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Archivo diario: 2009/04/04

Duele más cuando es intencional

La intención del otro nos duele. Así lo ha demostrado un nuevo estudio que viene a desvelar, una vez más, que los humanos somos una especie gobernada y guiada por el trato social y el comportamiento del grupo al que pertenecemos nos afecta de una forma u otra.

El nuevo experimento explica ciertas conductas que muchas veces no entendemos. Hace unos días publicaron en SinDioses, en Ciencia un artículo sobre la reciprocidad que seguía en los grupos sociales el efecto de las conductas negativas y positivas en la sociedad. Ambos comportamientos afectan esta cadena social humana, en distintos grados y, el nuevo experimento, comprueba ahora que la intención de otras personas puede hacer de nuestras vidas una real tortura. Algo que ya conocíamos emocionalmente y que ahora los científicos han comprobado de verdad.

Los científicos de la Universidad de Harvard han publicado los resultados del estudio en el diario científico Ciencia de la Psicología.

“Hace mucho que sabemos que la percepción que tenemos de lo que ocurre a nuestro alrededor altera nuestro sentido del dolor. Por supuesto, no todos poseemos el mismo umbral al dolor, de hecho, las mujeres parecen estar mejor preparadas a la hora de aguantarlo, no obstante, en esta ocasión, lo que hemos comprobado que hay una parte completamente perceptiva, no fisiológica, en nuestra experiencia del dolor. Por eso es tan complejo comprender el cerebro, porque existen sistemas conscientes y subconscientes que combinan lo fisiológico con lo que percibimos y las cosas ya no son tan simples como un pellizco”, explica Kurt Gray, estudiante de maestría en Harvard y asistente en el estudio.

Ciertamente, los investigadores se aseguraron de que los voluntarios supieran, cada vez, si alguien estaba infligiendo el dolor intencionalmente y, en cada ocasión, la persona sentía que el dolor era mayor. “Nos aseguramos de que no existieran variables distintas para cada grupo, que el elemento sorpresa fuera el mismo para todos, de esta forma nos dimos cuenta que las personas que pensaban que otros infligían dolor intencional contra ellos, percibían este dolor como mucho mayor de lo que era”, explicó Daniel Wegner, psicólogo de Harvard y líder del experimento.

No debe sorprendernos entonces que cuando nos enteramos de que alguien nos hirió intencionalmente nos indigna mucho más que entender que el asunto fue más bien intencional

Un significado evolutivo del resultado

Los biólogos de la evolución buscan y estudian características fisiológicas en los animales para comprender sus orígenes evolutivos. De la misma forma, la psicología y la sociología, examinan la conducta animal para descubrir por qué desarrollamos tales comportamientos y cuáles son sus ventajas, no sólo para el individuo sino, y hasta más importante en ocasiones, para el grupo al que pertenece. “Es lógico que sintamos más dolor cuando alguien lo hace intencionalmente, es un mecanismo de defensa para ponernos en guardia, si el dolor que sentimos ocurre por accidente, no tenemos que preocuparnos al respecto, el riesgo de que se repita es mínimo. Sin embargo, si alguien no está hiriendo intencionalmente, es preciso que reconozcamos este dolor con más ahínco porque es mucho más posible que se repita una y otra vez si no le ponemos fin al problema”, expresó Vreeman. Por ello, cada vez que los voluntarios sentían un choque intencional, el dolor era tan fuerte como el primero.

Un choque eléctrico para ti

Los investigadores dividieron a los 48 voluntarios en pares. En cada par había un voluntario que recibiría un estímulo que la otra persona ordenaría. En el grupo intencional, los participantes recibían un choque eléctrico cuando sus compañeros los ordenaban, sin embargo, en el grupo no intencional o accidental, los voluntarios sólo recibían el choque eléctrico cuando sus compañeros ordenaban el estímulo auditivo, que era escuchar un tono. Los voluntarios siempre sabían la intención del compañero, por ello, en el segundo grupo, cada vez que recibían un choque lo miraban como algo accidental, sus compañeros no querían eso pues habían ordenado el tono. Pero los otros sabían que cada vez que recibían la electricidad era intencional, el otro así lo había ordenado. Los choques todos tenían la misma intensidad, sin embargo, los voluntarios que sabían era intencional decían sentir el dolor cada vez más fuerte, con el pinchazo de la intención del otro.

Autora: Glenys Álvarez

Fuente: SinDiosos


Se permite la reproducción de este ensayo para fines educacionales y/o científicos siempre y cuando se mencione claramente nuestro sitio web, así como el nombre del(a) autor(a) del mismo. Se prohibe su reproducción con fines comerciales.

Ssobre la reciprocidad

Es indudable que vivimos afectados por los intercambios sociales que experimentamos diariamente. Desde que ponemos un pie, o una goma, en la calle, comenzamos a interactuar, de una forma u otra, con todo el que se nos cruza y nuestras reacciones influyen, no sólo en nuestras conductas inmediatas, sino en el comportamiento de los demás. Ciertamente, un nuevo estudio sobre la reciprocidad muestra conductas y efectos bastante sorprendentes sobre esta característica humana.

Cuando nos referimos a esa cualidad de reciprocidad, no siempre hablamos de lo positivo. De hecho, de acuerdo con los resultados del nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Chicago (EE.UU), la reciprocidad es mucho más asimétrica de lo que pensamos y, más aún, ser actuar negativamente, causa más reacciones a corto y largo plazo que actuar bien. Por supuesto, que no quiere decir que ganaremos más siendo peores, sino que cuando actuamos así, al final recibimos mucho menos.

Tomemos un ejemplo que nos resultará a todos muy familiar: el tránsito. Los investigadores en Chicago aseguran que las reacciones cuando manejamos ejemplifican muy bien los resultados de otros experimentos. “Cuando una persona maneja de forma generosa y amable, dejando a otros pasar, ese chofer es probable que actúe de forma considerada como respuesta, sin embargo, el que se incomoda, corta y bloquea el paso, originará un efecto que puede escalar en un conflicto innecesario y sumamente violento”, explicó para EurekAlert, Boaz Keysar, profesor de psicología de esta universidad y autor principal de este experimento.

De acuerdo con el equipo de Keysar, la reciprocidad negativa, o el arte de tomar, tiende a escalar. Y, según los científicos, el asunto se torna aún peor porque la persona que está siendo inconsiderada y actuando mal, no tiene idea de la forma en que el otro, el recipiente de la acción, lo toma. Esa persona, aseguran, puede tomarlo tan mal que un simple bloqueo se convierte en una estúpida tragedia.

“El que actúa mal no sabe cómo la víctima tomará su acción y la víctima, que no puede imaginarse que el otro no lo tome en cuenta ni aprecie su indignación, responde aún más violentamente. Así continúa este ciclo vicioso que daña más en sus dimensiones negativas que en sus positivas”, explicó Nicholas Epley, profesor de economía de la misma universidad.

Los gestos generosos son percibidos como mayores que los actos en que la persona toma y no da, aún tengan el mismo valor de forma objetiva. En resumen, tomar de más, al final, lo dejará con mucho menos.

El misterioso altruismo primate

Cuando estudiamos la evolución de la conducta animal, buscamos sus orígenes en las ganancias, lo que el animal obtiene si se comporta de tal o cual forma. Por ello, conductas altruistas y generosas, son muchas veces difíciles de explicar, especialmente en animales con menor desarrollo cerebral. Sin embargo, el intercambio social responde a muchas de estas cuestiones. Los humanos, sobretodo, somos animales intensamente sociales y nuestro progreso depende del éxito social del grupo. Esta cualidad ayuda a explicar por qué actuamos como actuamos. En esta ocasión, el efecto de la generosidad es mucho menor que la reacción que produce actuar mal. Cuando la conducta es negativa, lo sembrado se cosecha después en menores logros para el grupo o el individuo que se portó mal.

Experimentos con transacciones monetarias

Los investigadores salieron a demostrar sus hipótesis tanto dentro de la universidad como en el centro de Chicago, con personas desconocidas. Los experimentos fueron realizados con dinero, los investigadores dividieron a grupos de estudiantes y formaron un juego con ellos donde las ganancias serían monetarias. En uno de ellos, uno de los voluntarios sabía que otro estudiante había recibido cien dólares y que él podía quitarle tanto como quisiera. Cuando los estudiantes tomaban 50 dólares y los papeles eran cambiados, los demás tomaban más cuando era su turno, sin embargo, cuando era una cuestión de dar y no de tomar, los voluntarios eran más justos unos con otros.

Autora: Glenys Álvarez

Fuente: SinDioses


Se permite la reproducción de este ensayo para fines educacionales y/o científicos siempre y cuando se mencione claramente nuestro sitio web, así como el nombre del(a) autor(a) del mismo. Se prohibe su reproducción con fines comerciales.

La serotonina y el suicidio

En la sección de Noticias de la web Sin Dioses publicaron una curiosa noticia sobre la serotonina y una especial especie de saltamontes. Este neurotransmisor, que se encuentra en grados diversos en todos los organismos multicelulares terrestres, es capaz de convertir a estos antisociales insectos en los animales más gregarios sobre el planeta, causando en su revuelo plagas que causan enormes daños en varios continentes.

Por ello, al leer esta nueva noticia no debe sorprendernos el descubrimiento realizado por los científicos: la manipulación de la serotonina en los seres humanos puede prevenir algunos suicidios.

En la noticia mencionada hablábamos también de la presencia de receptores de serotonina en los antidepresivos, un vínculo que no debe pasar desapercibido ya que la depresión puede llevar, indiscutiblemente, al suicidio. Esta vez, los resultados llegan desde la Universidad de Verona (Italia), un equipo de científicos de la Organización Mundial de la Salud, trabajando desde esta universidad, asegura que la “reabsorción de inhibidores selectivos de serotonina” (SSRI son sus siglas en inglés), pueden disminuir el riesgo de suicidio en personas ya deprimidas.

“El estudio es un metaanálisis de ocho investigaciones a gran escala cuyo objetivo principal era, esencialmente, saber si estos inhibidores eran capaces de aumentar o disminuir el riesgo en estos pacientes depresivos”, explicó para EurekAlert el doctor Corrado Barbui, uno de los especialistas en el estudio.

Entre los experimentos realizados anteriormente, investigadores de la Administración de Alimentos y Drogas en EE.UU. (FDA), encontraron que el riesgo de suicidio para personas sobre 25 años en estado de depresión era mucho mayor y tendía a aumentar opuestamente a los pacientes de más de 65 años de edad. Otro elemento curioso surgió de los estudios, una advertencia para todos los jóvenes menores de 25 años que estuvieran tomando antidepresivos. Al parecer, el control de la serotonina tenía participación significativa en estos pensamientos de suicidio.

“La muestra de la FDA mostraba un efecto neutro en todos los pacientes, sólo iba en aumento en las edades entre los 18 años de edad y los 25, lo que hemos descubierto ahora es que estos inhibidores selectivos de serotonina construyen un efecto intensamente protector asociados con los adultos que estaban bajo tratamientos con SSRI”, explicó Barbui.

Los científicos aconsejan a los médicos no preocuparse al recetar estos componentes a pacientes con cuadros depresivos fuertes ya que está demostrado que ayudan, en estos individuos, a disminuir sentimientos y deseos de terminar con sus vidas.

Control de funciones sociales

La neurología se acerca cada día más a la explicación de la conducta animal a través de una fina manipulación de los químicos que realizan varias y complejas funciones en nuestro cerebro. Desde hormonas que incrementan la confianza, hasta neurotransmisores que te incitan a amar apasionadamente, la evolución se ha encargado de “armar” a los organismos de forma tal, que obtengan el objetivo principal de la vida: copiar sus genomas. En este sentido, la serotonina ha demostrado tender control de funciones sociales, como en el caso de los insectos langosta, y es posible que esta cualidad intervenga al momento de inhibir pensamientos de quitarse la vida. “Es alarmante la forma en que las advertencias anteriores han lastimado los tratamientos con serotonina en los jóvenes, algo en lo que debemos reflexionar profundamente frente a estos nuevos análisis”, dijo el doctor Robert Gibbons de la Universidad de Illinois.

Autora: Glenys Álvarez

Fuente: SinDioses


Se permite la reproducción de este ensayo para fines educacionales y/o científicos siempre y cuando se mencione claramente nuestro sitio web, así como el nombre del(a) autor(a) del mismo. Se prohibe su reproducción con fines comerciales.

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