Tal día como ayer, en 1958, fallecía Rosalind Franklin en Gran Bretaña. Tal vez muchos de ustedes no hayan oído hablar mucho de ella, pero hay una razón para ello. Esta es la historia:
Cuatro científicos ingleses en la década de 1950 tuvieron la posibilidad de mirar de cerca una imagen misteriosa llamada Fotografía 51, en la que se podía observar claramente la figura de una X. Y la equis marca el lugar donde está el tesoro. Tres de ellos obtuvieron el premio Nobel de medicina en 1962 por descubrir que esa X representaba la evidencia experimental de la forma del ADN (el libro que contiene la receta para construir cualquier ser vivo y que cada uno de nosotros tiene en sus células). La cuarta era una mujer: Rosalind Franklin, la cristalógrafa que había conseguido esa fotografía. James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins lograron la fama y la fortuna; Rosalind murió cuatro años antes. ¿Le hubieran dado el premio Nobel como reconocimiento a su trabajo de haber estado viva? Hmmmm… todo indica que no. Existe la sospecha de que a Rosalind no fue la muerte la que le robó el crédito sino sus “compañeros” mucho tiempo antes.
En los años cincuenta del siglo pasado los científicos conocían la importancia del ADN pero como era tan chiquito, no tenían ni idea de cómo era. Watson y Crick trataban de encontrarle la vuelta a la molécula mientras, al mismo tiempo, en el King´s College de Londres, Rosalind y Wilkins la bombardeaban con rayos X generando un patrón que reflejaba su forma. Rosalind sabía que el ADN existía en dos formas: A y B. Hasta 1952 sólo existían datos de la forma A, mucho menos hidratada y con la que no se había podido sacar ninguna conclusión. Rosy, como la llamaban, trabajó muy meticulosamente obteniendo fotografías de la forma B. Estas fotografías de rayos X son consideradas entre las más perfectas que se hayan tomado alguna vez y también fueron la clave para descubrir la estructura del ADN. Especialmente la fotografía 51.
Wilkins, que después se arrepintió con creces, le mostró “inocentemente” a Watson la fotografía 51 sin autorización de Rosalind en enero de 1953. Y de repente las fichas se acomodaron en la cabeza de Watson quien, en su libro, “La doble hélice” recuerda que, en el momento en que la vio, se quedó “con la boca abierta y el pulso acelerado”. En el libro “El camino hacia la doble hélice” la historia es parecida: “Watson ni siquiera conocía la existencia de esta forma de ADN hasta aquel último viernes de enero, aunque Franklin había notificado su existencia. Esta fotografía de 1952 ofrecía el ejemplo más sencillo y notable de un patrón de difracción helicoidal que se había visto nunca.” Los testimonios hablan por sí solos; es evidente que los rayos X de Rosalind fueron claves para encontrar la estructura del ADN. El resto ya lo conocemos. Es la historia de siempre. Callaron pero no otorgaron. Ni Watson ni Crick la nombraron en sus discursos de aceptación del Nobel. Sólo lo hizo Wilkins como parte de una larga lista, luego de mencionar a ¡13 científicos!
Ayer se cumplió un nuevo aniversario y hoy cumplimos con recordar a esta increíble científica que nos condujo hacia un mejor entendimiento de todos los seres vivos de nuestro planeta. Rosalind Franklin murió a la edad de 37 años, el 16 de abril de 1958.
Una mujer de 49 años que, en noviembre de 2013, decidió unilateralmente suspender su medicación con levotiroxina (125mg/día) para el hipotiroidismo, sustituyendola por homeopatía.
El más mínimo sentido común nos diría que algo inefectivo como es la invención de Hanneman no puede sustituir a la tiroxina. La curiosidad en este caso es, además, la incongruencia con los principios homeopáticos. El producto utilizado, Thyroidinum, es en realidad una dilución de glándula tiroides de Oveja o de Buey. Contradice, por tanto, los mismos (y absurdos) principios de la homeopatía, que en teoría aplicaría algo que produjera los mismos síntomas que el hipotiroidismo para combatirlo, y no una glándula similar de otro animal.
Las consecuencias no se hicieron de esperar, tan pronto los niveles hormonales de esta persona descendieron y en su inevitable visita a un médico de verdad presentó: astenia, importante ganancia de peso, debilidad general y parestesia en diversas zonas. Tras la correspondiente analítica, los indicadores de TSH y T4 libre confirman el problema. Afortunadamente, la paciente reanudó de inmediato su tratamiento (misma dosis anterior de levotiroxina), con lo que a día de hoy sus niveles hormonales son correctos. Dentro de los síntomas, la astenia ha remitido, aunque sigue presentando parestesia en ambas manos, lo que impide que su vida sea 100% como antes de su equivocada “decisión homeopática”.
Ampliar en: ¿Qué mal puede hacer?
La modernización ha hecho que las tradiciones que impuso el imaginario Católico hoy se vean como creencias dignas de mofa. No comer carne o no tener relaciones sexuales se ven como mitos que hoy la ciencia puede rebatir.
Pero todo tiene una explicación. Aquí mostramos algunos mitos cuyo origen puede ser más lógico de lo que piensan.
No pueden tener sexo en Semana Santa porque se quedan pegados: De hecho, así no sucediera en esta fecha en especial, la gente sí se puede quedar pegada en algunos casos. Esto sucede porque un problema físico o psíquico producido en la mujer, que puede ocasionar que durante el acto sexual ocurra una contracción involuntaria en ciertos músculos vaginales. Estos pueden aprisionar al pene y por supuesto, la pareja se queda pegada. Para esto se tiene que tomar un relajante muscular y liberar al compañero.
No pueden tener sexo en Semana Santa porque irán al infierno (sobre todo si es Viernes Santo):Recuerden que el año litúrgico viene desde la Edad Media, donde nació la concepción del pecado ante la relación con el propio cuerpo. Este estaba separado del alma, y era más importante la salvación de esta que el placer de la carne. Y eso tenía una connotación negativa.
No pueden comer carnes rojas: Oh, sí, la semana infernal para quienes odian el pescado. Ni siquiera el Concilio Vaticano II pudo cambiar la tradición de 1950, que indicaba que el viernes era un día de recogimiento por la muerte de Jesús. En los pueblos no había un alma. Bien, esto también es un signo de sacrificio: Abstenerse de comer algo que por tradición es apetecible. Los sectores más tradicionales y menos ortodoxos del catolicismo promueven ayunos, entre otras cosas.
Si se corta el pelo en esos días, lo tendrán perfecto: De hecho, eso tiene que ver más con el tiempo de la luna menguante. El mito tiene origen en los pueblos agrícolas, en los que se veía que lo que funcionaba para las plantas podría funcionar para el cabello. Pero no hay estudio científico que pueda comprobar esto.
No pueden irse de juerga: Hasta la fecha, nadie se le ha aparecido el diablo hasta en alguno de los clubs más conocidos. Pero sí, por mandato, solo se puede escuchar música sacra y no tener ninguno de los placeres mundanos. Jerarcas que representan a la Iglesia actual no ven nada de malo en irse de vacaciones y divertirse con la familia, aunque desaprueban el consumo de sustancias psicoactivas..
No pueden participar en juegos de azar o se arruinará: Judas Iscariote también le dio mala fama a todos aquellos que de ahí en adelante quisieran obtener dinero de lo que pudiesen apostar/vender/ofrecer. Incluso a los que quieren jugar poker sin dinero de por medio. Como la historia lo ha demostrado, quienes se arruinaron lo hicieron por malos manejos financieros. O por estafar a la gente todos los días.
No se pueden hacer trabajos domésticos: Viene de la Biblia. Cuando Marta, la hermana de María, le decía a Jesús que esta debería ayudarle un poco en sus oficios. Para Jesús fue más importante que ella dispusiera de tiempo para su palabra y luego sí, el trabajo. En la tradición católica esto “distrae del recogimiento”. Incluso, no se podía viajar. El historiador Álvaro Valencia, entrevistado en el periódico La Patria (Chile), dijo que algún viajero con mala suerte se inventó algún cuento de espantos para justificar su mal día. Y se transformó en un mito.
Fuente: Publímetro