En protesta por la cobarde admisión de las exigencias islámicas en los Juegos Olímpicos, el grupo feminista ucraniano FEMEN decidió que irían topless por las calles de Londres (Reino Unido), porque las mujeres en realidad no tienen nada de qué avergonzarse de sus cuerpos y deberían ser libres de poder disponer de ellos como a bien tengan.
Pero parece que los policías británicos no piensan igual, ya que arrestaron de manera brutal a las manifestantes, preocupados porque sus senos estuvieran al aire.
En la toma de posesión como presidente del Gobierno ante el Rey, Mariano Rajoy juró su cargo colocando primero la mano izquierda sobre la Biblia y luego la derecha sobre la Constitución Española. Sabía Rajoy sobre qué texto estaba jurando su cargo? ¿Le habían informado del contenido de la página donde estaba poniendo su mano izquierda? Me gustaría informarle para, en caso, de que tenga que repetir el juramento. La Biblia estaba abierta por el capítulo 30 del libro de los Números -cuarto libro del Pentateuco-, que regula lo referente a los votos o juramentos y contiene las normas relativas a los votos hechos por las mujeres. El libro es fiel reflejo de una sociedad en la que la mujer ocupaba una posición subordinada. Según el texto bíblico, un voto hecho por una mujer estaba sujeto a la autoridad del varón, excepto en el caso de que fuera viuda o hubiera sido repudiada, es decir, cuando no había ningún hombre que se hiciera responsable de ella.. Si la mujer era soltera y el padre desaprobaba el voto o juramento, no podía cumplirlo. Si daba su pláceme, tenía que cumplirlo. Si una mujer estaba casada y hacía un voto, debía cumplirlo si el marido no lo objetaba; si lo hacía, no debía cumplirlo.
La promesa o el juramento de los cargos presidenciales o ministeriales en la Zarzuela ante la Biblia y el Crucifijo me parece un resto de nacionalcatolicismo que no resulta fácil entender, y menos justificar, salvo por el deseo expreso de los reyes, conforme a sus creencias católicas. Pero dichas creencias deben permanecer en la esfera privada, nunca explicitarse en el espacio público, y menos aún en un acto político de tanta relevancia como la toma de posesión de un gobierno en pleno. Es menos justificable aún tras más de treinta años de democracia y de no confesionalidad del Estado. Poner a Dios por testigo en el juramento de cargos políticos constituye un acto de teísmo político que termina por convertirse en una crasa manipulación de Dios. Hacerlo en presencia de la Biblia y del Crucifijo viene a ser una sacralización de la actividad política, lo más contrario a la secularización de la política, que es la seña de identidad de la modernidad. Sorprende que, tras treinta y cuatro años de vigencia de la Constitución España que afirma “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” (art, 16,3). se comience transgrediéndola en un acto de tanta trascendencia para la vida política como la toma de posesión de un Gobierno del Estado Español surgido de la voluntad popular. Y eso viene sucediendo ininterrumpidamente desde el primer gobierno constitucional, con gabinetes de todos los colores: de derecha, de izquierda y de centro.
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Respuesta al comentario dejado por un lector anónimo en esta entrada de la web A bordo del Otto Neurath.
Estimado Anónimo:
Preguntas si la vida puede ser tan absurda, y la respuesta es obviamente que sí. Los seres vivos, incluidos los humanos, somos un accidente en la evolución de un universo que no se rige por nuestras fantasías sobre seres sobrehumanos, sino por ciegas leyes físicas que no saben nada de designios, placeres o sufrimientos: más bien NUESTROS designios, placeres y sufrimientos son nada más que uno de los muchos complicadísimos resultados del funcionamiento absolutamente inconsciente de esas leyes.
Yo tenía de pequeño una piedra muy bonita que cogí del río, y que luego se me rompió y se me perdió. Ningún designio había creado esa piedra con esa forma tan hermosa, sólo los golpes con otras piedras y la erosión del agua. Y ningún designio sobrehumano dio sentido a que la piedra fuera hallada por mí ni a que se me rompiera y se me perdiera: todo ello fue tan sólo el fruto de la casualidad. Ni la piedra sigue existiendo en un más allá de fantasía, esperándome para que la recupere cuando yo muera: no, la piedra, simplemente, dejó de existir (bueno, sus trocitos andarán por algún lado).
Lo mismo exactamente pasa con nosotros: somos el resultado de un proceso de evolución ciego pero sofisticadísimo, que da lugar a bichos como nosotros, preocupados por el placer, el sufrimiento y la supervivencia. Los animales prehistóricos que tenían la suerte de tener unos genes que les hacían estar más preocupados por la supervivencia, sobrevivieron en mayor medida y dejaron más descendientes que sus primos menos preocupados por ello, y por eso nosotros tenemos ese deseo tan, tan, tan intenso de no morir (lo que tu llamas «sentido existencial»). Pero sólo porque ese deseo nos ayuda a retrasar nuestra muerte todo lo posible, no porque seamos realmente inmortales (salvo en nuestra fantasiosa imaginación).
Tú te sientes más sosegado cuando te «aferras» a esas creencias absurdas, y eres muy libre de «aferrarte» todo lo que quieras; pero la intensidad del consuelo que esas creencias te proporcionan no hace a tales ensoñaciones NI UN MILIGRAMO MÁS PLAUSIBLES. Sencillamente, lo crees porque te sientes mejor creyéndolo, no porque haya ni la más mínima razón para pensar que sea verdad.
A mí, sinceramente, me parecería que aferrarme a esas ideas (como de hecho lo he estado en otras épocas de mi vida, y por razones parecidas a las tuyas) sería, más bien, una bofetada a mi inteligencia y a mi racionalidad; sería como renunciar a lo que me hace ser una persona (la capacidad de razonar y de juzgar objetivamente la verdad de las cosas), sólo a cambio de una pequeña píldora de falso consuelo.
Pero cada uno es muy libre de elegir el «paquete» estupidez+consuelo en vez del «paquete» racionalidad+(valor-para-afrentar-esta-vida-absurda-que-es-la-única-que-hay). Así que nadie más que tú es responsable de tu elección.
Fuente: A bordo del Otto Neurath
Por defensor acérrimo que se sea de la medicina tradicional china, nadie puede acusar a Víctor Javier Sanz (Bilbao, 1950), autor de ‘La acupuntura ¡vaya timo!’, de no haber hecho un exhaustivo trabajo de campo para escribir su libro. Este cardiólogo, que ejerce como médico de familia, llegó a acudir a un acupuntor “disfrazado de paciente”. Aprovechó que padecía de migrañas, una de las indicaciones de la acupuntura, para experimentar en primera mano la técnica: “Pensé: si me curo, vuelvo y quemo el libro”. Dos años después, sigue sufriendo migrañas y aboga sin medias tintas por la prohibición de la acupuntura. Según él, los ensayos clínicos de esta técnica no son fiables.
Entrevista completa en: sinc
¿Cómo y por qué se acercó a la acupuntura?
Mi interés por esta pseudociencia es antiguo. Como cardiólogo me empezó a interesar que, en los tratados de mi especialidad, se mencionaba que los chinos eran capaces de palpar 26 tipos distintos de pulso, cuando nosotros con cinco o seis tenemos de sobra, así que empecé a investigar y llegué a la conclusión de que había que leer sobre ello. Aunque la gente se cree que la acupuntura es solo pinchar, para la medicina tradicional china el pulso es fundamental, porque con él hacen el diagnóstico de la famosa energía Qi, que nadie sabe con exactitud qué es. Yo me acerqué a la acupuntura con mucha apertura de mente y, poco a poco, empecé a preguntarme cómo era posible que cada vez más gente acudiera a ella. El resultado fue este libro.
Al contrario que en otras disciplinas consideradas pseudociencias, sobre la acupuntura sí hay evidencia científica, ensayos clínicos aleatorios y doble ciego publicados en las revistas médicas más prestigiosas, que cuentan con un sistema de revisión por pares. ¿Qué explicación le da?
Es cierto que son revistas serias, pero de todos los estudios hay que leer la letra pequeña. Yo me he dejado las pestañas y me he fijado sobre todo en los ensayos teóricamente mejores, los publicados en revistas de mayor índice de impacto y con resultados positivos. La realidad no se corresponde con las conclusiones enunciadas. Por ejemplo, existe un estudio de esas características [la revisión de Jeannette Ezzo publicada en la Cochrane Library] que afirma que la acupuntura consigue disminuir la incidencia de los vómitos en pacientes sometidos a quimioterapia. Resulta que, efectivamente, es así, pero solo lo hace durante las ocho primeras horas del primer día de tratamiento y solo con electroacupuntura. Eso no lo pone en el resumen de la conclusión.
En realidad, se trata del efecto novedad, algo que pasa mucho en medicina, como cuando uno ve entrar al médico por la puerta y ya se encuentra mejor. Según ese metanálisis, el efecto disminuye la incidencia pero, al analizar los estudios de los que se compone, se puede ver que la mayoría no tiene doble ciego, en muchos otros en vez de estimularse el punto que afirman (el P6), se estimulan dos… vamos, que están llenos de fallos. ¡Y están publicados en las revistas más importantes! No me extraña que la gente piense “¿Y quién es este ‘mediquito’ para decir estas cosas?”. Otro problema es que se compara el efecto de la acupuntura con el de las medicaciones para evitar los vómitos, los antieméticos, que apenas sirven para nada. Por lo tanto, igualan, sí, pero en inefectividad.
Usted afirma entonces que la publicación de ensayos clínicos positivos en revistas de alto impacto no tiene por qué demostrar la eficacia de una técnica. ¿No está poniendo duda todo el sistema de evidencia científica?
Ya me han comentado algo parecido y yo siempre respondo lo mismo: los ensayos clínicos son solo una parte de la medicina. Es la medicina basada en la evidencia, son trabajos estadísticos y la estadística tiene el valor que tiene. Además, con respecto a la acupuntura hay características que tener en cuenta. Como explico en el libro, con la acupuntura es imposible diseñar un estudio doble ciego, porque la técnica bien aplicada produce parestesias [sensación de hormigueo o falta de sensibilidad en la piel] y la acupuntura falsa con la que se compara en este tipo de estudios, no. Por lo tanto, el paciente nota si se le está aplicando acupuntura.
Pero si, en contra de sus consejos, alguien le pidiera recomendación sobre a qué acupuntor acudir, ¿no le diría que fuera a uno también médico?
El hecho de que sea médico no significa nada, para mí incluso es peor. Me resulta increíble que un médico científico se dedique a esto, a no ser que sea por dinero. Cuento una anécdota curiosa en el libro. El auge actual de la acupuntura parte de la década de 1960, de la revolución cultural china porque Mao, que era listo, se dio cuenta de que la medicina occidental era muy cara y abogó por el rescate de la tradicional. En esa época, hubo una visita de Richard Nixon a la República Popular China, en la que se enseñó al presidente estadounidense y a los periodistas que le acompañaban cómo allí se anestesiaba solo con acupuntura. Después se supo que, además, se les habían administrado otros fármacos.
Si se trata de una técnica totalmente ineficaz ¿por qué cree usted que es peligrosa?
Además de los problemas con las agujas, que los ha habido, y de efectos secundarios innecesarios al pinchar un nervio o un órgano, la acupuntura también es peligrosa por omisión, puede incluso llegar a suponer la muerte de un enfermo. Hay pacientes que llegan tarde a la medicina científica porque han perdido el tiempo con la acupuntura. Pasó con Steve Jobs y a mí me ha sucedido con pacientes en mi propia consulta.
En comparación con la homeopatía, existe más evidencia científica sobre la acupuntura. ¿Cree que hay diferencias?
Son absolutamente iguales. Efectivamente, la homeopatía tiene una aceptación enorme entre la gente y no tanto entre los médicos, mientras que con la acupuntura pasa al revés. Sin embargo, en cuanto lees la supuesta evidencia científica ves que no hay nada. ¿Por qué la gente se lo cree? Porque en las universidades no se enseña espíritu crítico ni lógica, y estadística, muy poca.
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