Según la presentadora Mariló Montero de TVE, “¿Está bien donar órganos de alguien que ha matado a otras personas, aunque antes de convertirse en un asesino se dijera de él que era un buen hombre? ¿Alguien querría recibir el pulmón, el hígado, el corazón… de otro que ha quitado vidas? ¿Pasa algo por llevar el órgano, dentro de ti, de una persona que ha matado a otros?”, se preguntaba. Y concluía alegrándose de que la Organización Nacional de Trasplantes hubiera decidido no hacer uso de los del asesino de El Salobral: “No puedo negar que he sentido tranquilidad al saber que los órganos de este hombre no van a dar vida a nadie”.
A raíz de estos disparates de Montero, la Organización Nacional de Trasplantes ha puntualizado que, ante una donación, “sólo se valora la situación clínica del donante” y no se tiene en cuenta su posible conducta delictiva o conflictiva. El director de la entidad, Rafael Matesanz, ha explicado a Europa Press que “no tiene sentido” sostener que la personalidad de alguien pueda transmitirse a través de la donación, ya que el corazón, el riñón, los pulmones y el hígado son órganos sin memoria. Y ha añadido que el concepto religioso de alma “debería quedar al margen” de cualquier debate sobre el trasplante de órganos. Los recuerdos, la personalidad, el yo, residen en el cerebro y, de eso, no hay ninguna duda. La memoria celular, tan querida para Montero, es un invento para vender libros, y el caso de Valandrey es tan frágil que la actriz reconocía recientemente en XL Semanal que su experiencia no es concluyente: “Yo encontré la explicación a los recuerdos que no eran míos en la teoría de memoria celular, pero tampoco rechazo la idea de que, cuando uno vive una cirugía tan importante, sea normal que cambie, que se convierta en alguien diferente”.