Martin B. Short, un físico norteamericano de 29 años, investiga, junto a otros colaboradores y con la ayuda del Departamento de Policía de Los Ángeles (Estados Unidos), en el desarrollo de modelos matemáticos que elaboran patrones espacio-tiempo de comportamiento criminal. Dichos modelos ayudarían a prever y combatir la criminalidad. Invitado por la Obra Social de La Caixa, Short acudió al CosmoCaixa de Barcelona para explicar su trabajo.
La alerta la da Pedro Gallego, sargento de la Guardia Civil que ha vivido cuatro años en Honduras, un período en el que ha analizado las maras, agrupaciones de carácter violento compuestas por chicos y chicas de entre 10 y 30 años que sólo saben sobrevivir en la sociedad a través delito.
El resultado de ese estudio figura en «La Mara al Desnudo», libro del que ha hablado con Efe.
Ha dedicado parte del volumen a hablar de dos viejas bandas conocidas en España: los Latin Kings y los Ñetas, consolidadas sobre todo en Comunidades Autónomas como Cataluña, Valencia, Madrid y Murcia.
En su opinión, ambas agrupaciones «sólo están en estado durmiente» después de que los cuerpos de seguridad del Estado las hayan debilitado.
«Están resurgiendo motivadas por la pérdida de empleo y la crisis», ha dicho, y la situación puede complicarse aún más cuando las maras pisen territorio español, ya que tienen estrechas relaciones con el crimen organizado, incluso a nivel internacional.
El autor asegura que esta banda aún no está implantada en España aunque ya se ha localizado a alguno de sus miembros.
Explica que la implantación de la agrupación dependerá de la entrada de determinados flujos migratorios al país procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala, sus países de nacimiento.
También de la reagrupación familiar: «hay padres que quieren traer a sus hijos a España y algunos de ellos pueden ser integrantes de una de estas bandas».
Además, puede producirse una conversión de los inmigrantes que ya están en territorio nacional, «es posible que se sientan atraídos hacia estas bandas tras sufrir xenofobia y perder el trabajo».
El autor ha advertido de que las «Mara» tienen un nivel de expansión «terrible» y por ello es necesario luchar contra ellas lo antes posible, con medidas sociales y de apoyo a la familia.
«Cuando se detecte que un chico forma parte de ella hay que garantizarle protección y ayudarle a salir porque abandonar el grupo significa la muerte, al contrario de lo que sucede en otras bandas», aconseja.
Los integrantes de la banda no tienen que proceder precisamente de familias desectructuradas y muchos de ellos incluso tienen estudios y una buena situación económica.
Gallego analiza en su libro la posibilidad de que las bandas se conviertan en asociaciones culturales, como sucedió en Cataluña en el año 2006.
«Fue una herramienta de gran utilidad para frenar la comisión de hechos delictivos pero luego no se ha estudiado cuál ha sido su evolución y es cierto que muchas bandas utilizan la excusa de la asociación para lavar su imagen sin que realmente haya sido así», asegura.
Fuente: 20Minutos.es
‘Las autoridades quieren ahora impedir que se prostituyan a través de páginas de contactos en la Red, pero todo el mundo sabe desde hace tiempo que esto estaba ocurriendo’, asegura a Efe una profesora de la Universidad de Chulalongkorn que prefiere mantenerse en el anonimato.
Hay una creciente alarma entre los profesores de institutos y universidades por el cada vez mayor número de alumnos, sobre todo chicas, que utilizan Hi5 y otras redes sociales como reclamo sexual.
Cientos de páginas muestran fotos donde los jóvenes, algunos menores de edad, aparecen en posturas sugerentes y en muchos casos vestidos con uniforme escolar.
Las tarifas oscilan entre los 40 y 85 dólares, según los anuncios.
El escándalo ha llegado a tal extremo que el primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, asegura que tomará acciones drásticas contra aquellas páginas web que permitan el comercio sexual por parte de los universitarios.
Vejjajiva, quien achaca el fenómeno a la decadencia moral de la sociedad, ha anunciado una campaña en los centros de educación para aleccionar a los alumnos sobre los valores de moral y decencia.
Por su parte, colegios y universidades ya investigan las actividades de prostitución y se han comprometido a ofertar más empleos a tiempo parcial para ayudar a los alumnos con menos recursos.
Sin embargo, los académicos señalan de que la mayoría de los estudiantes que se prostituyen en la red no son pobres y sólo quieren ganar un dinero extra para permitirse artículos de lujo y un alto tren de vida.
El director del instituto Ramjitti, Amornwit Nakhonthap, sostiene que la mayoría de los que venden su cuerpo en Internet tienen un nivel económico medio y alto.
Nakhonthap insta a las autoridades a que impliquen a familias, instituciones religiosas y centros educativos para que inculquen valores y buenas costumbres entre los alumnos.
Los estudiantes también participan en vídeos pornográficos que se pueden descargar desde algunas páginas web, que han encontrado aquí un lucrativo negocio.
Muchos de estos sitios están registrados en Estados Unidos o Europa, para evitar ser bloqueados por la censura.
Hace unos meses, el Gobierno tailandés invirtió más de catorce millones de dólares en desarrollar un potente cortafuegos para impedir el acceso a sitios ilegales en la red y bloqueó más de 4.000 páginas, aunque la mayoría fue por ofensas contra la monarquía y no por la pornografía.
La prostitución es ilegal en Tailandia, aunque se practica abiertamente con el consentimiento de las autoridades porque atrae cada a año a cientos de miles de turistas sexuales y genera miles de empleos.
Una legión de lujuriosas jóvenes cautivan a los turistas en Nana y Patpong, los barrios rojos de Bangkok, y la ciudad sureña de Pattaya, conocida como el ‘burdel’ de Tailandia desde los tiempos en que Estados Unidos estableció allí bases militares durante la Guerra de Vietnam.
Paradójicamente, la sociedad tailandesa, en su mayor parte budista y conservadora, censura el comportamiento poco decoroso y carteles en muchos lugares turísticos requieren a los extranjeros que se abstengan de cogerse de la mano, besarse o adoptar actitudes excesivamente cariñosas.