Esta pareja de asesinos seriales sádicos, se piensa, mataron entre 11 y 25 personas y filmaron y fotografiaron muchos de sus homicidios.
En 1985, un tendero de california llamó a la policía porque un asiático había escondido una herramienta de las que vendía en su tienda bajo su abrigo. Cuando llegó la policía, el asiático se había ido, pero ahí estaba un hombre con barba, quien le dijo al oficial que ya había pagado por lo que su amigo había tomado, así que no había delito qué perseguir. El oficial, sin embargo, hizo algunas comprobaciones y encontró que el vehículo del hombre era robado y que, además, había un arma en el interior. Poco después, el hombre barbado fue arrestado y en la comisaría dijo que se llamaba Leonard Lake y que su amigo era Charles Chitat Ng, que él (Lake) era un fugitivo buscado por el FBI. Pidio de favor que le quitaran las esposas, que le llevaran un vaso con agua, papel y lápiz para escribir una nota a su esposa. Lo complacieron y, poco después, vieron cómo sacaba algo de su camisa, se lo echaba a la boca y, en pocos minutos, estaba convulsionando. Había tomado dos tabletas de cianuro que terminaron matándolo.
Poco después, contactaron a la ex esposa de Lake quien llevó a la policía a una cabaña en el bosque. En la inspección preliminar, encontraron manchas de sangre por todas partes: En la pared, en un colchón, en diversos artículos de lencería y algunos agujeros de bala en las paredes y en el piso.
Unos meses después del matrimonio de los Lake, Charles Ng llegó a vivir con ellos. La mujer dijo que se llevaban bien, ya que ambos habían sido marines (Ng aún lo era). A partir de entonces, dijo la mujer, las cosas comenzaron a cambiar y, tras una desaparición de varios meses, Ng, llegó con una camioneta y llevaba algo en ella. Poco después, tanto Lake como Ng fueron arrestados por el robo de armas del ejército y Lake fue liberado bajo fianza, pero Ng fue arrestado ya que se le iba a juzgar en el ejército por el delito. Fue entonces que los Lake se separaron, ya que ella no quiso huir con él a la cabaña y él se fue a vivir solo al lugar. Cerca de la cabaña fue construido un bunker de concreto. Cuando la policía investigó el bunker, hallaron una especie de taller con herramientas cubiertas de sangre y una puerta secreta que llevaba a otra habitación con una cama, una mesa y un letrero que decía “Operación Miranda”. También había ropas y equipamiento militar que incluía armas de alto calibre. Entre otras cosas halladas en el bunker, encontraron un detallado diario escrito por Lake donde narraba la forma en que elegían, capturaban, torturaban y asesinaban a sus víctimas.
Lake era miembro de una secta que creía que el mundo iba a terminar después de una tercera guerra mundial, y tenía la idea de crear cadenas de bunkers con esclavas sexuales para repoblar la tierra.
Poco después, descubrieron una tercera habitación, sumamente reducida y que tenía todas las características de una celda, que contaba incluso con un cristal de dos vistas donde los captores podían ver a la víctima a toda hora. Encontraron también un video donde Lake y Ng torturaban a una chica, la violaban y la obligaban a realizar un streaptease.
La búsqueda prosiguió y hallaron cerca de 12 cadáveres y cientos de fragmentos de hueso, algunos severamente calcinados ya que en las cercanías del bunker había un incinerador bastante potente, lo que hizo creer a la policía que muchos de los cuerpos fueron convertidos en cenizas.
Charles Ng, mientras tanto, seguía desaparecido. Era hijo de un acaudalado hombre de negocios en Hong Kong, pero fracasaba constantemente en la escuela o se metía en problemas por delitos menores, por lo que era expulsado. Su padre lo envió a estudiar a Inglaterra, pero pronto fue expulsado y terminó en los Estados Unidos donde, dando un lugar de nacimiento falso, se enlistó en las fuerzas armadas (Marine Corps) de donde no salió muy bien librado tras el robo de armas antes mencionado. No se sabe cómo conoció a Lake, pero poco después de encontrarse por primera vez se fue a vivir a la casa de este último.
Tiempo después, Ng fue apresado en Canadá cuando intentó robar unos comestibles en una tienda, pero las autoridades canadienses se negaron a enviarlo a los Estados Unidos porque, habiendo abolido la pena de muerte, ninguna persona acusada de un crimen capital podía ser extraditada para ser juzgada, si existía la posibilidad de que la sentencia condenatoria fuera de muerte.
Finalmente, tras seis años de batallas legales, Ng fue extraditado, pero sus abogados usaron todos y cada uno de los trucos posibles para posponer el juicio, el cual finalmente comenzó en 1998. Se piensa que los gastos del procedimiento judicial han sido los más altos en la historia del derecho mundial, superando incluso a lo gastado en el caso de OJ Simpson. Al final del juicio, Ng fue encontrado culpable del asesinato de seis hombres, tres mujeres y dos niños y condenado a muerte.
Actualmente, los abogados de Ng están apelando la sentencia, lo cual podría llevar otros seis años de batallas legales antes de que se ejecute la sentencia.
Fuente: Tecnoculto
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La victimología es y ha sido una de las materias más importantes del Derecho Penal y la Criminología, pero si ya lo era, y lo ha sido, desde el punto de vista teórico, la actualidad que se plasma en dependencias policiales y juzgados y salas de vistas está haciendo que se incremente el interés por la posición de una de las materias más importantes, sino la que más, del Derecho Penal. Es por ello, por lo que en otras ocasiones ya hemos escrito en estas mismas páginas sobre distintos problemas que surgen y han surgido en la práctica diaria sobre las víctimas en el proceso penal. Pero el devenir de los acontecimientos y el incremento de las víctimas que están sintiendo verdadero «miedo» a, no ya a presentar una denuncia, sino a seguir adelante con la denuncia que ya han presentado por la especial violencia de sus agresores, hace que tengamos que hacer una seria reflexión sobre qué medidas se pueden adoptar por la Administración para que esta exigencia que le trasladamos a las víctimas de que acuden a dependencias policiales a denunciar los delitos que contra ellas se cometen tenga luego un reflejo en las medidas de protección o asistencia que a estas se le deben. Sobre todo si algunas de ellas se reflejan en normas legales que luego no se cumplen.
Así las cosas, seguimos opinando que si queremos que realmente las víctimas colaboren con el sistema, es el sistema el que debe asegurarles a aquellas que el camino de la denuncia es mejor que el camino del silencio. Se nos llena la boca en muchas ocasiones trasladando a la sociedad que la «no denuncia» perjudica a quienes son víctimas ocultas del delito, pero luego no somos capaces de articular verdaderos mecanismos que hagan realmente creíbles las ofertas que les trasladamos. Cierto es que la situación actual es muy diferente a la de hace 15 ó 20 años, ya que se han aprobado reformas legales por todos conocidas que han elevado el nivel de posición de las víctimas, pero cierto y verdad es que también se ha elevado la gravedad de la criminalidad organizada y no organizada o individual a un ritmo mayor que la propia sociedad puede poner en marcha mecanismos que vayan en paralelo a este incremento de la gravedad de los delitos que se cometen.
No podemos negar que mecanismos tales como la orden de protección en la violencia de género, los juzgados especializados de violencia sobre la mujer, el uso de la videoconferencia en los juicios penales, reformas procesales penales en materia de declaración de menores víctimas, prueba preconstituida con determinados testigos, el sistema de juicio rápidos, etcétera, han supuesto interesantes mejoras procesales que han mejorado la posición de las víctimas en la Administración de Justicia, pero el incremento, no de las cifras estadísticas, pero sí de la gravedad de los delitos que se cometen hace que nos tengamos que replantear qué medidas debemos poner en marcha para recuperar la confianza de las víctimas y hacernos creíbles en el traslado del mensaje de: ¡Denuncia y no te calles!
La solución pasaría por abrir el debate sobre la necesidad de articular una verdadera ley integral de la víctima en el proceso penal que englobada dentro de la normativa procesal penal otorgue a las víctimas una posición cualificada y distinta a la del «estatus» que ahora tiene como mero testigo, cuando la víctima del delito es algo más que un testigo y muy distinto al que conoce de un delito porque lo presenció o tiene razón de él como testigo de referencia, pero las víctimas son las que lo han sufrido y si saben de él es porque lo han padecido en primera persona, no por referencias o por su percepción visual. En estos términos se hace preciso una apuesta por conseguir varias medidas, dirigidas en primer lugar a articular una verdadera reforma legal que, como decimos, otorgue a la víctima la importancia que tiene en el proceso penal y como verdadero instrumento para que los realmente responsables del delito merezcan el reproche penal de la justicia tras el reconocimiento de los hechos por las víctimas e identificación de los autores, cómplices y encubridores, en su caso. Además, en correspondencia con ello la protocolización de la presencia de la víctima desde que denuncia en dependencias policiales hasta que declara en el juicio, a fin de que se sistematice esta intervención de acuerdo con la realidad criminal que vivimos.
Según los datos del CGPJ, el año 2008 se va a cerrar con una cifra estimada de 6.570.159 denuncias de víctimas de distintos delitos, de las que un porcentaje elevado lo son por hechos de cierta gravedad. Hechos que antes no se cometían y que ahora se repiten con inusitada frecuencia y toman las páginas de los periódicos e imágenes de los medios de comunicación visual. Hechos graves cometidos por menores que antes tenían su autoría sólo en mayores de edad. Delincuencia y crimen organizado con operadores que reúnen una perfecta organización que consigue que las víctimas de los delitos no dejen de serlo nunca por el temor que se les traslada de las consecuencias de su declaración contra los responsables. Así, si queremos que denuncien y no se callen deberemos ser más convincentes con ellas… Y podemos serlo con más imaginación en reformas legales que se pueden acometer, porque no todas las soluciones son económicas. Las víctimas ponen trabas para venir a declarar y es comprensible. Ayudémoslas con propuestas de reforma que existen y otras que se deben aprobar y llevar a la práctica.
Autor: Vicente Magro
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