Dejar de ser un miembro de la mafia japonesa Yakuza y reinsertarse en la vida civil no es fácil. Entre otras cosas porque su estricto código de honor les obliga a cortarse el dedo meñique, y partes de otros dedos, cuando comenten un error grave o un acto desleal. Así que resulta bastante sencillo identificarlos.
La cadena ABC ha entrevistado a Shintaro Hayashi, un fabricante de prótesis japonés que ha visto incrementada la demanda de dedos en los últimos años, muchos de ellos de ex miembros de la Yakuza. «Hayashi divide a su clientela en tres categorías», explican. «Aquellos que acuden a él obligados por sus novias preocupadas por la reputación, ex miembros que están deseando ascender pero les preocupa que se descubra su pasado, y viejos miembros de la Yakuza que no tienen intención de dejarlo, pero necesitan cubrirse para la boda de un hijo o el evento deportivo de un nieto».
Se cumplen diez años del trágico suceso del Yak-42. Los máximos responsables siguen impunes. Seguimos sumidos en una crisis económica y social, proveniente (entre otros) de la burbuja generada por la Ley de Liberalización del Suelo (Ley 6/1998). Los máximos responsables siguen impunes. Pero, lo peor de todo: no reconocen sus errores y venden sus temerarias decisiones como actos audaces.
La Policía ha capturado esta mañana a los integrantes de una red de trata de neuróticas de clase media alta que operaba en Barcelona. “Eran todos de nacionalidad argentina y habían alquilado un local en el barrio de Pedralbes. Se dedicaban a analizar a sus víctimas a cambio de dinero” ha explicado uno de los agentes. Al parecer, las sesiones de terapia estaban diseñadas para que el agredido volviera una y otra vez a la consulta hasta arruinarse.
“No se anunciaban a lo grande, claro. Procuraban que las vecinas se recomendaran las sesiones unas a otras. Así es como me engancharon a mí. Al principio me pedían que les hablara de mi infancia y de mis sueños recurrentes. Cuando al cabo de tres meses ya lo había contado todo, no me pedían nada. Sólo que me sentara en el diván e interpretara dibujos. Pero al final de todo ya ni eso. Yo les decía: ‘qué’. Y ellos contestaban: ‘qué de qué’. Sí es cierto que me sentía más relajada, pero ahora me he dado cuenta que era por las siestas que me echaba allí”. El testimonio de esta víctima anónima que cayó presa de la red hace dos meses ha servido para conocer la metodología de los psicoanalistas y detectar otros posibles casos. La Policía recomienda que, para evitar caer en engaños similares, se desconfíe por regla general de la gente con perilla que habla de sueños.
Aunque las autoridades no lo han confirmado, algunas fuentes cercanas a la investigación sospechan que el objetivo último de los psicoanalistas argentinos era reunir el dinero suficiente para construir un robot de Sigmund Freud cuya misión sería despertar el inconsciente colectivo y sembrar el caos en Occidente.
Fuente: EL MUNDO TODAY