Según un artículo publicado en la revista Journal of Material Science, el Dr Andrew McDonagh comenta el logro obtenido con sus colegas del Centro de Ciencia Forenses de la Universidad Tecnológica de Sydney (UTS).
Los mismos han obtenido una especie de polvo basado en nanopartículas de oxido de zinc, donde las mismas abren una nueva puerta para aquellos agentes que combaten el crimen, la cual les da mejores y eficaces huellas digitales, incluso en superficies húmedas.
Según comenta McDonagh, las técnicas convencionales para la detección de huellas digitales, revela a las mismas pegándose a los residuos oleaginosos que quedan en la superficie, pero no siempre son exitosas.
Esta nueva técnica respaldada con la ciencia nanotecnológica, provee mayor eficacia a la hora de descubrir determinadas huellas, incluso en superficies difíciles de recuperar o cuando ya parte de la huella a sido limpiada.
Se han realizado pruebas, donde el equipo de McDonagh ha usado esta nueva técnica basada en nanopartículas de oxido de zinc, en colaboración con la Policía Federal australiana.
Fuente: Euroresidentes
Cada año casi 800.000 personas mueren en el mundo a causa de la violencia, y de éstas, más de 500.000 pierden la vida por culpa de la criminalidad en lugares donde no hay guerra, según un estudio de Naciones Unidas presentado hoy.
El informe, titulado «La carga global de la violencia armada» y realizado por el Instituto de Control de las Armas Ligeras, muestra como dos tercios del total de muertes violentas que se producen en el mundo se da en países en que no hay una guerra declarada.
Según el estudio, la pérdida de éstas vidas no sólo tiene consecuencias para el desarrollo social de los países donde ocurren, sino un inmenso peso en la economía nacional.
Está comprobado que los conflictos en lugares donde no hay guerra reducen su producto interior bruto en un 2 por ciento anual.
De hecho, el informe considera que éstas muertes causan una pérdida global en el mundo de 163.000 millones de dólares al año.
Además, según los cálculos de los expertos, el costo global de la violencia armada es de unos 400.000 millones de dólares anuales.
Sudamérica, Centroamérica y la región sudafricana son las tres zonas donde más muertes se producen por violencia armada sin que haya guerras declaradas.
En Latinoamérica y en Africa, la violencia armada es la séptima y la novena causa de muerte.
El informe destaca que países como El Salvador, Jamaica o Sudáfrica tienen niveles de homicidios extraordinariamente altos, tanto que son mayores que en algunos de los países que están en guerra.
América Latina es la segunda región del mundo con mayor nivel de homicidios, con unos índices que superan con creces la media global.
La región con más alto índice de homicidios es Africa, pero el informe pone de manifiesto que existen 16 conflictos armados en ese continente, mientras en Latinoamérica sólo hay dos.
Según los investigadores, el índice de homicidios por 100.000 habitantes en Centroamérica es de 29,3, en Sudamérica del 25,9, y en el Caribe de 18,1.
La media mundial se sitúa en el 7,6 por 100.000 habitantes.
El informe pone el ejemplo de Venezuela y El Salvador, que cuentan con índices de violencia de 37 y 59 por 100.000 habitantes respectivamente.
«El tráfico de drogas, la actividad criminal, y las bandas juveniles desempeñan un importante papel en el aumento del índice de homicidios», indica el informe.
Agrega que «el comercio de drogas alienta la criminalidad en numerosos aspectos, a través de la violencia ligada al tráfico, al normalizar un comportamiento ilegal, y al contribuir a la disponibilidad de armas de fuego».
De hecho, las armas son una pieza clave en los conflictos, dado que aproximadamente el 60 por ciento de las muertes violentas se cometen con armas de fuego.
En Centroamérica este índice se eleva hasta el 77 por ciento.
Otro de los aspectos que destaca el informe son las consecuencias terceras que causa esta violencia. En los últimos años una media de 200.000 personas han muerto en el mundo por causas indirectas al conflicto, como enfermedades curables o malnutrición.
Asimismo, el informe recoge que en el 2007 se reportaron 1.425 casos de secuestros en el mundo.
El informe surge de un proyecto conjunto del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de Suiza.
En el 2006 se constituyó la Declaración de Ginebra sobre Violencia Armada y Desarrollo que busca reducir ostensiblemente el número de muertes por violencia armada en el mundo.
Hace dos años firmaron la declaración 42 estados y a día de hoy ya son 94 los que la han adoptado, por lo que se han comprometido a reducir los niveles de violencia en sus países antes del 2015, fecha en que tienen que cumplirse los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Fuente: Caracol.com.co
A raíz del desgraciado accidente de Barajas ha vuelto a hablarse de identificación de cadáveres y ha surgido un tema que me parece interesante y cuya importancia ha ido creciendo en los últimos años por diversas aplicaciones. Se trata de los análisis de ADN mitocondrial.
¿Qué es el ADN mitocondrial exactamente y qué lo hace tan especial? Ya en la escuela nos enseñan que el ADN de las células se encuentra en el núcleo, que todas las células de nuestro cuerpo tienen el mismo ADN y que este ADN es aportado por nuestros padres (la mitad de nuestros cromosomas provienen de nuestra madre, la mitad de nuestro padre). Y no hay dos individuos que posean el mismo ADN, éste nos hace diferentes a unos de otros.
Las células animales poseen unos compartimentos internos, llamados orgánulos celulares, que se encargan de realizar tareas específicas en la célula. Uno de estos orgánulos es la mitocondria, cuya función más importante es la respiración celular, es decir, oxidar compuestos orgánicos para conseguir obtener energía.
Las mitocondrias poseen varias características importantes que las hace un poco diferentes del resto de los orgánulos de las células animales. Por ejemplo, son orgánulos de doble membrana, poseen una envoltura exterior y una envoltura interior. Pero la característica más sorprendente y diferencial es que poseen su propio ADN.
Se trata de un ADN circular de pequeño tamaño, posee alrededor de 16570 pares de bases, frente a los aproximadamente 3000 millones de pares de bases del ADN nuclear. Y posee 37 genes, mientras que nuestro ADN nuclear posee más de veinte mil.
Además, se da una circunstancia curiosa. Aunque tanto óvulo como espermatozoide poseen mitocondrias, durante la fecundación el espermatozoide solo aporta al zigoto su núcleo, su ADN, siendo desechado la mayor parte del citoplasma del espermatozoide y con él, sus mitocondrias. Y aunque consiguiese colarse alguna, pronto será desechada.
Por lo tanto, en un individuo todas sus mitocondrias derivan de las mitocondrias del óvulo, es decir, de las mitocondrias de la madre. Y por eso, todas sus mitocondrias tendrán una réplica del ADN mitocondrial de la madre, idéntico salvo por posibles mutaciones, que si se diera el caso serían absolutamente puntuales.
Nuestras mitocondrias, por tanto, nos anclan a una línea familiar materna. Por nuestro ADN mitocondrial podremos determinar no sólo quién es nuestra madre, sino también si pertenecemos a determinada línea familiar, ya que el ADN mitocondrial va pasando de madres a hijos, sin que el ADN aportado por los varones provoque ningún tipo de interferencia.
El uso de ADN mitocondrial para identificaciones tiene varias ventajas. Por un lado, una sola célula pose, normalmente, varias docenas de mitocondrias, cada una de ellas con varias copias de su ADN mitocondrial (alrededor de cinco). Resulta, por lo tanto, relativamente fácil de recuperar aunque el tamaño de muestra de tejido ser reducida. Además, el ADN mitocondrial procede solo de la madre y no ha sufrido recombinación, que es el proceso que provoca que no existan dos óvulos y dos espermatozoides iguales y que, por lo tanto, no existan dos individuos con el mismo ADN nuclear idéntico (salvo los gemelos homocigóticos y los individuos clonados, si los hubiese). Por último, el ADN mitocondrial es de pequeño tamaño, fácil de manejar, con pocos genes y una región específica ampliamente polimórfica (muy variable) que permite discernir entre individuos que pertenecen a una misma línea familiar.
Por estas razones el ADN mitocondrial se usa en identificaciones tras catástrofes (como el caso de accidentes de avión), en la que las muestras de tejido bien conservado escasean y en la que no importa determinar la paternidad, sino la pertenencia a una línea familiar (no es necesario comparar directamente una madre con una hija o un hijo, también sirven, por ejemplo, comparaciones con hermanos). Y en análisis en los que se requiera demostrar la pertenencia a una línea familiar sin que sea determinante demostrar una paternidad. Así que, si siempre sospechó que usted deriva de una línea familiar ilustre, el ADN mitocondrial puede ser su argumento.
Fuente: eciencia
Las investigaciones realizadas a lo largo de los dos últimos siglos han demostrado la efectividad de varios protocolos para prevenirlos.
Según un estudio, el 85 por ciento ocurre en los países de bajos y medianos ingresos.
Los autores del estudio afirman que los países pobres pueden mejorar considerablemente la prevención de los intentos repetidos de suicido mediante breves sesiones de información y educación del paciente, después de que éste haya intentado acabar una vez con su vida, según publica el último número del Boletín de la Organización Mundial de la Salud.
Según datos de la OMS, en 2002 hubo 877.000 muertes por suicidio en el mundo y, de ellas, el 85 por ciento tuvieron lugar en los países de bajos y medios ingresos.
El número de intentos de suicidio, según estos datos, puede llegar a ser hasta 40 veces mayor que los suicidios conseguidos.
De hecho, las heridas autoinfligidas representaron en 2002 el 1,4 del total de las enfermedades tratadas, y se espera que la cifra se incremente hasta el 2,4 por ciento en 2020.
El suicidio se encuentra entre las tres causas principales de fallecimiento entre la población de edad comprendida entre los 15 y los 34 años.
Con todos esos datos, los autores efectuaron una investigación entre enero de 2002 y octubre de 2005 en cinco países de muy distinto contexto cultural: Brasil, India, Irán, China y Sri Lanka, para el cual reclutaron a 1.867 personas que habían intentado suicidarse.
«Las personas que intentan suicidarse y no lo consiguen terminan con frecuencia en las salas de urgencias de los hospitales. Pero en los países de bajos y medianos ingresos, si no hay complicaciones (de salud), los pacientes son dados de alta después de ser tratados de sus heridas, sin ser derivados a los servicios de salud mental», explicó una de las autoras, Alexandra Fleischmann.
«Sin embargo -agregó- si proporcionamos al paciente información y le hacemos un seguimiento con simples llamadas telefónicas, se pueden evitar nuevos intentos y se pueden salvar vidas».
Los pacientes que participaron de forma voluntaria en el estudio, reclutados en los servicios de urgencias de los hospitales colaboradores, fueron sometidos de forma aleatoria a dos tipos de tratamiento: o bien el habitual (tratar las heridas físicas) o bien el habitual más una intervención psicológica consistente en una sesión breve de información y una serie de contactos de seguimiento.
En el grupo sometido al tratamiento más completo (con el seguimiento de ayuda), la tasa de defunciones por suicidio fue significativamente menor (0,2 por ciento) que en el grupo tratado de forma habitual (2,2 por ciento).
Fuente: EFE