Las historias sobre presuntas conversiones de ateos en el lecho de muerte, o en presencia de acontecimientos traumáticos, son casi un subgénero literario de la apologética religiosa. Algunos de los casos más sonados afectan a Voltaire, Nietzsche, Darwin, Sartre o Carl Sagan. Pese a que siguen disfrutando de una amplia difusión, la mayoría de estas anécdotas edificantes son en realidad apócrifas y algunas han sido desmentidas por los propios familiares cercanos. Anne Druyan, para poner un ejemplo, rechazó en el epílogo de Billions and Billions: Thoughts on Life and Death at the Brink of the Millennium las “fantasías de los integristas” sobre la conversión postrera de su esposo Carl Sagan. Otros ejemplos más recientes, como el de Christopher Hitchens, dejan menos resquicios para dudas y maquinaciones.
Sólo muy recientemente han empezado a estudiarse experimentalmente los efectos que tiene el pensamiento de la muerte sobre las creencias de las personas. En 2006 Norenzayan y Hansen [PDF] estudiaron la forma en que la conciencia de la muerte afecta a la creencia en agentes sobrenaturales. Su trabajo avaló en apariencia la llamada “teoría de la gestión del terror” (Terror Management Theory): la conciencia de la muerte no sólo aumentaría la religiosidad en general, sino que también reforzaría las creencias culturales de las personas; esto es, los cristianos tenderían a reforzar su fe en Jesucristo y su negación de Alá o Buda, mientras que los musulmanes reforzarían su fe en Alá y su negación de Jesucristo o Buda. Muy significativamente, los recordatorios de la muerte también fomentarían también la religiosidad de los agnósticos, pero no así de los ateos.
Un trabajo de Jonathan Jong, publicado este año en Journal of experimental psychology ha discutido estos resultados, mostrando que pensar subliminalmente en la muerte puede hacer que los «no creyentes» consideren los conceptos religiosos algo menos imaginarios. Otro estudio reciente, de Kenneth Vail y sus colegas es, sin embargo, escéptico: los ateos resultan ser bastante irreligiosos se les obligue o no a pensar en la muerte. Para Vail, que es psicólogo experimental en la universidad de Missouri, «el consuelo de la religión no parece ser una necesidad universal».
Fuente: La revolución naturalista