Un artículo en la revista National Geographic titulado Maestros del Éxtasis trata sobre el renacimiento de los cultos chamánicos en la actual Rusia postsovietica, en donde se presenta toda una colección de diversos de estos presumibles mediadores de la naturaleza, que proliferando entre la ignorancia de las gentes del extremo oriente del gigante ruso, despliegan la muy archiconocida y absurda mezcolanza de supuestos trances, sanaciones milagrosas, contactos con los espíritus sagrados del viento o los árboles y demás palabrería vacua, solo apta para las mentes más atrasadas de entre los más ignorantes miembros de nuestra prolífica especie.
«Símbolo de eternidad, este «árbol madre», un pino del norte de Mongolia, atrae peregrinos de todas partes. El árbol cedió bajo el peso de las ofendas textiles; las azules representan la paz y el cielo infinito».
Así el venerado «árbol madre» ha terminado (a pesar de su naturaleza sagrada) por morir asfixiado por aquellos mismos que supuestamente le rinden culto y homenaje. No se podía sintetizar mejor la obscena paradoja de todas las religiones: tras un aparente noble interés inicial, al final la cruda realidad es que los creyentes siempre acaban por pervertir y destruir todo aquello que supuestamente adoran más devotamente.
Fuente: Diario de un ateo