Vivimos en una cultura de la autoridad. Desde pequeños se nos educa para que aceptemos ideologías, dogmas y creencias. Los seres humanos llevamos miles de años siguiendo a líderes de todo tipo: espirituales, intelectuales y políticos. Todos ellos hablan de paz y de prosperidad, de una fraternidad universal que nos haga superar el dolor y la división que tanto sufrimiento causan. Pero sus promesas no se han cumplido. Y muchas de las utopías prometidas solo han creado Estados totalitarios que oprimen a sus ciudadanos en nombre de una ideología usada por unos pocos para dominar a la mayoría.
Si sigues a un líder no buscas la verdad, sino que te limitas a recorrer el camino trazado por otro. Eres un instrumento en manos de aquel que dice poseer algún tipo de conocimiento superior. La sabiduría está en manos de una élite a la que debemos obedecer. El que es seguido consigue satisfacer sus ansias de poder, de ser adorado. Y el que sigue logra que alguien le dé las respuestas que busca. No debe pensar por sí mismo.
Por supuesto debemos aprender de los que saben más que nosotros en algún campo concreto. El error está en abandonar nuestro espíritu crítico y dejar que en aspectos fundamentales de la vida sean los demás los que nos digan lo que debemos hacer. Solo la libertad mental completa traerá el fin de la violencia. Y únicamente seremos libres cuando asumamos de manera total la plena responsabilidad de nuestro destino.
Fuente: Blog de Roberto Augusto
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