manejan las redes y actúan como clientes -cuenta Carolina Borda, quien participó en la investigación-. En Medellín, por ejemplo, les piden plata para dejarlos estar en un sitio. Los niños hombres están en una parte, y en otra, las niñas. Los que no pagan deben tener relaciones con ellos o, de lo contrario, los amenazan».
Las poblaciones que han sufrido el desplazamiento son las más vulnerables y, entre ellas, indígenas y afrodescendientes.
«En Montería, Sincelejo y Quibdó se aprovechan de la inocencia de las niñas indígenas desplazadas -dice Cárdenas-. Muchos proxenetas pagan la dote para casarse con ellas, las llevan a otros sitios donde las prostituyen y después las devuelven diciendo que no sirvieron como esposas. Esas niñas son rechazadas por la comunidad. Los indígenas no denuncian porque no conocen nuestras leyes».
Principales hallazgos
Por las condiciones de pobreza los niños acuden al rebusque de comida y dinero o a la venta de productos en plazas de mercado, calles y carnicerías que es aprovechado por proxenetas y pedófilos.
Se encontraron casos de pequeños que a cambio de vender la mercancía con que ayudan al sustento de sus casas, se dejan tocar o tienen relaciones sexuales con adultos.
Taxistas, peluqueros, soldados, turistas, miembros de los grupos ilegales, camioneros y vendedores de plazas son los principales abusadores.
Exceptuando Malagana (Bolívar), en las ciudades analizadas se encontraron niños víctimas de la explotación sexual asociada al desplazamiento.
Pero en esta población son frecuentes los matrimonios serviles: menores son entregadas para las labores domésticas y sexuales a cambio de un pago mensual para sus familias. También se encontraron casos de niños que les compran las onces a sus compañeras para tener sexo con ellas.
En Medellín, Cali y Cúcuta la pornografía infantil es más fuerte. Los pedófilos pueden conseguir, entre los que venden películas piratas, DVD por 3 mil pesos o hacer su propio DVD en un café internet por 30 mil pesos.
La explotación de niños hombres que no tienen clara su sexualidad es constante. Hay pequeños de 10, 11 y 12 años vestidos como mujeres, incluso que han sido inyectados con hormonas.
Fuente: ElTiempo.com
Las agresiones hacia las personas mayores son más frecuentes en el seno familiar, lo que hace que estas situaciones no se denuncien El miedo, la agitación y la falta de comunicación pueden alertar de este fenómeno
Entre cuatro y cinco de cada cien personas mayores en el mundo son víctimas de los malos tratos. La violencia procede, en la mayoría de los casos, de personas a las que quieren y en las que confían, por lo que estas situaciones tienden a permanecer solapadas porque no se denuncian. En ocasiones, el maltrato es también institucional, lo que provoca una gran indefensión en la persona que lo padece.
Que el maltrato a las personas mayores sea considerado como un problema social es el objetivo de la guía recientemente editada por la Fundación Viure i Conviure, en colaboración con la Cruz Roja. La publicación pretende prevenir y dotar de las herramientas necesarias para actuar contra los malos tratos en la tercera edad.
La guía, elaborada por dos médicos, una psicóloga, una trabajadora social y un abogado, explica las circunstancias que conducen a este fenómeno y los diferentes tipos de maltrato que existen y entre los que también se incluye la negligencia por no cubrir las necesidades básicas de la persona mayor ya sea intencionadamente o no. Además, define el maltrato físico, el psicológico, el económico y el abuso sexual.
Lo complicado es que los mayores tienen mucho temor a denunciar. Lo que más les cuesta es hablar sobre el abuso financiero, porque, en general, quien les roba es alguien querido y les da vergüenza, lo quieren proteger. Además, los ancianos suelen tener la autoestima muy baja y sienten que es normal que les pase eso.
Los autores de esta guía explican que los abusos se pueden dar en el ámbito doméstico, en el institucional o en el social y destacan la importancia de que las personas mayores sepan que disponen de recursos para protegerse y prevenir estos abusos.
Señales de alarma
Moratones, fracturas, quemaduras, dolor al ser tocado, heridas, desprendimiento de la retina, ausencia de pelo o sangre en el cuero cabelludo, entre otros factores alertan de que el mayor pueda estar sufriendo maltrato físico.
Además, existen una serie de conductas menos evidentes que hacen sospechar, por ejemplo los cambios repentinos de conducta, el miedo inexplicable, la ansiedad, la depresión, la impotencia, la indecisión para hablar abiertamente, ser poco comunicativo, la falta de contacto visual y la agitación permanente. Todos ellos son indicadores del maltrato, que también puede ser psicológico.
Los patrones irregulares de gastos o retiradas de dinero injustificadas, los cambios repentinos en el testamento, la falta de utensilios de higiene personal, la inclusión de nombres adicionales en las cartillas bancarias y la inclusión en cheques y documentos, son algunas de las señales del abuso económico.
Fuente: LaVerdad.es