La web de Maco048. Criminología

Una de las imágenes más sorprendentes de los últimos días es la reunión del Papa Francisco con su antecesor, Benedicto XVI. Si una renuncia papal era algo nunca visto en siglos, un encuentro cordial como este no sé si se había producido alguna vez en la historia de la Iglesia católica.

La renuncia de Joseph Ratzinger cambia totalmente el concepto vitalicio del papado. Juan Pablo II siguió hasta el final a pesar de no estar en condiciones físicas. Me parecía una imagen lamentable ver a una persona al borde de la muerte trabajando hasta el último día de su vida. Algunos elogiaban esta actitud como un acto de sacrificio cuando era algo inhumano. Ahora no me extrañaría que estas renuncias fueran más habituales, un hecho que me parece positivo. La muerte de alguien no debe ser un espectáculo público.

La elección del Papa ha vuelto a poner de actualidad los mecánicos anacrónicos de funcionamiento de una institución que no se adapta a los tiempos. No parece tener mucho sentido que poco más de cien cardenales decidan lo que es mejor para cientos de millones de católicos. La democracia es algo que brilla por su ausencia en la Iglesia. Provoca indignación, además, que afirmen que la elección papal es fruto del Espíritu Santo que ilumina mágicamente a los cardenales a través de algo procedimiento místico desconocido para la mayoría. En realidad lo que se produce es una lucha de poder entre facciones y grupos enfrentados.

Otro de los tópicos habituales de este tipo de actos es ver casi todos los medios llenos de elogios del nuevo Papa que llegan hasta lo absurdo. Se nos dice que «está muy bien preparado» o que tiene «gran experiencia». Algo que se podría afirmar de todos los cardenales, ya que el más joven de ellos supera los cincuenta años. Muchos solo ven virtudes a los poderosos y defectos a los débiles. Un informativo nacional hablaba de la «humildad» de Francisco por abrir él mismo con una llave sus aposentos sellados. No sé si hace falta ser humilde para meter una llave en una cerradura, algo que hacemos todos a diario. Aunque quizás eso sea un extraordinario acto de humildad para un Papa. La barra de medir no es igual para todos.