Eso de que haya religiones pacíficas es como si hubiera enfermedades benéficas, o tragedias humanitarias. Es una contradicción de los términos, aunque algunas corrientes orientales todavía son vistas como respetables, por su supuesto pacifismo, en Occidente.
Una de las supersticiones que más goza de esa falsa imagen es el budismo, religión mayoritaria de Myanmar, en donde hay un festival de violencia interreligiosa con los musulmanes:
Los choques de las últimas semanas entre musulmanes y budistas amenazan con incendiar el oeste de Myanmar (antigua Bimania) y poner freno a la apertura iniciada por el presidente Thein Sein, después de medio siglo de dictadura. El presidente declaró anoche el estado de emergencia en el Estado de Rajine, donde se han producido los disturbios en los que han muerto al menos 17 personas y cientos han resultado heridos. La ONU ha indicado que ha comenzado a evacuar de manera voluntaria a su personal en la zona.
El Gobierno ha enviado tropas y más policías para reforzar a los cuerpos de seguridad que tratan de imponer el orden en la decena de pueblos más afectados, en los que alrededor de 600 edificios han sido incendiados.
Rajine, que limita con Bangladesh y el golfo de Bengala, tiene cerca de cuatro millones de habitantes de los que una cuarta parte son musulmanes pertenecientes a la etnia rohingya, que el Estado birmano no reconoce como propia y ha pedido a Naciones Unidas que resuelva su situación. La mayoría de los rohingya viven en condiciones infrahumanas en poblados semejantes a campos de refugiados.Son la etnia sin Estado más numerosa de Asia.
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Los altercados entre la población musulmana y la budista son habituales en Rajine. Esta última ola de violencia, arrancó el 28 de mayo, cuando apareció el cadáver de una mujer budista que, supuestamente, fue violada y asesinada por un grupo de musulmanes, informa la agencia Efe.
El dos de junio, un gentío de budistas detuvo un autocar en el que decían que viajaban los culpables. La turba mató a diez musulmanes. Desde entonces, grupos islámicos han incendiado y causado destrozos en 14 localidades del Estado.
No, el budismo no es más pacífico que el islam o el cristianismo. En lo único que se parecen es en su disposición para engañar a la gente y presentarse como algún tipo de salvación.
Fuente: DE AVANZADA
Ninguna multinacional tiene tantas sucursales, ninguna empresa engloba tanto personal a su cargo y ningún holding ha podido sacar al mercado un producto más rentable. Jamás ha existido un negocio tan beneficioso y duradero a pesar de haber demostrado con el paso del tiempo estar tan radicalmente equivocado en sus afirmaciones. Es el sueño dorado de cualquier empresario: crecer sin límite sin que ninguno de tus errores detenga tu prosperidad.
El trascurrir de los siglos, el avance del conocimiento o el descubrimiento de toda una pléyade de evidencias en su contra apenas han servido para arañar levemente el descompensado poder que aún ostenta la religión si tenemos en cuenta el total de ocasiones que ha errado en sus convicciones. Al parecer somos tremendamente comprensivos con los errores divinos mientras que cargamos de inmediato la bayoneta con los deslices humanos.
Y el truco de esta asombrosa longevidad y rentabilidad es simple, laborioso sí, pero simple… convencer al personal de que existen dos realidades: la terrenal y la celestial. Lo físico y lo metafísico. El conocimiento humano, racional, deductivo, científico de todo lo que te rodea, y los misteriosos e insondables caminos del Señor. Mi reino no es de este mundo, decía la segunda de las tres partes unitarias del mayor pleonasmo inventado por el hombre.
Un ímprobo y continuado trabajo que, llevado a cabo durante algunos milenios, nos presenta un cosmos roto, quebrado, partido en dos, en el que una mitad es observable, tangible, medible y finalmente comprensible, mientras que la otra mitad, revelada desde un trono superior, tan solo existe mediante el esforzado empeño de creer en ella.
A esta tozudez en ignorar las evidencias, a ese costoso empecinamiento en olvidar la realidad, a esa tenaz obstinación en pasar por alto el conjunto de conocimientos, experiencias y datos del mundo real, es a lo que algunos ensalzan y llaman fe. Un empeño que en ocasiones roza la cabezonería y que, inexplicablemente, se ha conseguido vestir de virtud… cuanto más olvidas lo abrumadoramente improbable que es esa realidad divina, más virtuoso eres.
Una herramienta poderosa capaz de convencer a tíos grandes como camiones de que le esperan ríos de leche y miel a su llegada al paraíso. Una venda en los ojos que te invita a obviar esos pequeños inconvenientes que presenta lo que algunos llamamos realidad, con la promesa de grandes intereses en «preferentes» a cobrar cuando llegues al cielo.
No seré yo quien juzgue a cada cual su capacidad de endeudarse en esta vida para cobrar los réditos de su rendición terrenal en una más que improbable secuela rodeado de nubes blancas cual queso philadelphia y querubines de hermosos carrillos tocando arpas. Allá cada cual con sus creencias irracionales y su derecho a dirigir su vida personal de acuerdo con las rancias normas de unos pastores nómadas de hace tres milenios.
Artículo completo en: LA ALDEA IRREDUCTIBLE