Hace unos días se celebró la Eid ul-Aha, o la Fiesta del Sacrificio, para los musulmanes de todo el mundo. El otro Eid (Eid al-Fitr, o Fiesta del Fin de Ayuno) marca el final del Ramadán. Ambos conmemoran parte de la historia de Abraham, llamado Ibrahim en árabe, y engloban los abundantes rituales del Hajj (peregrinaje santo a La Meca).
La historia en el Corán tiene algunas variaciones respecto de la de la Biblia, sobre todo en cuanto a de qué hijo se trata, y de la cantidad de detalles que se dan; pero lo esencial no cambia. En el Viejo Testamento, el hijo que Abraham ofrece a Yahvé en sacrificio es Isaac (Ishaq en árabe), el hijo que resultará ser padre de los judíos, mientras que en el Corán es Ismail (Ismael en español) el que es ofrecido, de quien casualmente se dice que es el padre de los árabes.
La historia empieza con Ibrahim soñando que Alá le dice que ofrezca a su hijo en sacrificio. El sueño se repite hasta el punto en que Ibrahim piensa que es una orden de Alá. Le pregunta a su hijo si está dispuesto a ser sacrificado e Ismael acepta. En el camino hacia el lugar donde se supone que debe rebanar el pescuezo a su único hijo, Ibrahim es tentado tres veces por Shaitan (Satanás) para que desobedezca la orden dada en sueños por Alá. Cada vez Ibrahim lanza pequeñas piedras a Shaitan para hacerle huir. Cuando finalmente llega al sitio en que su sueño le había dicho de rebanar el pescuezo a su hijo, ata a su hijo y se pone una venda en los ojos, ambas cosas sugeridas por su hijo. Justo antes de que el cuchillo toque la garganta del hijo, un ángel baja y reemplaza a Ismael por un carnero. El ángel le dice a Ibrahim que ha pasado la prueba de fe de Alá.
Actualmente los musulmanes que hacen el peregrinaje a La Meca simbólicamente lapidan tres columnas en los puntos donde Ibrahim fue supuestamente tentado por el diablo para que desobedeciera a su dios y no cortara el cuello a su hijo. Todos los musulmanes que se lo pueden permitir, hagan el peregrinaje ese año o no, sacrifican un cordero o un carnero (u otro animal halal si no pueden disponer de un carnero o un cordero) para celebrar el sacrificio de Ibrahim. El cuento se les cuenta a los niños como una lección de obediencia hacia los padres y hacia Alá.
Todo esto me disgusta, siendo generosa. Me pregunto qué tipo de gente justifica este tipo de cuentos, se los enseña a sus hijos, los conmemora y los celebra, y los defiende frente a los que los ven con horro
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No recuerdo bien cómo fue que llegó a mí este documento de «psicólogos católicos» defendiendo la terapia reparativa (en cuyo sitio además me encontré otro documento que llama a «sanar la homosexualidad«). En su momento me sorprendió que en un Seminario realizado en la Universidad Católica se reivindicara la conversión, en donde la organizadora afirmara que “A los niños se les debe decir que la homosexualidad es un trastorno y se puede mejorar”. La «terapia» reparativa se refiere a la práctica de tratar de cambiar la orientación sexual y las atracciones de una persona por sujetos del mismo sexo para que se conviertan (o vuelvan a ser) heterosexuales. Increíble que haya quienes sostengan que esto tiene algún asidero empírico. Veamos de qué trata todo esto.
Hasta la fecha, no hay evidencia concluyente de que la terapia reparativa sea beneficiosa para los pacientes. Las tasas de éxito reivindicados por los terapeutas reparativos varían según el sexo y se reportan en un rango de 11% de completo cambio en las mujeres, a 37% de completo cambio en los hombres (Spitzer, 2003). Sin embargo, en algunos estudios de eficacia de la terapia reparativa, como el estudio de Spitzer, no está claro si los participantes eran homosexuales o bisexuales antes de comenzar la terapia.
Los terapeutas reparativos definen el éxito del tratamiento de varias maneras diferentes. El éxito de los resultados del tratamiento van desde el celibato al comportamiento bisexual y, a veces al comportamiento heterosexual. Yarhouse, un fuerte defensor de la terapia reparativa, escribe que los «ex-gays pueden ser entendidos como aquellos que experimentan atracción por el mismo sexo, pero optan por no integrar los impulsos del mismo sexo en una identidad LGB«.
Los riesgos potenciales de la terapia reparativa son grandes, incluyendo la depresión, la ansiedad y comportamientos auto-destructivos, ya que la alineación terapista con los prejuicios sociales contra la homosexualidad pueden reforzar el odio a sí mismo ya experimentado por el paciente. Por lo tanto, la American Psychiatric Association se opone a cualquier tratamiento psiquiátrico, tal como terapia reparadora o de conversión, que se basa en la suposición de que la homosexualidad per sé es un trastorno mental o que se base en la suposición a priori de que el paciente debería cambiar su orientación homosexual (Fuente: APA).
Es una violación patente de la ética médica, así como un delito en virtud de instrumentos internacionales aplicables para el personal de salud, especialmente los médicos, la participación activa o pasiva, en actos que constituyan participación o complicidad, incitación o tentativa de cometer tortura ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (Naciones Unidas, 1982).
Finalmente, Spitzer, autor del polémico estudio en que avalaba la validez de las terapias de reconversión, se ha retractado, señalando «Creo que se lo debo a la comunidad gay una disculpa por mi estudio haciendo afirmaciones no comprobadas de la eficacia de la terapia reparativa» (Archives of Sexual Behavior, 2012).
Lo único que resta por reparar son los prejuicios de quienes insisten en medicalizar la diferencia amparados en moralina excluyente y discursos sin respaldo empírico alguno.
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