En EEUU, una de las empresas más activas en este tipo de terapias ha sido la compañía radicada en Tejas Celltex Therapeutics, que utilizando células madre adultas obtenidas a partir de tejido adiposo intenta tratar enfermedades como la artritis, la esclerosis múltiple o la enfermedad de Parkinson. El problema es que la “US Food and Drug Administration” (FDA), agencia gubernamental norteamericana encargada de la regulación y control sanitarios en EEUU encontró diversas deficiencias en cuanto a la calidad, viabilidad y esterilidad del producto ofertado. ¿Y qué ha hecho la mencionada empresa? Pues en lugar de paralizar los hipotéticos tratamientos hasta subsanar los fallos detectados, ha decidido en una muestra más del irreversible proceso de globalización irracional que nos envuelve, trasladar sus terapias a un país como México, con una legislación mucho más laxa para no tener que interrumpir su floreciente línea de negocio. Además este tipo de empresas y clínicas están proliferando en diversos países como China, Costa Rica, Ucrania o Japón a la sombra de una evidente falta de regulación sanitaria. Es por todo ello que el título de artículo publicado en Nature hace referencia a la mítica independencia, arrojo y por qué no decirlo arrogancia del “no hay límites y cualquier control gubernamental es malo por definición” tan magistralmente retratada en el western cinematográfico tan del gusto de la mentalidad norteamericana que está calando en este nuevo sector biomédico.
Además también médicos ó pseudomédicos se aprovechan de forma individual de estas lagunas o de la ausencia directa de regulación en el tema para estafar impunemente a sus pacientes, como en el reciente caso que acabado en condena por fraude a un médico del estado norteamericano de Nevadaque durante años implantó de forma ilegal y sin ningún control sanitario tejido placentario en el abdomen de varias docenas de pacientes en EEUU y cuando fue denunciado ante la FDA continuó “tratando” a centenares de individuos en México, con el agravante de que todos los enfermos padecían formas muy avanzadas de esclerosis múltiple o parálisis cerebral y en ningún caso se demostró mejoría alguna de las enfermedades tratadas.
Si a todo esto le sumamos que algunas de estas compañías (como Celltex) argumentan que sus tratamientos no son medicamento al uso, y que por tanto estas terapias no necesitan de ensayos clínicos controlados e independientes para mostrar su eficacia (como pueden observar, el típico argumento falaz de charlatanes, timadores y demás sanadores alternativos ahora defendido por la empresa tejana), podremos entender la indefensión en la que quedan muchos pacientes desesperados que buscan una terapia contra su hasta ahora incurable enfermedad. Así pues, puede que si no se establece prontamente a nivel mundial una estricta legislación sanitaria equivalente a la que en la actualidad controla los medicamentos basados en la medicina científica, nos encontremos en unos pocos años ante el florecimiento de una nueva y además carísima pseudomedicina, puesto que en la actualidad los pacientes deben desembolsar decenas de miles de dólares por estos tratamientos todavía experimentales cuya efectividad, reproducibilidad y seguridad están aún desgraciadamente bastante lejos de estar demostradas.
Fuente: La ciencia y sus demonios