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Archivo diario: 2008/11/29

Caza de brujas

Las brujas siempre han existido, al menos en el imaginario colectivo. Pero su persecución y quema no es propia de la Edad Media ni exclusiva del catolicismo de los países del sur de Europa. Las ejecuciones en las plazas públicas coincidieron con el Renacimiento y el Siglo de Las Luces. Más importante aún: fue el miedo colectivo el que creó a estos personajes y no al revés.

Estas son algunas de las conclusiones de un estudio inédito del ruso Yuri Lotman, difundido ahora en España por el semiólogo Jorge Lozano y publicado en el número de octubre de la Revista de Occidente . Lotman, interesado en la psicología de masas y la dicotomía ellos/nosotros, estudió el fenómeno de la caza de brujas, llegando a la conclusión de que es el miedo colectivo el que crea la supuesta amenaza que suponen y no al revés.

El fenómeno del miedo de una sociedad puede tener una causa objetiva. Así ocurrió con la epidemia de peste de mediados del siglo XV, conocida como la muerte negra, o las grandes invasiones, como la de los turcos que llegaron a las puertas de Viena. Pero hay otras explosiones de miedo que no tienen una causa bien definida. A este tipo se corresponde el desatado entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, cuyo hecho más extremo fue la quema de brujas.

Una de las primeras cosas que hace Lotman es desmontar varios mitos. En primer lugar, la persecución de las brujas no es algo medieval, sino que aparece y crece con el avance de la razón y la ciencia, ya en la Edad Moderna. Aunque hubo ejecuciones en los siglos anteriores, el fenómeno explota un siglo después de la aparición de la imprenta y a muchas décadas del descubrimiento de América. En concreto, el clímax de las persecuciones tiene lugar entre 1575 y 1625.

Para Lozano, director del Grupo de Semiótica de la Cultura de la Fundación Ortega y Gasset y becado en la actualidad en Roma, Lotman no busca las causas de las persecuciones, «sólo hace una descripción que sirva más que una apresurada explicación».

No sólo la Inquisición

Otro de los mitos que Lotman echa abajo es el protagonismo de los países del sur y la Inquisición. «Más de una vez se intentó relacionar el auge del miedo y las supersticiones con el espíritu y la práctica de la Contrarreforma. Sin embargo, esta hipótesis se ve debilitada por el hecho de que las hogueras ardían tanto en la Europa católica como en la protestante», se puede leer en el texto del semiólogo ruso.

Lotman, que manejó gran cantidad de material sobre brujería y persecuciones, ve las habladurías, los chismes y los rumores como elementos clave que van dando forma a la amenaza. En ellas, se ve a las brujas como una minoría organizada, que se comunican mediante un código secreto. «La mayoría social, para motivar su propio miedo irracional frente a una minoría insignificante a la que niega cualquier posibilidad de defenderse, crea una situación absolutamente mistificada: esa misma minoría se presenta como misteriosamente poderosa», escribe Lotman.

En cuanto a las destinatarias de los miedos populares, al principio las víctimas son mujeres viejas. Pero también las hay muy jóvenes. Así, en la lista de las 29 hogueras de Würzburg (Alemania) de 1629 hay niñas menores de 10 años. Es una constante en las explosiones de miedo social que la mayoría elija a la parte más débil como objeto de sus ataques. Y en aquél momento eran las mujeres.

Pero, aunque la minoría perseguida eran las mujeres, la paranoia se extiende después a los forasteros, las feas, pero también las guapas, a los más pobres y los más ricos, llegando la insensatez al punto de que, los que una vez acusaron, acaban también en la hoguera, como muchos religiosos. La irracionalidad se extiende hasta que, de pronto y quizás por hartazgo social, disminuye hasta desaparecer.

El estudio pormenorizado del fenómeno permite a Lotman asegurar: «Se perfila así el rostro del acusador: se trata de la masa de nivel medio, carente de rasgos marcados, dominada por el miedo, el odio y la envidia hacia aquellos que poseen alguna cualidad sobresaliente».

Fuente: Público.es

La culebra está viva (Colombia)

El narcotráfico es uno de los mayores desafíos para el Estado, pues muta y se adapta a los cambios mucho más rápido que las instituciones.

Tras el colapso de las ‘pirámides’ y la intervención de DMG, el presidente Uribe dijo en una de sus numerosas intervenciones que “podríamos estar en presencia de un coletazo del narcotráfico, de un coletazo de la guerrilla, de un coletazo del paramilitarismo, tratando de ‘lavar’ dineros por la vía de engañar a los colombianos”. Con todo respeto, creo que se equivoca y que, como el Gobierno en pleno, no vio, no oyó y no entendió el fenómeno.

Si nos atenemos a la definición del DRAE —el diccionario de la lengua madre—, del término “coletazo, en sentido figurado significa “última manifestación de una actividad próxima a extinguirse”. Lo de DMG no creo que sea, ni mucho menos, un coletazo del narcotráfico. Es solo una de las cabezas de una hidra cuyas dimensiones parecen escapársele al Gobierno.

No hay que llamarse a engaños, el narcotráfico —la más notoria manifestación del crimen organizado— se ha enquistado en la sociedad más de lo que estamos dispuestos a admitir. Incluso, como lo señala el investigador Juan Carlos Garzón en su libro Mafia & Co. (Planeta, 2008) hasta “ha llegado a negociar directamente con las instituciones”. De ahí la validez de la pregunta que formuló el decano de Economía de la Tadeo, Salomón Kalmanovitz, en su columna en El Espectador: “¿Hasta qué punto está capturado el Estado colombiano por el crimen organizado?”

Me atrevería a decir que hasta el tuétano, sobre todo en los niveles local y regional. Basta pensar en la tenebrosa parapolítica y en escandalosos casos como los del ex fiscal de Medellín Guillermo León Valencia Cossio, el empresario Juan Felipe Sierra y el general Pedreros, para solo mencionar uno de los más recientes, para darse cuenta de que la policéfala culebra del narcotráfico está vivita y coleando.

DMG, un sofisticado sistema de lavado de activos mediante la captación ilegal de dinero del público, es solo una de sus manifestaciones. Y aunque su objetivo inicial parecían ser sectores no integrados a sistemas regulados por el Estado, para quienes invertir en la organización era una forma de inserción económica, también acabaron involucrados políticos en el oscuro negocio —cosa rara— e incluso, directa o indirectamente, profesionales estrato 16 y prestigiosos abogados y asesores financieros que ahora pretenden desmontarse por las orejas con argumentos que no se creen ni ellos mismos.

El crimen organizado diversifica actividades y crea conexiones con la legalidad. Paga asesores para blindar empresas con fachada legal (según Mafia & Co., hasta mediados de 2007 estaban identificadas 8.000 empresas de apariencia sospechosa y a la ‘Lista Clinton’ había vinculadas cerca de 600 empresas y más de mil personas). Busca influir en el Congreso y financiar campañas con miras a los contratos; soborna a miembros de los organismos de control y de seguridad del Estado para frenar investigaciones, obtener información, arreglar sentencias; tiende lazos hacia el Ejecutivo para garantizar el tráfico de influencias…

DMG parece haber seguido el modelo de la parapolítica. “Tenemos 10 ganadores (se refiere a alcaldes y gobernadores), esto es mejor que haber montado mil empresas”, le dice Murcia a su mano derecha William Suárez, en una conversación revelada por La W. Y hasta donó el transporte de las firmas del referendo.

La lección que deja esta crisis que mostró cómo millones no ven la línea que separa lo legal de lo ilegal, debería servir para que los bancos reflexionen sobre cómo acercarse a la gente y mejorar su imagen de sanguijuela. Y sobre todo para que el Gobierno se pellizque, pues el narcotráfico lejos de ser un fenómeno marginal es uno de los mayores desafíos, pues muta y se transforma y se adapta a los cambios con mucha mayor rapidez que las instituciones. La capacidad de respuesta y la comprensión del fenómeno por parte del Estado se han quedado más que cortos.

P.D. ¡A machar el viernes por la liberación de los secuestrados! Y solidaridad con el director de Semana Alejandro Santos, a quien el controvertido magistrado Alfredo Escobar Araújo quiere ver en la cárcel.

Fuente: Cambio (Colombia)

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