En algún momento en los próximos 15 a 30 años, deduce el conocido paleoantropólogo, nacido en Kenia, los descubrimientos científicos que se han ido acelerando en los últimos tiempos llegarán hasta el punto que, «incluso los escépticos tendrán que aceptarlo.»
«Si llegamos a la etapa donde se pueda persuadir a la gente por las evidencias, que son sólidas, de que todos somos de origen africano, que el color es superficial, que las etapas de desarrollo de la cultura son todas interactivas», argumenta Leakey, «y entonces, podremos pensar en la posibilidad de un mundo que responda mejor a los desafíos globales.»
Leakey es profesor de la Universidad de Stony Brook, en Long Island, recientemente pasó varias semanas en Nueva York en la promoción del Turkana Basin Institute, de Kenia. El instituto, donde Leakey pasa la mayor parte de su tiempo, da la bienvenida a los investigadores y científicos de todo el mundo dedicados a desenterrar los orígenes de la humanidad en una zona rica en fósiles.
Su amigo, Paul Simon, llevó a cabo una campaña de recaudación de fondos el dos de mayo para el instituto en Manhattan, donde llegaron a recaudar más de $2 millones. Este mes se difunde por la televisión pública norteamericana un documental de National Geographic de su trabajo en Turkana.
Fuente: Bitnavegantes
Todas las personas que afirman tener poderes sobrenaturales estafan a sus clientes. Unos es porque mienten a sabiendas y los otros porque son enfermos mentales. En todo caso, son maneras de sacarle dinero a unos pobres diablos que no tienen la menor idea de dónde están parados y buscan el consejo de estos vivos.
Por eso resulta tan curiosa la forma como El Espectador (Colombia) tituló la noticia de que uno de estos estafadores aprovechaba sus afirmaciones de poderes sobrenaturales para violar a sus víctimas – Detenido en España un falso chamán colombiano que abusaba de mujeres:
La Policía española ha detenido en Madrid, España, a un hombre de 48 años que simulaba ser un chamán para abusar sexualmente de mujeres, a las que suministraba una sustancia como burundanga, para anular su voluntad.
Me podría decir el editor del periódico, ¿cómo sabe que el tipo es un falso chamán? Digo, tiene que haber alguna forma, comprobable de manera objetiva, de determinar qué chamanes son falsos y cuáles son verdaderos.
Hasta entonces, bien haría el diario en titular la noticia de manera diferente, pues tiene la responsabilidad de informar verazmente a sus lectores y usuarios; misión que desvirtúa al sugerir tácitamente que hay chamanes «reales».
Fuente: DE AVANZADA
Entrevista a Javier Cavanilles autor del libro El Tarot ¡Vaya Timo!
En el libro dedicas un apartado específico a realizar una crítica bastante dura acerca del tratamiento legal y jurisprudencial que se hace a este tipo de prácticas. ¿Crees que, efectivamente, debería plantearse la prohibición y la sanción penal (por estafa, por ejemplo) de estas actividades? ¿o la sanción civil relacionada con la publicidad engañosa que mueve a contratar?
Yo no estoy a favor de prohibirlo, simplemente que se cumpla la ley. Y la verdad es que no se cumple. Un ejemplo es el famosos bífidus y otras cosas parecidas, cuyos efectos están por demostrar. Eso ha obligado a empresas muy conocidas a modificar su publicidad y la forma de venderlos ante la amenaza de sanciones. Pero si vendes una pócima que cura el sida no pasa nada, y si es en negro, sin pasar por Hacienda, tampoco. Una persona que anuncia que tiene poderes está vendiendo un producto que no tiene, y debería ser sancionada, pero no ocurre. Tienen bula, como los que venden cosméticos que prometen la eterna juventud, no hay que olvidarlo. Pero, en general, la ley se cumple. Si vendes una televisión de cartón y dices que no funciona por la malas energías del comprador se te cae el pelo. Creo que la administración de justicia no se toma en serio el peligro potencial de estas creencias, y sólo hay que ver que cada dos por tres se desmantelan redes de proxenetas que amenazan a mujeres con vudú. Lo paranormal puede ser muy peligroso pero no hay conciencia.
En el tema de los llamados productos milagro y de otras prácticas contractuales donde el receptor del servicio está a merced del prestador, queda patente un doble nivel en la figura del consumidor. Por un lado es refractario a ciertas prohibiciones (quiere poder probar) pero por otro desea las seguridades de que los efectos negativos de ese libre albedrío no le van a afectar. ¿Cuál crees que sería la mejor regulación? ¿La prohibición para evitar cualquier daño potencial o la libertad de elección con asunción de todas las consecuencias?
Hay productos que son nocivos, así que hay que prohibirlos de la misma manera que hay normas que regulan la seguridad en el trabajo, la calidad de los productos que llegan a los supermercados o impiden utilizar amianto. Hay otros –pienso en la homeopatía- que son simples pastillas de azúcar y son inocuos (salvo cuando sustituyen a un medicamento que funciona). Yo no digo que no los vendan, pero lo que no tiene sentido es llamarles parafarmacia o complementarios como si eso fuera algo más que palabrería. Si hay que dejar que la gente los compre, que sea en lugares específicos, de la misma manera que en Holanda puedes comprar marihuana en un coffe shop, pero no en otros sitios. Y sobre todo que se impida que se anuncien como si tuvieran poderes terapéuticos. Eso es publicidad engañosa y la ley es bastante clara. El cianuro quita el dolor de cabeza con mucha más efectividad que cualquier otro producto, pero entraña otros pequeños riesgos. Ahora, si alguien quiere probar, lo único que podemos hacer es aconsejarle que se lo piense mejor. El tema de la libertad de elección es muy discutible: la gente los prueba por que le han dicho que funciona y eso es mentira. Si le dijeran la verdad, muy pocos lo probarían. La libertad de elección no existe sin información veraz, y eso es lo que falta.
Entrevista completa en: El Escéptico Digital