Aunque no resultaría sorprendente que los genes ayuden a explicar por qué algunas personas tienen muchos amigos y otras pocos, los investigadores señalaron que sus hallazgos van un poco más allá.
«Algunas de las cosas que descubrimos son realmente extrañas», dijo Nicholas Christakis, de la Harvard University en Massachusetts, quien ayudó a realizar el estudio.
«Hemos concluido que el modo en que alguien se conecta con sus amigos depende de sus genes», indicó en una entrevista telefónica. «Algunas personas tienen cuatro amigos que se conocen entre ellos y otras tienen cuatro amigos que no se conocen entre sí. (Por ejemplo) Que Dick y Harry se conozcan entre ellos depende de los genes de Tom».
Christakis y su colega James Fowler, de la University of California en San Diego, son conocidos por sus estudios, en los que demuestran que la obesidad, el tabaquismo y la felicidad se expanden en redes.
Para esta investigación, ambos expertos y Christopher Dawes emplearon información nacional que comparaba a más de 1.000 mellizos y gemelos.
Debido a que los mellizos comparten el ambiente, los estudios en los que participan son buenos para mostrar el impacto que tiene la genética en varios temas, dado que los gemelos comparten todos sus genes, mientras que los mellizos sólo la mitad.
«Hemos visto que parece ser una tendencia genética presentar a los amigos unos a otros», dijo Christakis.
Podría haber buenas razones evolutivas para esto. Las personas en medio de una red social tendrían conocimiento de chismes útiles, como dónde está la buena comida y las mejores opciones de inversión, pero también correrían el riesgo de contraer gérmenes de todos lados, y allí la ventaja residiría en una conducta social más cautelosa, escribió el equipo el lunes en Proceedings of the National Academy of Sciences.
«Puede que la selección natural actúe no sólo en cosas como si podemos o no resistir un resfriado, sino además en con quién entraremos en contacto», indicó Fowler en un comunicado.
Fuente: Reuters
Cuatro de cada diez alumnos españoles entre 7 y 17 años ha sufrido acoso escolar alguna vez, según el Estudio Cisneros X. Violencia que incluye insultos, amenazas o agresión física; por ejemplo, golpes con un estuche o collejas como las que propinaban a Miguel sus compañeros del Colegio Suizo y que han originado que la Audiencia Provincial de Madrid haya condenado al centro a pagar una indemnización de 30.000 euros, la mayor de toda Europa por este concepto.
El acoso escolar no debe quedar sin respuesta, coinciden profesores y expertos en educación; ahora bien, ¿qué pueden hacer los centros para intentar no ser declarados responsables de estos incidentes y evitar así tener que enfrentarse a costosas indemnizaciones? Los expertos legales recuerdan que los colegios con alumnos menores de 18 años tienen la delegación de la responsabilidad paterna por los daños que sus hijos causen o sufran. Como consecuencia de ello, en caso de que el centro descuide esa responsabilidad pueden incurrir en lo que jurídicamente se denomina la culpa in vigilando, es decir, la culpa por no cumplir con su deber de vigilancia. En el caso del Colegio Suizo, la Audiencia de Madrid utilizó este concepto, al sostener que hubo un nexo causal entre el daño moral que sufrió el menor y la falta de atención, vigilancia y respuesta inmediata y contundente del centro.
Para Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto y autor del libro El silencio de los adolescentes, (Temas de Hoy), en el que aborda el tema del acoso escolar, ‘la vía judicial debe ser el último recurso’ en estas situaciones. Sin embargo, como explica Robinson Guerrero, del despacho Gómez-Chaparro, y abogado de la familia que ha demandado al colegio madrileño, a menudo es la propia actitud de los centros la que desencadena una solución judicializada. ‘Cuando los centros cierran las opciones a los padres, a éstos no les queda otra salida que llegar a los tribunales’, señala. Un mecanismo de salvaguarda para los colegios es el establecimiento de protocolos de seguimiento de las situaciones de acoso. A raíz del caso Jokin, el adolescente que se suicidó en 2004 tras sufrir las agresiones de sus compañeros del instituto de Hondarribia (Guipúzcoa), se pusieron en marcha protocolos en los colegios, pero no todos los aplican.
José Antonio Sanfulgencio, socio del Departamento Laboral de Garrigues, considera que la mejor forma de protegerse de este tipo de demandas consiste en la aplicación de protocolos de actuación similares a los que las empresas establecen en los casos de acoso moral y sexual, ‘estableciendo un proceso de investigación interno y adoptando medidas, incluso la expulsión de alumnos maltratadores, aunque preservando siempre la intimidad de los alumnos’.
El escrupuloso cumplimiento de la normativa sobre esta materia es también una de las soluciones al problema que plantean en Uría Menéndez. Además de la puesta en marcha de planes de prevención y vigilancia. ‘Si el centro ha sido diligente, si no puede probarse su negligencia, su defensa procesal mejoraría. El resultado podría ser desde la exclusión de responsabilidad hasta, al menos, la moderación de la cantidad a indemnizar’, responden desde el bufete. Desde la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), su presidenta, Isabel Bazo, destaca que bastaría con cumplir un reglamento de régimen interno para evitar estos casos.
Tras la aplicación de protocolos de prevención y actuación, los expertos aconsejan reforzar la colaboración de los padres con los docentes. ‘En muchos centros, los padres son vistos como adversarios, fiscalizadores de la labor docente, mientras que algunos padres piensan que hay profesores que pasan de todo’, explica Javier Elzo.
Como la negligencia puede salir cara, en Uría Menéndez recomiendan a los colegios suscribir pólizas de seguro de responsabilidad civil, no sólo para responder por incidentes relacionados con el maltrato escolar, sino también por muchos otros. El bufete considera que ‘aquellos centros que ya tengan suscritas este tipo de pólizas harían bien en asegurarse de que supuestos como éste son objeto de cobertura’.
A cubierto
En Uría Menéndez recomiendan a los colegios suscribir seguros de responsabilidad civil, no sólo para responder por incidentes relacionados con el maltrato escolar, y si ya cuentan con estos seguros, deberían asegurarse de que cubren el acoso.
Fuente: CincoDias.com
En diversos experimentos efectuados hemos descubierto que la solución es distinta en el caso de los niños que en el de los jóvenes o adolescentes. Aunque cueste creerlo, resulta que los primeros reaccionan mejor ante las recompensas que ante las medidas disciplinarias. ¡Atención, mamás y papás y, sobre todo, abuelos! Es mejor ignorar las ‘maldades’ de los niños y bebés para centrarse en recompensarlos cuando hacen las cosas bien. ¿Cómo es posible esta diferencia en los mecanismos cerebrales marcada, simplemente, por la edad?
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