¿Qué se puede decir de un país donde su monarca, presunto corrupto, acumulador de riqueza y bebedor empedernido, se va a un safari de elefantes organizado por su amante, en plena y completa crisis y con seis millones de trabajadores en paro?
¿Qué se puede decir de un país cuyo presidente de gobierno incumple todo, absolutamente todo lo dicho en una campaña electoral, no abre la boca sino para mentir o recortar derechos, garantías o mostrar fidelidad ovejuna al capitalismo o a sus líderes ocasionales del momento o huir por la puerta de atrás de los garajes cuando tiene que dar la cara?
¿Qué se puede decir de un país cuyos ministros y ministras acompañan en sus mentiras a su presidente, tienen, cada uno, un turbio pasado ligado a bancos en quiebra, asesoramiento en la evasión masiva de impuestos, empresas de armamento o cocheras llenas de jaguars derivadas de la corrupción y el latrocinio masivos?
¿Qué se puede decir de un país con ex presidentes y presidentes de sus autonomías procesados, y en algún caso condenados, por prevaricación, cohecho, blanqueo de capitales y tráfico de influencias, con presidentas en el límite mismo de la absoluta indecencia moral y política?
¿Qué se puede decir de un país donde la confesión religiosa mayoritaria es la mayor propietaria de bienes inmuebles del mismo, por los que no cotiza ni tributa un céntimo y que aún recibe subvenciones públicas multimillonarias, que no se recortan ni reducen ni en los peores momentos en los que a los ciudadanos se les grava y recorta drásticamente?
¿Qué puede decir de un país donde el yerno del monarca se lucra con negocios, sobornos e influencias al amparo de la Corona y que negocia su no entrada en la cárcel a cambio de unas monedas de más o de menos?
¿Qué se puede decir de un país cuyo representante máximo del poder judicial se pasa la mayor parte de los fines de semana del año en doradas costas, en hoteles y restaurantes de lujo, pagados con el dinero de todos y que considera una “minucia” estas prácticas, que el fiscal general del Estado archiva sin siquiera instruirlas?
¿Qué se puede decir de un país que normaliza y legaliza el delito fiscal, la evasión de impuestos y el dinero negro con un pírico porcentaje de pago, indulta a banqueros y empresarios condenados en firme y sistematiza las indemnizaciones y pensiones multimillonarias de directivos de bancas o cajas de ahorro con miles de millones de pérdidas?
¿Qué se puede decir de un país cuyo sistema financiero tiene un agujero de 200.000 millones, fruto del afán de lucro, la falta de lucidez, la impericia y la insensatez de sus dirigentes y supervisores estatales, y que ahora se pretende reflotar o rellenar, impúdicamente, con el dinero de todos?
¿Qué se puede decir de un país que arrasa en un golpe de decreto con los derechos laborales, conseguidos en siglos de luchas y conquistas sociales con el pretexto inveraz de luchar contra el desempleo que crece, crece y crecerá ante la general hipocresía de los gobernantes y perpetradores del atraco?
¿Qué se puede decir de un país que en otro golpe de decreto, emanado de su Consejo de Ministros o cueva de Alí Babá, acaba con la Sanidad y la Educación publica, cercenando de un tajo su salud y su futuro?
Se puede decir, simplemente que no es un país, que es un conglomerado infecto de ladrones, delincuentes y falsos patriotas. De meapilas, truhanes y aprovechados. De corruptos, inmorales y profesionales de la mentira.
Se puede decir que no es país, que es una cloaca.
Fuente: Lucas Leon Simon
Los casos de sarampión se han multiplicado. Si en 2010 la Organización Mundial de la Salud dio por prácticamente erradicado este virus, en tan solo un año ha resurgido en Europa con 300 00 nuevos casos y en España se ha pasado de los 173 de 2010 a más de 1.800 registrados en 2011. La Asociación Española de Pediatría achaca este repunte a la relajación de algunos padres, que no vacunan a sus hijos por ignorancia o por dejadez. Pero también a que en los últimos años ha surgido un nuevo grupo social: los ecopadres o padres militantes en formas de vida naturalista que no vacunan a sus hijos conscientemente. Los antivacunas son un fenómeno mundial, una moda que comenzó en los países nórdicos y que se ha ido extendiendo por Europa. Los pediatras han empezado a alertar de los peligros que acarrea esta postura porque enfermedades como la difteria, la tosferina o la polio -que han desaparecido en los países industrializados gracias a las vacunas-, podrían volver si se dejase de inmunizar.
El pediatra Carlos González, que ha escrito varios libros sobre las bondades de la crianza natural, en el caso de los antivacunas se muestra muy crítico.
“Mucha gente convencida de la lactancia y la crianza natural cree que no vacunar a los niños forma también parte del paquete. Al contrario, si le quieres tanto ¿por qué no le vas a proteger de las infecciones?”. Preocupado por la cantidad de familias que llegan a su consulta y que son contrarias a vacunar a sus hijos, decidió publicar el libro En defensa de las vacunas para dar a conocer las consecuencias que puede acarrear esta decisión. “Desde hace unos años, cada vez me encuentro con más padres que no vacunan a sus hijos porque creen que las vacunas son inútiles, innecesarias, o peligrosas, o las tres cosas a la vez. Algunos incluso se sorprenden de que yo esté a favor de inocular. Como si hubiera una especie de paquete ideológico raro-progre-natural y si defiendes la lactancia materna o coger en brazos a los niños, también tienes que estar, lógicamente, en contra de las vacunas y creer en la medicina alternativa”.
Carlos González anima a los padres a seguir protegiendo la salud de sus hijos. La vacunación, afirma, es una de las prácticas médicas que más sufrimiento, dolor y muerte ha evitado. “Algunas enfermedades, como la viruela, han sido vencidas y ya no es necesario vacunar contra ellas. Pero otras todavía acechan, y varios países industrializados han sufrido brotes de sarampión, difteria o tosferina cuando el número de niños no inmunizados aumentó debido a la propaganda contra las vacunas”.
Los ecopadres que no vacunan a sus hijos no lo hacen por desconocimiento o falta de preparación, sino que, al contrario, suelen estar muy informados sobre el tema. Pero su oposición se basa en argumentos pseudocientíficos que suelen circular por Internet como que las vacunas son tóxicas, que es una maniobra de las multinacionales para ganar más dinero, que nos ocultan sus efectos secundarios o que producen alergia o incluso la muerte súbita. Otro de los argumentos que esgrimen es que causan autismo. Algunos científicos habían sugerido una posible relación entre el autismo y la vacuna triple vírica o entre el autismo y el mercurio que se usa como conservante en algunas vacunas. Pero después de realizar estudios detallados en distintos países, no se ha encontrado ninguna relación y el FDA (departamento estadounidense de salud) lo ha desmentido públicamente.
Aplmiar en: El Rincón de la Ciencia y la Tecnología
Silencio absoluto. Eso es lo que ha encontrado Roberto Augusto tras la publicación del libro El nacionalismo ¡vaya timo! La obra se publicó el pasado mes de febrero pero no busque referencias al respecto, apenas las encontrará. El libro está escrito desde fuera de las trincheras políticas -”habría tenido más repercusión mediática si lo hubiera hecho desde una posición enconada”- y, como defiende su autor, profesor en un instituto en Cataluña y doctor de Filosofía, “no defiende intereses partidistas”.
El libro no gustará a nadie de los que defienden posiciones dogmáticas porque intenta analizar el concepto nacionalista desde la filosofía y la teoría. Sin renunciar a los ejemplos y a temas como el de la lengua. Augusto asegura que ha buscado cerrar “un análisis objetivo y profundo” de un tema, el nacionalismo, al que se opone frontalmente desde la racionalidad. Pero, sobre todo, el autor se ha marcado un objetivo con este libro: “Hacer pensar a la gente”.
Entrevista al autor a: lavozdebarcelona.com