Chuck Close es el creador de este retrato de Fanny, la fallecida abuela de su esposa, e increíblemente, está hecha con huellas digitales.
Algunas zonas de Malí están controladas por islamistas socios de Al-Qaeda, que niegan la más básica libertad individual y que se atoran de sólo imaginar el concepto de libertades civiles, así que asesinaron cruelmente a una pareja que no se había casado:
Ambos fueron colocados «en dos agujeros y los islamistas los lapidaron hasta que murieron», declaró uno de los testigos, cuyas declaraciones fueron confirmadas por otra persona presente.
El primer testigo dijo que «la mujer perdió el conocimiento tras los primeros golpes», mientras el hombre «gritó una vez antes de callarse».
El segundo testigo precisó que «el hombre y la mujer tienen dos niños, el más pequeño de sólo seis meses». Según él, la pareja vivía fuera de Aguelnok.
«Fueron traídos hasta la ciudad por islamistas que les lanzaron piedras hasta que fallecieran», dijo. «La gente salió para ver lo que pasaba. Había testigos», precisó.
La crónica en Kien & Ke sobre Quintana da cuenta de la maravillosa forma de pensar de este médico de Colombia:
Antes de practicar una eutanasia, el doctor Quintana cumple con un protocolo simple. El primer paso es conocer al paciente. Dice que siempre lo busca un familiar o amigo que conoce el deseo morir del enfermo. En otros casos, lo contactan por medio de su página en Internet o por la Asociación Derecho a Morir Dignamente. “Me trato de meter en los zapatos del paciente para entender que si yo fuera él también pediría lo mismo”, dice Quintana. Visita al paciente en dos ocasiones para hablar con su familiar y evaluar el estado de salud. También lo hace para preguntarle qué día quiere hacerse el procedimiento. Tiene que ser algo más de 24 horas antes para poder conseguir los medicamentos. Para Gustavo Quintana lo más importante es la voluntad de su paciente.
Con la decisión tomada, se debe canalizar una vena para poner un suero a la que se inyecta un anestésico y un despolarizante cardiaco. El doctor Quintana aprendió el método de la eutanasia mientras estudiaba medicina en la Universidad Nacional.
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“Siempre he creído que acompañar a morir un paciente es un deber ético de un médico, a pesar de que los médicos cristianos creen que soy un asesino o un criminal. ¿Cómo no entender el dolor de una persona a la cual ni la morfina ni los analgésicos le funcionan?”, dice Quintana al recordar varios casos que se han quedado en su memoria.
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“La muerte no es lo contrario de la vida, solo es la parte final de la vida y la vida es mi opción, no es de Dios, no es mi familia, es de cada quién. De ahí nace el derecho de que cada quien disponga el momento final de su vida”, dice Quintana, quien no ha desaprovechado ningún instante de su existencia. Fue competidor automovilístico, incluso, estuvo en algunas competencias con Pablo Escobar. Es buzo, nadador y amante de la música clásica y salsa. Otra debilidad son las mujeres. Quintana se casó cuatro veces y de cada matrimonio tienen un hijo. El doctor Gustavo Quintana siempre duerme con las ventanas abiertas para ver el amanecer.