Una revista del Arzobispado de Madrid, presidido por el cardenalAntonio María Rouco Varela, sugiere que la violación podría no ser un delito.Ricardo Benjumea de la Vega, redactor jefe de Alfa y Omega, escribe en un artículo: «Reducido el sexo a simple entretenimiento, ¿qué sentido tiene mantener la violación en el Código Penal?»
«¿No debería equipararse a otras formas de agresión, como si, por ejemplo, obligáramos a alguien a divertirse durante unos minutos? ¿Por qué tanta disparidad en las condenas?», se pregunta Benjumea de la Vega en un texto titulado La violación, ¿fuera del Código Penal?
«Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal», prosigue el redactor jefe del semanario, distribuido conjuntamente con el diario ABC y editado por la Fundación San Agustín (Arzobispado de Madrid).
«Ése es el ambiente cultural en el que vivimos, y, sin embargo, la inmensa mayoría de los españoles consideraría una aberración que se sacara la violación del Código Penal, aunque, a sólo 100 metros, uno tuviera una farmacia donde comprar, sin receta, la pastilla que convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute», puede leerse en el texto publicado hoy y del que se ha hecho eco [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE].
Fuente: Público.es
Muchas de las firmas de moda españolas que estos días llenan sus escaparates contratan su producción a fábricas y talleres de todo el mundo. Por su cercanía y por las características de su mercado laboral, Marruecos se ha convertido en un importante centro de costura y confección de España y de gran parte de Europa.
La Campaña Ropa Limpia y SETEM acaban de publicar el informe La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la confección en el que analiza los factores que mantienen a las trabajadoras de las cadenas de suministro de las firmas de moda en situaciones de pobreza y de gran vulnerabilidad social pese a tener un puesto de trabajo. La investigación se basa en entrevistas a 118 obreras y en varias reuniones e intercambios realizados gracias a la asociación de mujeres trabajadoras Attawassol. El informe dibuja una vida cotidiana extremadamente dura. Sus jornadas laborales suelen ser de más de 10 horas diarias durante seis días a la semana, a las que se debe sumar una media de seis horas de trabajo doméstico al día; no saben cuándo deberán realizar horas extra que, por otro lado, son obligatorias; los salarios, de unos 200 euros mensuales, no les permiten mantener a sus familias; y no tienen posibilidad de organizarse para defender sus derechos debido a la falta de tiempo y a las muchas presiones y amenazas que reciben si intentan reunirse con sus compañeras.
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Los estudios epidemiológicos nos dicen que las personas en situación de paro tienen un mayor riesgo de suicidio. Mucho mayor, de hecho: entre dos y tres veces frente a los no desempleados. Esta cifra, eso sí, se reduce al controlar por otras causas que pueden estar afectando tanto al suicidio como al desempleo, como puede ser la presencia de enfermedades mentales, pero sigue siendo estadísticamente significativa. Este estudio sobre la crisis asiática de los noventa se atreve a cifrar la cantidad de suicidios ‘sumados’ por la misma en unos 10 000. Ni siquiera hace falta perder el trabajo, y que el mero estrés generado por el riesgo de que esto suceda es suficiente para incrementar la probabilidad de sufrir una enfermedad mental en más o menos un 30%. Y aparentemente, estas cifras eran considerablemente mayores antes de que existiese un sistema de bienestar público. De hecho, parece que los recortes son susceptibles de aumentar las tasas de suicidio al hacerse más débiles las redes de seguridad para aquellas personas que están en riesgo de exclusión económica y social.
En España no parece observarse, por el momento, ninguno de estos efectos. De hecho, la tasa de suicidios está en su nivel más bajo de los últimos 25 años:
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