Continuamente se nos publicita que a diferencia de la medicina científica, las «medicinas» naturales y la homeopatía son sanas, seguras y no tienen contraindicación alguna. Pero como en realidad estas medicinas holísticas no tienen efecto terapéutico demostrado (salvo el placebo), mientras la enfermedad sea leve o pasajera se puede mantener el engaño de estos vacuos «tratamientos». Pero desgraciadamente, cuando nos enfrentamos a enfermedades graves, esas que de verdad ponen en riesgo la vida de las personas, el uso de estas supuestas terapias no puede acabar más que en tragedia.
Y esto es lo que ha ocurrido en la ciudad canadiense de Calgary. Allí una madre engañada por las supuestas bondades de estas peligrosas estafas medicó a su hijo adolescente enfermo con una mezcla de homeopatía y remedios herbales negándole el uso de la artificial medicina científica. El resultado fue que su vástago fue empeorando severamente durante diez días hasta que la madre por fin aceptó que estos remedios no surtían efecto y llamó a emergencias. Desgraciadamente el chico falleció durante el traslado de tal manera que a su llegada al hospital únicamente pudo declararse el óbito.
Y lo más grave y absurdo del asunto es que el adolescente padecía una simple infección bacteriana que podía haber sido tratada adecuadamente con la ya vieja penicilina si la madre no lo hubiera «medicado» con agua del grifo e infusiones durante los diez largos días en los que la enfermedad se fue agravando paulatinamente. Porque lo que mayoría de estas personas no acaban de entender, es que las infecciones suelen ser muy peligrosas y en ausencia de antibióticos implican un severo riesgo para la vida.
Ahora la madre se enfrenta a cargos por negligencia criminal con resultado de muerte y denegación de auxilio que bien pudieran llevarla a la cárcel. Aunque por supuesto no debería ser juzgada en solitario, sino que debería compartir el banquillo con todos aquellos «profesionales» holísticos que muy probablemente la fueron adoctrinando mientras la estafaban durante años con sus pastillas de azúcar que parecen curarlo todo pero que en realidad nada curan.
Fuente: Diario de un ateo