La lucha del fanatismo contra el conocimiento, la ciencia, la inteligencia y la racionalidad no se circunscribe a la palabra. Como en el caso de Ted Kazcinsky (el Unabomber), los ecoterroristas europeos y estadounidenses y otros grupos, emplean la violencia asesina.
Dos profesores resultaron heridos al abrir un paquete que contenía una bomba casera en uno de los campus del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) en México a principios de este mes (8 de agosto).
Según las autoridades locales, el ataque provino del grupo denominado ‘Individualidades Tendiendo a lo Salvaje’, que asumió la responsabilidad en un blog detallando la elaboración de la bomba que coincidía con la evidencia encontrada por la policía.
El «Manifiesto» lanzado por el grupo autonombrado «Individualidades Tendiendo a lo Salvaje» como llamamiento de «liberación de la Tierra» (también reproducido aquí) es una colección de delirios que parece beber en las más distintas fuentes, desde la conspiranoia patológica de negociantes del miedo como Rafapal, Daniel Estulín y Manuel Celades (y sus líderes angloparlantes como David Icke o Alex Johnson) hasta los posicionamientos más radicales de los animalistas, los ecologistas extremos, las viejas teorías de la violencia de la izquierda sesentera y el jipismo sanguinario de Charles Manson. Todo mezclado con la absoluta falta de rigor propia de estos enfoques, pero eso sí, cuidadosísimamente adherido a la correción política del lenguaje que gusta a quienes confunden el género gramatical con algo sexual.
El manifiesto de 5400 palabras sostiene que la investigación en nanotecnología puede causar que “la Tierra y todxs lxs que nos encontremos en ella nos habremos convertido en una gran masa gris, donde reinaran nanomaquinas inteligentes [sic]”.
El ITESM ha incorporado medidas de seguridad como la instalación de detectores de metal, el uso de perros policía, la inspección de vehículos y de paquetería; pero otras instituciones no han sabido cómo actuar.
Ampliar información en: El Retorno de los Charlatanes
Desde el siglo XVII, la posibilidad de ser asesinado ha disminuido de forma progresiva en toda Europa; y esta tendencia empezó en dos países especialmente comerciales: Holanda e Inglaterra. Como apunta el doctor de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Matt Ridley: “El asesinato era diez veces más común antes de la revolución industrial con respecto a hoy en día”.
La conocida como curva de Kuznets establece que cuando el ingreso per cápita alcanza los cuatro mil dólares, las personas exigen la limpieza de los ríos y aire locales (ecologismo). En el Occidente de la posguerra, las personas empezaron a enriquecerse y a demandar horas de trabajo flexibles, pensiones y seguridad laboral (derechos del trabajador).
Algunas de estas tendencias pudieron producirse sin el concurso del comercio en la vida diaria, pero parece ser que el comercio las aceleró.
La razón psicológica se esconde en la expansión del cerebro colectivo: a medida que nos vemos obligados a ampliar nuestras transacciones con desconocidos, convertimos a esos desconocidos en amigos honorarios. El intercambio comercia puede transmutar el interés personal en benevolencia. Las naciones más comerciales son las que históricamente han presentado una mejoría más espectacular en la sensibilidad humana.
A juicio de Ridley:
En el siglo XIX, cuando el capitalismo industrial atrajo a tantas personas a ser dependientes del mercado, la esclavitud, el trabajo infantil y los pasatiempos como el lance de zorros o las peleas de gallos se volvieron inaceptables. A finales del siglo XX, cuando la vida se comercializó aún más, el racismo, el sexismo y el abuso de menores se volvieron inaceptables. Y en el camino, cuando el capitalismo cedió el paso a variadas formas de totalitarismo dirigido por el Estado y sus pálidos imitadores, fue evidente el retroceso de dichas virtudes, mientras la fe y el valor revivieron. (…) La violencia azarosa tiene espacio en los noticiarios precisamente porque es tan rara; la amabilidad rutinaria no es noticia precisamente porque es tan común. En décadas recientes, las obras de caridad han crecido más rápido que la economía a nivel global. Internet está repleto de personas que comparten consejos gratuitamente.
En palabras de Eamonn Butler, director and cofundador del Adam Smith Institute: “El sistema de mercado convierte el interés personal en algo virtuoso.” Producir resultados racionales que parten de individuos irracionales. Producir resultados benévolos de motivaciones individualmente egoístas. Cuando la economía de mercado florece, también lo hace la filantropía. Proporcionalmente, los trabajadores pobres dan tres veces más de sus ingresos a causas filantrópicas que quienes viven de la asistencia social.
Los psicólogos evolutivos, por ejemplo, han confirmado que en ocasiones la motivación detrás de las muestras conspicuas de virtud por parte de los muy ricos están muy lejos de ser puras. Cuando se le muestra a una mujer una fotografía de un hombre atractivo y se le pide que escriba una historia sobre la cita ideal con él, ella dirá que está dispuesta a invertir su tiempo en voluntariados prosociales que llamen su atención. En contraste, una mujer a quien se le muestra una fotografía de una escena callejera y se le pide que escriba una historia sobre el clima ideal para estar ahí, no muestra la misma urgencia filantrópica.
Lo que se pretende destacar, pues, es que, gracias al intercambio, la confianza entre las personas ha crecido de forma gradual y progresiva. El intercambio genera confianza, y viceversa. Éste es el motivo en gran parte de la crisis financiera que estamos viviendo: los bancos se hallaban sustentados en pedazos de papel que decían valer mucho más de lo que valían, y la confianza se perdió.
Fuente: Xataka ciencia
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