De origen y formación bastante disímiles, estos cuatro grandes pensadores han dedicado gran parte de su vida a la lucha contra las supersticiones y el fanatismo religioso, poniendo sobre la mesa como nunca antes en la historia el debate sobre las creencias y la fe.
A continuación, cinco vídeos que seguramente te dejarán pensando:
Sam Harris es un filósofo, neurocientífico y escritor estadounidense.
Richard Dawkins es un biólogo evolucionista, etólogo y divulgador científico de origen británico.
Daniel Dennett es un filósofo y científico cognitivo estadounidense.
Christopher Hitchens fue un periodista y escritor de origen británico, luego radicado en los EE.UU. Falleció el 15 de diciembre de 2011.
La siguiente es una conversación entre Harris, Dawkins, Dennett y Hitchens, llevada a cabo en casa de este último en el año 2007.
Las manillas pueden ajustarse de un modo especial para electrocutar a los prisioneros en casos como no responder satisfactoriamente a un interrogatorio o comportarse de algún modo poco adecuado, según el criterio de sus captores. Además, en caso de desobediencia, unas agujas especiales instaladas en el aparato pueden inyectar cualquier sustancia química deseada, como “un líquido o un gas, un estimulante, un medicamento o un sedante”, en la sangre del arrestado.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/80988-patentadas-eeuu-esposas-torturan-descargas-electricas
o que piensa Mauricio-José Schwarz al respecto, sobre el pensamiento crítico:
Sin el método científico puedes creer que los cerdos vuelan y no tienes ningún motivo para dudarlo. Con el método, te tienes que limitar a soñar que los cerdos vuelan (que sería divertido) pero sabes que no hay pruebas de que lo hagan y que, hasta donde sabemos, es bastante poco plausible.
El pensamiento crítico (más que el método científico) es precisamente lo que usamos para poner un límite entre lo que sabemos con razonable certeza que es verdad y lo que sabemos con razonable certeza que es fantasía. Por su culpa, nos ponemos límites como no cruzar la calle con el semáforo en rojo y sin ver a ambos lados. O cuando tenemos prisa por salir de casa no nos tiramos por la ventana sino que aceptamos la limitación de bajar por las escaleras o el ascensor. Si queremos viajar a Oslo, limita a nuestro libre pensamiento para que compremos un pasaje en un medio de transporte comprobado impidiendo tiránicamente que empleemos ese dinero en adquirir una alfombra voladora por eBay.
Ese pensamiento nos limita muchísimo: nos coarta para impedir que comamos alimentos en descomposición que nos pueden hacer daño, nos detiene cuando pensamos que en vez de enseñarle a los niños a nadar habría que contratar a un gurú indostano de túnica y barba flotantes para que les enseñe a caminar sobre el agua.
Cuando abandonamos el pensamiento crítico, nos liberamos de los límites. Podemos reírnos de todo lo que se sabe sobre las formas de cáncer de páncreas y rechazar los tratamientos científicos para usar remedios naturales, y nos da la libertad de morir jóvenes como Steve Jobs. También rompe las cadenas que tenemos con ideas de alimentación y nutrientes para que nos intentemos alimentar de luz siguiendo a otro maestro indostano y nos dejemos morir de hambre creyendo que hacemos la fotosíntesis. Y rompemos las amarras con otros límites similares.