Querido Eduard Punset:
Sé que no va a leer esto. Ni me importa. Es más bien un pequeño desahogo, para dejarme la mente tranquila. Todo viene a raíz de este artículo suyo: “La felicidad no está necesariamente donde uno espera“ y otros artículos suyos similares donde nombra el principio de incertidumbre de Heisenberg para justificar los ¿argumentos? más absurdos.
La validez de la mecánica y la física cuánticas se basa, como cualquier teoría científica, en la precisión de sus predicciones. La física cuántica estudia fenómenos que suceden en sistemas microscópicos como los átomos. No podemos percibir estos efectos en objetos macroscópicos: la dualidad onda-partícula sirve para describir un electrón, pero una pelota de tenis la podemos tratar como una partícula.
La validez de esta teoría está en sus resultados, capaces de explicar (por ejemplo) los espectros de emisión y absorción característicos de cada elemento:
Deje de mezclar la mecánica cuántica con conceptos como “el futuro es incierto”, “la felicidad” o “no podemos prever lo que va a ocurrir en el futuro”. ¿Por qué? Por dos razones:
Por eso me va a permitir que funde una pequeña asociación: PFDPMMPIH. Plataforma de Físicos Damnificados por Punset y su Manía de Malinterpretar el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. No hay carnet de miembro, ni cuota. Pero seguro que retrata la sensación que tenemos muchos físicos al oírle hablar (si es así, podéis decirlo en los comentarios). Por favor, deje de utilizar la cuántica para justificar cualquier cosa. Los físicos (y estudiantes de física, como yo) se lo agradecerán enormemente.
Fuente: Mirando Musarañas
Sam Harris, el poder de los incentivos negativos:
Imaginemos que un hombre joven, blanco ha sido falsamente declarado culpables de un delito grave y condenado a cinco años en una prisión de máxima seguridad. No tiene antecedentes de violencia y está, comprensiblemente, aterrado ante la perspectiva de vivir entre asesinos y violadores. Al oír las puertas de la prisión cerrarse tras de él, toda una vida de diversos intereses y aspiraciones colapsa en un solo punto: debe evitar hacer enemigos para poder cumplir su condena en paz.
Por desgracia, las cárceles son lugares de incentivos perversos – en las que hay que seguir las propias normas para evitar convertirse en una víctima llevada ineludiblemente hacia la violencia. En la mayoría de las cárceles de Estados Unidos, por ejemplo, los blancos, los negros y los hispanos, existen en un estado de guerra perpetua. Este joven no es racista, y prefiere interactuar pacíficamente con todos los que conoce, pero si no se une a una pandilla es probable que sea objeto de violación y otros abusos contra los prisioneros de todas las razas. No elegir un bando es convertirse en la víctima más atractiva de todas. Siendo blanco, probablemente no tendrá otra opción racional sino la de unirse a una pandilla supremacista blanca para su protección.
Así que se une a una pandilla. Con el fin de seguir siendo un miembro de pleno derecho, sin embargo, tiene que estar dispuesto a defender a otros miembros de la pandilla, sin importar qué tan sociópata sea su comportamiento. También descubre que debe estar dispuesto a usar la violencia ante la más mínima provocación -devolver un insulto verbal con una puñalada, por ejemplo- o arriesgarse a adquirir una reputación como alguien que puede ser asaltado a voluntad. El no responder a la primera señal de falta de respeto con una fuerza abrumadora, es correr un riesgo de abusos intolerable. Por lo tanto, el joven comienza a comportarse precisamente de esas formas que hacen que cada prisión de máxima seguridad sea un infierno en la tierra. También añade más tiempo a su condena por la comisión de delitos graves tras las rejas.
Una prisión es quizás el lugar más fácil de ver el poder de los incentivos negativos. Sin embargo, en muchos otros lugares en nuestra sociedad, nos encontramos con hombres y mujeres por lo demás normales atrapados en la misma trampa y ocupados haciendo la vida mucho menos buena de lo que podría ser para todo el mundo. Los funcionarios electos ignoran los problemas a largo plazo, ya que deben complacer los intereses a corto plazo de los votantes. Las personas que trabajan para las aseguradoras se basan en tecnicismos para negarle la atención que necesitan a los pacientes desesperadamente enfermos. Los directores ejecutivos y banqueros de inversión corren riesgos extraordinarios -tanto para las empresas como para la economía en su conjunto- porque cosechan las recompensas del éxito sin sufrir las penalidades del fracaso. Los abogados siguen enjuiciando personas que saben que son inocentes (y defienden a los que saben que son culpables) porque sus carreras dependen de ganar casos. Nuestro gobierno libra una guerra contra las drogas que crea el problema de las ganancias del mercado negro y la violencia que se pretende resolver…
Necesitamos sistemas que sean más sabios que nosotros. Necesitamos instituciones y normas culturales que nos hagan mejores de lo que solemos ser. Me parece que el mayor reto al que nos enfrentamos ahora es el de construirlas.