Sólo en EEUU, los ancianos perdieron más de 2200 millones de euros en estafas en 2010. En España, el escándalo de las preferentes se ha cebado en especial con los mayores. Pero no se trata de ignorancia sino que, como ellos, su cerebro se ha hecho viejo y en ese camino se ha vuelto más confiado. Instigados por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, investigadores estadounidenses han descubierto que, a medida que se envejece, el cerebro ve honestidad donde sólo hay un sinvergüenza. El área de la ínsula anterior, asociada a la percepción subjetiva de los pros y los contras de una situación, sufre una menor activación en las personas de edad avanzada.
Un equipo de psicólogos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) seleccionaron una serie de fotografías de individuos que, por sus expresiones faciales, catalogaron como honestas o de confianza, neutrales o gente de poco fiar. Después se las mostraron a dos grupos de personas, uno con menores de 55 años y una media de edad de 23 años y otro con más de un centenar de mayores de 55 años y una media de 68 años. Ambos grupos casi coincidieron en considerar que las imágenes clasificadas como de honestos transmitían confianza. Con los rostros neutrales apenas hubo diferencias de criterio. Sin embargo, los menos fiables fueron percibidos claramente como más confiables por los viejos.
Sin embargo, esta merma de la actividad neuronal que les hace más vulnerables a la estafa y el engaño puede que sea el precio a pagar por una mayor felicidad. De hecho, muchos de los estafados son habituales inversores en bolsa, rentabilizando su seguro o pensión. Así que no se trata de ignorancia.
Los investigadores concluyen que sus resultados son consistentes con las ideas básicas de la teoría de la selectividad socioemocional. Como han demostrado anteriores investigaciones, la regulación de las emociones varía con la edad. Los ancianos tienden a ser más positivos, viven las experiencias negativas con menos dureza y se recuperan antes de los golpes de la vida. Aquella teoría sostiene entonces que, a medida que se envejece, dejamos atrás las personas y experiencias negativas para conseguir así un mayor bienestar. A cambio, el sistema visceral de alerta que pone en guardia a los jóvenes ante expresiones de confianza/desconfianza casi desaparece en los mayores.
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