Ante la lectura de la carta de monseñor Demetrio Fernández González, desde la Asamblea de Mujeres de Córdoba YERBABUENA, manifestan:
Hace pocos días, el psicólogo canario Eparquio Delgado logró que la Asamblea Federal de Izquierda Unida aprobase una resolución por la que se compromete a apoyar los tratamientos médicos basados en la evidencia científica, rechazando aquellos otros que no hayan demostrado su eficacia, como la homeopatía o la acupuntura, y apoyando el control de la publicidad engañosa sobre procedimientos terapéuticos.
La noticia es importante, en primer lugar, porque curiosamente (o no) es la primera vez que un partido político español asume públicamente una postura así. Hasta ahora, expresa o tácitamente, los partidos han adoptado la posición contraria: tolerar o incluso favorecer este tipo de prácticas, a pesar de que en la mayoría de los casos se trata de timos que incluso pueden resultar peligrosos para la salud de quienes las emplean, a cambio de la esperanza de rebañar unos cuantos votos entre los partidarios de esas “terapias alternativas”. Pero la resolución pasa de lo llamativo a lo insólito si tenemos en cuenta quién la ha aprobado: nada menos que un partido de izquierdas.
El mundillo de lo paranormal también tiene sus divisiones ideológicas, hasta el punto de que a menudo es fácil adivinar la tendencia política de una persona simplemente conociendo sus creencias pseudocientíficas más arraigadas. Así, la izquierda se suele abonar incondicionalmente a la defensa de las medicinas alternativas y la vertiente más visceral (y menos racional) del ecologismo, así como al rechazo a las radiaciones electromagnéticas o las técnicas de manipulación genética, en una deriva neoludita que resulta incluso paradójica si tenemos en cuenta que, tradicionalmente, la izquierda se ha presentado siempre como defensora del progreso, no sólo social, sino también científico y técnico. En este sentido, la postura de la derecha es más coherente (aunque igual de irracional), dejando que la moral conservadora de raíz religiosa impregne sus políticas y rechazando cuestiones económicamente incómodas, como el problema del calentamiento global y el deterioro del entorno.
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En los últimos meses, la Revista Nature se ha hecho eco de nuevos casos de fraudes en investigaciones psicológicas. Uri Simonsohn, un psicólogo de la Universidad de Pennsylvania (EE.UU), ha creado un método capaz de detectar inconsistencias en los resultados de las investigaciones.
Por este medio, ha desenmascarado varios casos de manipulación de datos en artículos publicados por algunas revistas científicas, como el de Dirk Smeesters o Lawrence Sanna, ambos psicólogos sociales, que tras la revisión de Simonsohn renunciaron a sus puestos como profesores universitarios.
Todo esto hace plantearse una cuestión: ¿qué puede llevar a un investigador a modificar datos, a pesar de los enormes problemas legales, profesionales y éticos que esto le puede ocasionar?
Los motivos que conducen a falsear los datos e, incluso, los resultados, pueden ser diversos: algunos admiten verse “superados por la presión de publicar” e intentan divulgar gran cantidad de estudios en poco tiempo, otros buscan reconocimiento social y notoriedad, y otros lo hacen, únicamente, con el fin de obtener subvenciones para poder continuar con sus investigaciones.
Asimismo, tal y como se señalaba en un artículo publicado recientemente por Infocop, existe una tendencia por parte de algunas revistas científicas a publicar únicamente los estudios novedosos y con resultados positivos. Esto puede conducir a algunos investigadores a manipular los datos para validar sus hipótesis y poder confirmarlas, pasando así los rigurosos filtros de las revistas científicas, que evalúan la veracidad de las investigaciones. Como consecuencia, las variables de estos estudios son difíciles de manipular y, por tanto, se hace imposible el replicarlos, algo central para el avance de la investigación científica.
Pero, ¿cómo controlar la calidad de estas investigaciones? Como ya hemos comentado, la reproducción de los experimentos es clave para detectar un posible engaño. No obstante, hay ocasiones en las que es necesario realizar varias réplicas antes de poder detectar la falsedad de algunos resultados que hasta el momento estaban sobreestimados. En este sentido, sería importante que algunas revistas cambiaran su política editorial, ofreciendo la posibilidad de publicar réplicas exactas de estudios ya divulgados.
Algunos investigadores sugieren enfatizar la calidad de las publicaciones y no la cantidad, reduciendo el número establecido en los estándares de publicación para el personal universitario, y eliminando de este modo tanto la presión ejercida sobre los investigadores como la necesidad de competir.
Cada vez hay más profesionales como Simonsohn, que deciden no mirar hacia otro lado e intentan buscar soluciones a este problema emergente, con el fin, no sólo de detectar posibles irregularidades en los estudios psicológicos, sino también, de potenciar la confianza en la psicología y en sus hallazgos, para que se perciba como un ejemplo de corrección en cuanto a investigación científica.
Fuente: INFOCOP ONLINE