Ante una pregunta de nuestro hijo, un problema o cualquier desafío cognitivo debemos hacernos previamente una pregunta a nosotros mismos antes de contestar: ¿quiero ayudar a que mi hijo resuelva su problema o quiero desarrollar en él los recursos necesarios ya sean cognitivos o /y emocionales para que lo resuelva por sí mismo? Depende de esta pregunta, mi respuesta o actuación será diferente.
Si solo quiero ayudarle a que resuelva su problema, me limitaré a explicarle el problema o la duda de la manera más pedagógicamente posible. Me adaptaré a su nivel madurativo y le ayudaré a que elija la mejor solución, aquella que tiene más posibilidades de tener éxito. ¿Qué conseguiré? Que solucione el problema pero él no habrá hecho el proceso mental necesario para definirlo. Tampoco habrá valorado las diferentes alternativas ni sus consecuencias. Ha sido ayudado sin mediación. No habrá desarrollado las habilidades cognitivas necesarias para utilizarlas en una situación similar o generalizarlas en un contexto distinto.
Si el objetivo es darle recursos cognitivos y desarrollar su pensamiento crítico, deberé mediar con él para que concluya por sí mismo cuál es el verdadero problema y las posibles alternativas. Para ello, le ayudaré con preguntas estratégicas, que le ayudarán a pensar de forma hipotética, divergente, deductiva, inductiva, analógica, progresiva, silogística, transitiva… ¿Qué conseguiré? Que aprenda a definir el verdadero problema (no el aparente, el fácil, el que echa la culpa a los demás) y, por lo tanto, que sepa cuales serían las mejores estrategias resolutivas para el mismo. Saber que es capaz de solucionar sus propios problemas evitará que justifique sus errores con terceras personas, asumiendo su responsabilidad en cada situación, ya sea de éxito o fracaso. Y conseguirás lo más importante: que el cambio cognitivo sea estructural y permanente.