Un juzgado de Vitoria ha condenado a El Corte Inglés S.A. a indemnizar a un cliente por incumplir la publicidad de una campaña publicitaria que ofertaba vuelos nacionales gratuitos por compras en la web de este comercio superiores a 100 euros.
La sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia número 1 de Vitoria, por la que se condena a este establecimiento a indemnizar con 630 euros al demandante, es de gran importancia a juicio de la Unión de Consumidores de Euskadi (UCE), porque establece «el carácter contractual y exigible que tiene la publicidad».
La resolución, que es firme, recuerda que El Corte Inglés, S.A. de Vitoria llevó a cabo una promoción denominada «Compra y Vuela» que consistía en regalar dos billetes de avión ida y vuelta con «Air Europa» a cualquier destino nacional (península, Baleares y Canarias) y sin exclusión de fechas hasta el 30 de noviembre de 2008 a los clientes que hicieran un pedido en su página web por un importe de más de 100 euros.
El cliente hizo una primera compra en la web de 162,01 euros el 19 de abril de 2008 y, posteriormente, una segunda por valor de 176 euros el 8 de mayo de ese mismo año. Sin embargo, en ambas ocasiones se le dijo que no había plazas disponibles en los vuelos deseados, pese a que reunía los requisitos fijados en la publicidad.
Ante estas negativas, el afectado acudió por su cuenta a «Air Europa» y consiguió y pagó de su bolsillo los dos billetes para volar desde Bilbao a Lanzarote, ida y vuelta, en octubre de 2008, como había solicitado a «El Corte Inglés».
Como con esta compra demostró que sí existían plazas de avión y que la publicidad era engañosa, el cliente acudió a la oficina territorial de Álava del Departamento de Industria, Comercio y Turismo y a la UCE para pedir que el comercio le devolviera el importe de los billetes, aunque la intervención de estos organismos no dio resultado.
630 euros de indemnización
Por ello, denunció judicialmente a «El Corte Inglés» que, a su vez, rechazó la demanda al entender, por un lado, que esta había prescrito y, por otro, que había cumplido el contrato publicitario y que la disconformidad del cliente se refería «tan solo al obsequio».
La sentencia judicial, sin embargo, señala que la publicidad es un contrato y que el consumidor cumplió con lo estipulado en la promoción «Compra y Vuela», mientras que «El Corte Inglés, S.A.» no respetó lo establecido en su publicidad.
«Si el demandante hubiera conocido esa falta
de disponibilidad de vuelos, o por lo menos en algunas fechas, que no constaban en la oferta publicitaria, no habría realizado esos dos pedidos a través de la página web», señala el fallo, que condena por tanto al comercio a pagar los 630 euros e intereses legales al demandante.
Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]
Es enorme el “poder” que ejerce la ciencia en nuestra sociedad, (aunque luego no se refleje directamente en el sistema educativo) y esto hace que sea manipulada continuamente por el marketing. La ciencia tiene su propio lenguaje. Y en muchas ocasiones el marketing (el lenguaje de los anuncios) disfraza su mensaje con palabras del “lenguaje científico” (moléculas, aminoácidos, iones, etc.) para intentar dar veracidad a su publicidad. La gran mayoría de anuncios publicitarios utiliza la ciencia para explicar y convencer a los consumidores; después de todo, si un anuncio puede hacerte creer que sabe de lo que está hablando, es más probable que creas que lo que te cuentan es cierto. Pero es simple; el engaño es fácil cuando un porcentaje muy alto de los consumidores tienen muy poca idea de ciencia. Por tanto, fingir que existe “ciencia” en un producto es fácil y además algo comprobado “científicamente” se asocia de inmediato con la verdad absoluta. Pero además existen anuncios cuyos enunciados son directa, y completamente falsos.
Un ejemplo de esta publicidad engañosa la etnemos en el post Small is beautiful!!t de El Blog del Búho que sigo desde su inicio. ¡Magnífico!
El Vaticano ha ganado una batalla al grupo de moda italiano Benetton, que utilizó un fotomontaje con el papa besando en la boca a un imán egipcio para hacerse publicidad y que ahora ha reconocido la equivocación de usar la imagen de Benedicto XVI.
El portavoz vaticano, Federico Lombardi, informó que el 11 de mayo Benetton hizo público un comunicado en el que reconocía «su pesar por haber herido la sensibilidad de Su Santidad Benedicto XVI y los creyentes, aseguraba que todas las fotos del papa las había retirado de los circuitos comerciales y se comprometía a no usar en el futuro una imagen del papa sin la autorización de la Santa Sede».
Bueno, pues como la mejor forma de combatir la censura de este tipo es repitiendo lo que se pretende censurar, Vaticano, conoce el efecto Streisand.
La dotada acaba entrar por una puerta lateral de la sala e inicia el recorrido hasta el escenario por el pasillo central, del brazo de Heinrich. ¡Comienza el espectáculo! El público aplaude, se levanta, empieza a llorar. La ovación llega a ser atronadora y Anne Germain todavía no ha abierto la boca. Estoy rodeado de creyentes y me siento un bicho raro. En la pantalla gigante, en las imágenes del público que recogen varios cámaras de televisión, destaca una joven con un osito de peluche en brazos que llora desconsolada. Está en primera fila.
Asistir al espectáculo de Anne Germain es una fantástica clase práctica de pensamiento crítico. Conoces la teoría del efecto Forer y la lectura fría, y la has visto en la tele, pero en la pequeña pantalla existe el montaje -que elimina fragmentos poco interesantes– y mantienes un cierto distanciamiento con las víctimas del montaje. En el teatro, te rodean, ves que se trata personas aparentemente normales y asistes al espectáculo como uno más, pero de un modo diferente. Ellos, los seguidores de la médium, se quedan en la superficie, no profundizan en lo que les cuenta ni en cómo se lo cuenta. Estoy entre ellos, pero mentalmente aislado, como si viera todo desde fuera -como cuando asisto a un acto religioso-, y hay momentos en los que la médium y su trouppe me dan un inmenso asco.
La gente sufre muchísimo. Se ve en sus gestos; se percibe en su voz y en su lenguaje corporal. Ansía conectar con sus seres queridos muertos. Si cree conseguirlo, se derrumba y llora a mares. La médium sonríe, y cuenta todo tipo de tópicos y mentiras. César Heinrich, el anfitrión, ofrece a cada víctima de Anne Germain el micrófono y pañuelos de papel. Y los cámaras graban primerísimos planos de rostros llorosos que se proyectan en la pantalla gigante o en el monitor que tiene la médium en el escenario, a sus pies, para poder ver las reacciones de sus interlocutores más lejanos en el patio de butacas.
Es un espectáculo obsceno, repugnante. Es todo tan descaradamente fraudulento que en varios momentos me dan ganas de levantarme y gritar a los asistentes: ¡Cómo podéis ser tan ingenuos! ¡Os están engañando! Y explicarles cómo lo están haciendo. Me quedo sentado y en silencio. He pagado 80 euros de mi bolsillo y quiero vivir la repulsiva experiencia hasta el final, para luego contarla aquí y en la radio. A fin de cuentas, que yo sepa, ningún medio se ha dignado a hacer algo parecido. Considero que es lo mejor, como antes he pensado que lo era engordar la cuenta corriente de la médium y sus patrocinadores, a pesar del asco que me da lo que hacen, para asistir a una sesión de espiritismo como un creyente más. Pasa la medianoche cuando todo acaba y salgo del teatro alucinado. No puedo evitar pensar que mis acompañantes en el patio de butacas son ciudadanos adultos, con derecho a voto. Me dan ganas de exiliarme.
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