Jorje Baltá studió Ciencias Políticas y, desde hace 10 años, este barcelonès (1976) colabora como voluntario de Amnistía Internacional, de la que es vicepresidente en Catalunya. Amnistía, junto con la Comunidad de San Egidio y el Ayuntamiento de Barcelona, impulsa hoy la jornada internacional Ciutats per la vida, para recordar la inutilidad de la pena de muerte.
–¿En qué consiste esta jornada?
–Es una movilización colectiva para evitar la pena de muerte. Se iluminan los edificios más representativos de cada ciudad. La jornada conmemora que un 30 de noviembre de 1786, el Gran Ducado de la Toscana abolió este castigo.
–¿En cuántos países se mantiene la pena de muerte?
–Cada vez son menos. El año pasado solo en 24 países se ejecutó a alguna persona, pero hay ejecuciones secretas, como pasa en China.
–Algunos estados pretenden recuperar la pena de muerte, sobre todo allí donde hay mucha violencia.
–Hay momentos de gran tensión social en los que es más fácil que se planteen estas demandas, pero la pena de muerte no resuelve nada. No se ha demostrado ni que resulte disuasoria ni que evite más crímenes.
–¿Por qué hay que rechazarla?
–Porque es una violación al derecho a la vida de una forma brutal. Además, cuando se ejecuta nunca se puede estar seguro de que la persona no sea inocente, y es irreversible.
–¿Incluso a Sadam Husein?
–Sí. Amnistía Internacional estuvo en contra de su ejecución y siempre pidió que fuera juzgado. Porque la pena capital no sirve para nada. Es necesario que el Estado investigue y sancione a quienes delinquen y, sobre todo, que apoye a las víctimas.
–¿Y las estadísticas?
–En el 2007 se registraron 1.250 ejecuciones.
–¿Más hombres o mujeres?
–Quizá hombres, pero por determinados delitos hay más mujeres, como por adulterio en Somalia.
–¿En qué países?
–La situación más grave se da en China. Alguien ha dicho que se ejecutaban a más de 5.000 personas al año, pero no está comprobado. También son preocupantes Irán, Arabia Saudí, Pakistán y EEUU.
–¿Qué significa pedir una moratoria general?
–Parar todos los procesos de ejecución y modificar las leyes para reducir delitos que pueden ser sancionados con la pena de muerte.
–Actualmente hay un español sentenciado en Florida
–Sí. Pablo Ibar. Se está pidiendo al gobernador de Florida que fije una moratoria. EEUU ejerce una gran influencia y legitima a otros países. El año pasado fue el único estado de toda América donde hubo ejecuciones.
Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
Las brujas siempre han existido, al menos en el imaginario colectivo. Pero su persecución y quema no es propia de la Edad Media ni exclusiva del catolicismo de los países del sur de Europa. Las ejecuciones en las plazas públicas coincidieron con el Renacimiento y el Siglo de Las Luces. Más importante aún: fue el miedo colectivo el que creó a estos personajes y no al revés.
Estas son algunas de las conclusiones de un estudio inédito del ruso Yuri Lotman, difundido ahora en España por el semiólogo Jorge Lozano y publicado en el número de octubre de la Revista de Occidente . Lotman, interesado en la psicología de masas y la dicotomía ellos/nosotros, estudió el fenómeno de la caza de brujas, llegando a la conclusión de que es el miedo colectivo el que crea la supuesta amenaza que suponen y no al revés.
El fenómeno del miedo de una sociedad puede tener una causa objetiva. Así ocurrió con la epidemia de peste de mediados del siglo XV, conocida como la muerte negra, o las grandes invasiones, como la de los turcos que llegaron a las puertas de Viena. Pero hay otras explosiones de miedo que no tienen una causa bien definida. A este tipo se corresponde el desatado entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, cuyo hecho más extremo fue la quema de brujas.
Una de las primeras cosas que hace Lotman es desmontar varios mitos. En primer lugar, la persecución de las brujas no es algo medieval, sino que aparece y crece con el avance de la razón y la ciencia, ya en la Edad Moderna. Aunque hubo ejecuciones en los siglos anteriores, el fenómeno explota un siglo después de la aparición de la imprenta y a muchas décadas del descubrimiento de América. En concreto, el clímax de las persecuciones tiene lugar entre 1575 y 1625.
Para Lozano, director del Grupo de Semiótica de la Cultura de la Fundación Ortega y Gasset y becado en la actualidad en Roma, Lotman no busca las causas de las persecuciones, «sólo hace una descripción que sirva más que una apresurada explicación».
No sólo la Inquisición
Otro de los mitos que Lotman echa abajo es el protagonismo de los países del sur y la Inquisición. «Más de una vez se intentó relacionar el auge del miedo y las supersticiones con el espíritu y la práctica de la Contrarreforma. Sin embargo, esta hipótesis se ve debilitada por el hecho de que las hogueras ardían tanto en la Europa católica como en la protestante», se puede leer en el texto del semiólogo ruso.
Lotman, que manejó gran cantidad de material sobre brujería y persecuciones, ve las habladurías, los chismes y los rumores como elementos clave que van dando forma a la amenaza. En ellas, se ve a las brujas como una minoría organizada, que se comunican mediante un código secreto. «La mayoría social, para motivar su propio miedo irracional frente a una minoría insignificante a la que niega cualquier posibilidad de defenderse, crea una situación absolutamente mistificada: esa misma minoría se presenta como misteriosamente poderosa», escribe Lotman.
En cuanto a las destinatarias de los miedos populares, al principio las víctimas son mujeres viejas. Pero también las hay muy jóvenes. Así, en la lista de las 29 hogueras de Würzburg (Alemania) de 1629 hay niñas menores de 10 años. Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil como objeto de sus ataques. Y en aquél momento eran las mujeres.
Pero, aunque la minoría perseguida eran las mujeres, la paranoia se extiende después a los forasteros, las feas, pero también las guapas, a los más pobres y los más ricos, llegando la insensatez al punto de que, los que una vez acusaron, acaban también en la hoguera, como muchos religiosos. La irracionalidad se extiende hasta que, de pronto y quizás por hartazgo social, disminuye hasta desaparecer.
El estudio pormenorizado del fenómeno permite a Lotman asegurar: «Se perfila así el rostro del acusador: se trata de la masa de nivel medio, carente de rasgos marcados, dominada por el miedo, el odio y la envidia hacia aquellos que poseen alguna cualidad sobresaliente».
Fuente: Público.es
El narcotráfico es uno de los mayores desafíos para el Estado, pues muta y se adapta a los cambios mucho más rápido que las instituciones.
Tras el colapso de las ‘pirámides’ y la intervención de DMG, el presidente Uribe dijo en una de sus numerosas intervenciones que “podríamos estar en presencia de un coletazo del narcotráfico, de un coletazo de la guerrilla, de un coletazo del paramilitarismo, tratando de ‘lavar’ dineros por la vía de engañar a los colombianos”. Con todo respeto, creo que se equivoca y que, como el Gobierno en pleno, no vio, no oyó y no entendió el fenómeno.
Si nos atenemos a la definición del DRAE —el diccionario de la lengua madre—, del término “coletazo, en sentido figurado significa “última manifestación de una actividad próxima a extinguirse”. Lo de DMG no creo que sea, ni mucho menos, un coletazo del narcotráfico. Es solo una de las cabezas de una hidra cuyas dimensiones parecen escapársele al Gobierno.
No hay que llamarse a engaños, el narcotráfico —la más notoria manifestación del crimen organizado— se ha enquistado en la sociedad más de lo que estamos dispuestos a admitir. Incluso, como lo señala el investigador Juan Carlos Garzón en su libro Mafia & Co. (Planeta, 2008) hasta “ha llegado a negociar directamente con las instituciones”. De ahí la validez de la pregunta que formuló el decano de Economía de la Tadeo, Salomón Kalmanovitz, en su columna en El Espectador: “¿Hasta qué punto está capturado el Estado colombiano por el crimen organizado?”
Me atrevería a decir que hasta el tuétano, sobre todo en los niveles local y regional. Basta pensar en la tenebrosa parapolítica y en escandalosos casos como los del ex fiscal de Medellín Guillermo León Valencia Cossio, el empresario Juan Felipe Sierra y el general Pedreros, para solo mencionar uno de los más recientes, para darse cuenta de que la policéfala culebra del narcotráfico está vivita y coleando.
DMG, un sofisticado sistema de lavado de activos mediante la captación ilegal de dinero del público, es solo una de sus manifestaciones. Y aunque su objetivo inicial parecían ser sectores no integrados a sistemas regulados por el Estado, para quienes invertir en la organización era una forma de inserción económica, también acabaron involucrados políticos en el oscuro negocio —cosa rara— e incluso, directa o indirectamente, profesionales estrato 16 y prestigiosos abogados y asesores financieros que ahora pretenden desmontarse por las orejas con argumentos que no se creen ni ellos mismos.
El crimen organizado diversifica actividades y crea conexiones con la legalidad. Paga asesores para blindar empresas con fachada legal (según Mafia & Co., hasta mediados de 2007 estaban identificadas 8.000 empresas de apariencia sospechosa y a la ‘Lista Clinton’ había vinculadas cerca de 600 empresas y más de mil personas). Busca influir en el Congreso y financiar campañas con miras a los contratos; soborna a miembros de los organismos de control y de seguridad del Estado para frenar investigaciones, obtener información, arreglar sentencias; tiende lazos hacia el Ejecutivo para garantizar el tráfico de influencias…
DMG parece haber seguido el modelo de la parapolítica. “Tenemos 10 ganadores (se refiere a alcaldes y gobernadores), esto es mejor que haber montado mil empresas”, le dice Murcia a su mano derecha William Suárez, en una conversación revelada por La W. Y hasta donó el transporte de las firmas del referendo.
La lección que deja esta crisis que mostró cómo millones no ven la línea que separa lo legal de lo ilegal, debería servir para que los bancos reflexionen sobre cómo acercarse a la gente y mejorar su imagen de sanguijuela. Y sobre todo para que el Gobierno se pellizque, pues el narcotráfico lejos de ser un fenómeno marginal es uno de los mayores desafíos, pues muta y se transforma y se adapta a los cambios con mucha mayor rapidez que las instituciones. La capacidad de respuesta y la comprensión del fenómeno por parte del Estado se han quedado más que cortos.
P.D. ¡A machar el viernes por la liberación de los secuestrados! Y solidaridad con el director de Semana Alejandro Santos, a quien el controvertido magistrado Alfredo Escobar Araújo quiere ver en la cárcel.
Fuente: Cambio (Colombia)
«El sucidio en las prisiones debe entenderse como una protesta y un desafío contra un poder abrumante. Para quien lo lleva a cabo, representa la última expresión de libertad para huir de una realidad opuesta». En estos términos habló ayer el italiano Francesco Ceraudo, director sanitario de la cárcel de Pisa durante el VII Congreso de Sanidad Penitenciaria. Según un informe elaborado en Italia, en la última década la tasa anual de suicidios en prisión ha aumentado hasta 15 veces más respecto a la población general. Expertos murcianos en psicopatologías relacionadas con el suicidio aseguran que la relación es semejante en el sistema penitenciario español.
Para el especialista en Psquiatría José Hernández, médico del servicio del hospital universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia), existe un misterioso motor vital cuyo fallo está en la base de la conducta suicida.
Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
En un mundo del que hacen parte la mafia, el tráfico de armas, el lavado de activos, algunos millonarios non sanctos y muchos incautos, puede haber de todo, pero casi ninguno como el
personaje de Brosnan.
Eso explican el oficial Jean-Pierre Jouanny, de la Subdirección de Organizaciones Criminales y Drogas de la Interpol y los integrantes del Comando Especial de Carabinieri de Italia, el capitán Ciro Laudonia y el vicebrigadier Massimiliano Cretara.
Los tres, que conforman una especie de CSI del arte, hablaron con EL TIEMPO en una pausa del curso que dictaron a investigadores y directores de entidades culturales del país, para ayudar a
combatir ladrones y avivatos. Una iniciativa de Unión Latina, apoyada por la Unesco, los ministerios de Cultura y Relaciones Exteriores y entidades públicas y privadas.
¿Problemas de ego?
Parece increíble, pero una de las maneras comunes para atrapar a los ladrones es con una foto. «Los saqueadores de tumbas -dice Laudonia- acostumbran a tomarse una foto al lado del hallazgo,
para comprobar que lo que venderá es un objeto antiguo y no una copia. En el allanamiento a la casa del ladrón no buscamos la obra sino la foto». Y generalmente la encuentran con el pillo posando sonriente al lado del objeto. Jouanny cree que es también un asunto de ego.
Los ladrones tampoco parecen ser muy cultos. Salvo contadas excepciones -concuerdan los policías-, no tienen idea de qué se están llevando y mucho menos ejecutan su tarea mediante
intrincados planes para evadir alarmas y desactivar sensores, al estilo Hollywood. La mayor parte de los robos son a mano armada. «Entran, cogen lo que pueden y se van», dice el francés.
Ellos presumen que son obras valiosas y fáciles de vender, pero la mayor parte de las veces, si no robaron por encargo, se encartan con ellas por falta de comprador. Algo así se cree que pudo haber sucedido en Colombia, por ejemplo, con el reciente robo del grabado de Goya en Bogotá y con el hurto de dos cuadros de Fernando Botero en el Museo de Antioquia, hace algunos años.
Todos fueron abandonados.
«El arte robado de esta manera es tan difícil de vender, que en una ocasión nosotros mismos compramos el cuadro y así capturamos a la banda», dice el capitán italiano. Claro, no falta el conocedor que envía por obras específicas. «Un anticuario francés -recuerda
Jouanny- entrenó a un pupilo para reconocer las obras de los años 1600. Le enseñó a diferenciarlas y hasta le hacía exámenes, según nos dijo el ladrón. Luego lo enviaba por obras concretas».
El que roba -todos están de acuerdo- gana muy poco. El beneficio es para quien pone la obra en el mercado.
Ladrones que roban a ladrones Falsificar es otra modalidad que deja dividendos. Según comentan los oficiales, Interpol tenía
una denuncia de de un Picasso robado a la esposa de un extinto mafioso colombiano. En un allanamiento en El Salvador la encontraron. «Verificamos con peritos y sí, era la obra robada,
pero no era un Picasso, era falsa», dice Jouanny.
Todos recuerdan el caso de una galería de las más reputadas de Europa, a la cual los dueños de obras valiosas acudían para depositarlas en custodia cuando se ausentaban de casa, por temor a ser robados. «El galerista hacía una copia de las obras, y eso era lo que le devolvía al dueño. Él se quedaba con la auténtica y la vendía. Fue descubierto por una mucama que, mientras
limpiaba un busto, notó la diferencia en el peso», cuentan los investigadores.
Y como para estafar no hay edad, actualmente los carabinieri investigan el caso de tres octogenarios que estafaban a coleccionistas. «Falsificaron obras que los nazis consideraban ‘arte degenerado’ (Picasso, Klee, Munch, Kandinsky…) y también un sello de las SS que le aplicaban al respaldo.
Así, le decían al comprador que eran obras confiscadas por los nazis, que ellos tenían hace años». Las pinturas eran bien hechas, pero cayeron por dos cosas: una, que la policía alemana dijo que
el sello era falso y dos -recuerda Laudonia- que los nazis solo se quedaron con el arte que consideraban bueno y nunca confiscaron el ‘arte degenerado’.
Fuente: vive.in Arte
Desde el punto de vista estrictamente económico, algunas de las mal llamadas pirámides son tal vez la expresión más ‘benigna’ del lavado de recursos del narcotráfico. Son una especie de redistribución masiva de parte de los enormes ingresos de esa actividad ilícita entre centenares de miles de personas. Su modalidad comercial incrementa el consumo de productos de empresas legales, beneficia la generación de empleo y, por tanto, aumenta los ingresos fiscales del Estado. Hay otras formas más perversas de lavado de dinero como son el contrabando, que arruina la industria nacional, destruye empleos y, al no pagar impuestos, reduce los ingresos fiscales. O la masiva inversión inmobiliaria, que distorsiona el mercado, produce inflación de precios de la vivienda y, a la larga, ocasiona burbujas especulativas que cuando estallan causan graves daños sociales.
Obviamente, frente a las pirámides las autoridades se ven ante complicados dilemas éticos y legales. No pueden dejar de perseguirlas, puesto que su músculo financiero proviene de una actividad ilícita. Actividad esta que, dicho sea de paso, presenta situaciones muy paradójicas: la siembra de coca es un delito, pero los productos derivados de la coca se venden legalmente en las tiendas naturistas, así como se sospecha su uso en la elaboración de cierta afamada bebida gaseosa. Pero, con la dimensión que ha alcanzado el fenómeno, perseguir las pirámides y cerrarlas se ha convertido en un problema social y de orden público que se ha vuelto explosivo. Las asonadas, los motines con heridos y homicidio incluidos, que obligaron a las autoridades a imponer toque de queda durante varios días en diversas poblaciones, en última instancia se originaron por la acción de control sobre una de esas pirámides por parte de las autoridades.
Porque, a pesar de lo tardío de su actuación, es hasta cierta medida injusto acusar a las autoridades de inacción o pasividad frente al fenómeno, puesto que, a pesar del ensañamiento de los medios contra el Ministro de Hacienda, el Superintendente Financiero y el Fiscal General, es evidente para cualquier observador desapasionado que fue precisamente la inminencia de la acción de las autoridades lo que llevó a los directivos de DRFE a tomar la decisión de cerrar sus oficinas, suspender sus pagos y levantar el negocio, con lo cual decenas de miles de ciudadanos vieron amenazada la recuperación de sus inversiones en esa empresa. La cruda conclusión es que es probable que esa situación calamitosa no se habría presentado si la acción de las autoridades de control no hubiera llegado hasta donde llegó. Así pues, inacción y pasividad no ha habido, falta de diligencia, sí.
Pero vamos al fondo del asunto. Soy de los que piensan que la actual estrategia de lucha contra el narcotráfico es un completo y absoluto fracaso, sin atenuantes. Después de los gigantescos esfuerzos realizados por Colombia y, en menor medida, por otros países del mundo, hoy día hay mucha más producción y consumo de cocaína que hace 20 años. Es una batalla perdida que los Estados temen reconocer. Por esta razón creo que es necesario salir de los esquemas actuales y empezar a enfocar de manera distinta el fenómeno del consumo y la producción de ciertas drogas que hoy son ilícitas. El prohibicionismo y la represión son un absoluto fracaso.
Sin decirlo abiertamente, muchos países han asumido esta realidad y han empezado a obrar en consecuencia. Políticas más preventivas que represivas frente al consumo, mirar para otro lado frente al lavado de recursos, y represión implacable de acciones criminales como el homicidio y el secuestro. Nadie ha sabido de la captura de grandes capos de la droga o de la incautación de sus enormes fortunas en Europa o en Estados Unidos. Claro, allá el narcotráfico no ha estado alimentando a grupos irregulares que enfrentan al Estado y victimizan a la sociedad como las guerrillas y los paramilitares en Colombia. Por eso aquí hemos tenido que ser mucho más implacables en la lucha contra el narcotráfico.
Pero en la medida en que estamos llegando al final de nuestro conflicto armado, que desaparecieron los paramilitares como tales, que las guerrillas se redujeron a menos de la mitad y que, en consecuencia, se ha reducido tanto la intensidad de la violencia, ¿no será que es hora de empezar a revisar nuestros propios esquemas en relación con el tema de las drogas? Digo yo, para dejar de estar entre la espada de las ideas fijas de unos, y la pared de la hipocresía de otros.
Fuente: semana.com (Colombia)
Desde que la fiscalía de las comunidades autónomas como Andalucía, Cataluña, Valencia, Galicia y País Vasco, entre otras, empezaron a alegar para el facultativo de la Administración pública la condición de funcionario público a efectos penales, los jueces han ido sancionando a los agresores como autores de delito de atentado, previsto en el artículo 550 del Código Penal. La tendencia judicial se extendió hasta el propio Tribunal Supremo, que a finales del año pasado dictó una resolución en la que calificaba la agresión a los profesionales médicos como delitos de atentado (ver DM del 2-I-2008).
Con este tratamiento por parte de los tribunales se ha concedido al médico una protección especial, ya que las penas previstas para el delito de atentado que se impondrían a los agresores son mayores que cuando el agredido no es autoridad o funcionario público.
Los tribunales han escrito un nuevo capítulo sobre las agresiones al personal sanitario cuando la acción cometida por el agresor no es delito sino falta de amenazas o coacciones. En este caso, el artículo 620 del Código Penal dispone textualmente «Serán castigados con la pena de multa de diez a veinte días los que causen a otro una amenaza, coacción, injuria o vejación injusta de carácter leve, salvo que el hecho sea constitutivo de delito».
Y el artículo 634 del mismo texto legal tipifica con más pena esta conducta cuando el agredido es autoridad o sus agentes: «Los que faltaren al respeto y consideración debida a la autoridad o sus agentes, o los desobedecieren levemente, cuando ejerzan sus funciones, serán castigados con la pena de multa de diez a sesenta días».
Este artículo sólo se aplicaría a la autoridad o sus agentes, pues el texto legal no hace mención al funcionario público. Ahora bien, el Juzgado de Instrucción número 9 de Bilbao ha hecho una interpretación extensiva del artículo y ha aplicado ese artículo 634 en las amenazas a un médico .
Una pena mayor
La sentencia, que acoge los argumentos de Alfonso Atela, abogado del Colegio de Médicos de Vizcaya, tiene repercusión a efectos de imposición de penas. Es decir, con carácter general en el caso de amenazas a un médico se le consideraría una persona normal a efectos penales y se le aplicaría al agresor la pena de multa de 10 a 20 días prevista en el artículo 620 del Código Penal.
Ahora bien, considerando al profesional sanitario como una autoridad a efectos del artículo 634 de la norma, la pena de multa que se impondría al agresor sería el triple, pues podría ser de 10 a 60 días de multa. Por tanto, la sentencia del juzgado de Vizcaya considera que insultar a un médico del servicio público sanitario constituye una falta contra el orden público.
Dudas en el centro concertado
En el último Congreso Nacional de Derecho Sanitario se habló del problema de las agresiones al personal sanitario y de las iniciativas del Ministerio Fiscal y de los órganos judiciales de calificar las agresiones al médico de la Administración pública como delito de atentado. Los juristas que participaron en la mesa redonda coincidieron en la calificación del médico como funcionario público a efectos penales, pero las discrepancias surgieron sobre si la doctrina imperante en los tribunales debe ser aplicada a los facultativos de centros concertados con la sanidad pública. Para excluir a este personal, se argumenta que el Código Penal debe ser interpretado de forma restrictiva.
Fuente: Diario Médico
Las conductas agresivas inusuales en la juventud podrían estar relacionadas con el disfrute del dolor ajeno, según una investigación llevada a cabo con escáneres cerebrales en la Universidad de Chicago. El profesor Jean Decety, que trabajó en el estudio, asegura que «este trabajo podrá ayudar a entender mejor el camino que hay que seguir para trabajar con las tendencias violentas en la juventud».
Escaneando el cerebro de los jóvenes puede analizarse la agresividad mostrada en un área que está asociada con la sensación de recompensa cuando alguien inflinge dolor a otra persona. El joven, que inusualmente es agresivo, no adquiere un comportamiento de responsabilidad, según muestra el estudio, recogido por otr/press en el último número de la revista Biological Psychology.
Decety es un reconocido experto en empatía y neurociencia social en todo el mundo. Según la investigación llevada a cabo, la agresividad de algunos jóvenes es una empatía natural impulsada, quizá, por estar perturbado en su intento de incrementar la agresión. Por ello, «este trabajo podrá ayudar a entender mejor el camino que hay que seguir para trabajar con las tendencias violentas en la juventud», señaló Decety.
El estudio se realizó en jóvenes de entre 16 y 18 años de edad con una conducta desordenada. Todos ello eran chicos con signos inusuales de agresividad. Visionaron un vídeo, tras el cual se registraron conductas de comportamiento de intención de lucha, utilización de armas y robo a la víctima.
TAMBIÉN EN NIÑOS
Los jóvenes sometidos al test mientras observaban un vídeo en el cual las personas sufrían duros procesos de dolor accidentales. «La agresividad en los jóvenes se activa por circuitos neuronales, que sustentan el dolor procesado por otros», apuntó Decety. Igualmente, «los adolescentes agresivos muestran una específica y muy fuerte activación de una amígdala y de un área del cerebro que responde a los sentimientos de recompensa cuando observan el dolor ingligido en otros, de lo cual se deduce que disfrutan observando el dolor».
Esta situación es similar entre los niños de entre 7 y 12 años, según un estudio realizado este año. Mostraron una empatía natural hacia la gente que padece dolor. Estos escáneres mostraron que cuando un niño ve dibujos donde alguien se hiere accidentalmente, ellos también sienten dolor. Sin embargo, cuando alguien se hiere intencionadamente, una parte del cerebro lo asocia con la comprensión de la interacción social.
Fuente: europa press
Genética. Un equipo de científicos en la Universidad de Florida no sólo ha descubierto que la mutación de un gen provoca conductas delincuentes en los jóvenes sino que también encontraron que la atención materna neutraliza el efecto.
El progreso en la ciencia de la genética ha ido transformando nuestras vidas. Poco a poco, la medicina personalizada, la lectura de genomas y el estudio de la personalidad a través del análisis genético han ido dominando las noticias científicas en el siglo XXI. Este fenómeno ha sido posible gracias a la creación, tanto en Estados Unidos como en Europa, de bancos de genotipos y programas dirigidos a poblaciones específicas.
En esta ocasión, el criminólogo Kevin M. Beaver, de la Universidad del Estados de Florida, partió de la recolección de genomas en un programa estadounidense llamado “Add Health” (Agrega salud), un proyecto actual administrado por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel-Hill y fundado por el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano. El programa comenzó en 1994 y desde entonces, un total de 2,800 adolescentes han sido entrevistados y sus genomas decodificados.
Beaver, junto a sus colegas John Paul Wright, de la Universidad de Cincinnati y Matt DeLisi, sociólogo de la Universidad del estado de Iowa, buscaron una correlación entre la vida social de los adolescentes analizados y algún indicativo genético que los conformara a todos en un solo grupo. Los resultados de sus análisis han sido publicados por el diario Psicología Genética.
La investigación criminológica ya hace mucho que había relacionado el uso de drogas, la personalidad antisocial y la conducta criminal con la formación de grupos de delincuentes, pero esta es la primera vez que un estudio descubre otros lazo entre estos amigos: una mutación genética de un alelo compartida por estos grupos de bandoleros.
Pero el asunto no sólo queda en la genética. No debemos olvidar que por encima de todo, los humanos somos animales sociales y el medio ambiente traza caminos imborrables en la formación de nuestra personalidad y en nuestra estabilidad mental. “Descubrimos un dato curioso aunque no sorprendente. Algunos muchachos poseían el alelo pero no mostraron nunca el comportamiento delincuente ni se interesaron en formar pandillas o unirse a ellas. Esto chicos fueron salvados por el amor materno”, expresó DeLisi.
Este conocimiento es sumamente importante pues la atención y al amor de la madre es capaz de silenciar la mutación.
Cuando los investigadores analizaron los genomas de grupos de muchachos, todos hombres, que se habían unido o formado pandillas, descubrieron que sus genomas compartían una diferencia en común. La variación en particular es llamada “Alelo repetido 10” (10-repeat allele) y se encuentra en el gen que transporta la dopamina conocido como DAT1. “Una de las cosas que nos llamó la atención en el estudio es la influencia del amor materno en la actitud que tomará el adolescente. Al estudiar a 1.816 muchachos de bachillerato nos dimos cuenta que la variación sólo es aplicable en hogares donde la madre ha abandonado a los hijos o simplemente éstos no han recibido cariño maternal. Los chicos con la variación pero con una madre cariñosa a su lado, no mostraron conductas criminales ni comportamientos antisociales”, escribieron los investigadores en el diario.
Los investigadores van a continuar trabajando en descubrir vínculos entre los genes y el ambiente. Este tipo de estudio genético es conocido como el estudio de la “correlación X entre los genes y el medio”, una relación que cada vez se hace más evidente y básica para el Homo sapiens. Los genetistas tienen algunas sugerencias sobre este vínculo y el efecto que tiene en familias de alto riesgo en contraste con lo que ocurre en los muchachos criados en las familias de bajo riesgo. “A lo mejor lo que sucede es que el estrés y la inestabilidad generada por la falta del cuidado materno en una familia activa la variación en el alelo mientras que en las casas donde la madre se ocupa de sus hijos, el alelo permanece inactivo. O quizás ocurre otra cosa. Tal vez, el alelo activa la conducta antisocial en ambos casos, no cómo hayan sido criados, pero en el caso de las familias de bajo riesgo, estas madres y padres son capaces de controlar mejor este tipo de conducta en sus hijos. Es nuestro próximo paso”, expresó Beaver.
Fuente: SinDioses
Autora: Glenys Álvarez
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