Madrid sufrió un ataque químico el sábado, y las autoridades pasan de ello. Es lo que piensan quienes hace unos días llamaron al 091 y al Ejército del Aire alertando de “un ataque aéreo” con chemtrails sobre la capital en coincidencia con el Día de la Hispanidad. “Tenemos pruebas por un tubo”, le dice una mujer por teléfono al policía que está al otro extremo de la línea. Y añade que hay en el cielo “una cuadrícula de mil aviones atacando a la ciudadanía”, emitiendo “sustancias nocivas para la salud”. El agente aguanta hasta que ya no puede más y le dice a su interlocutora, irónicamente, que se cubra bien si oye un estruendo en algún momento. Convencida de que “están fumigándonos como a cucarachas”, la mujer concluye que por algo le habrá recomendado el policía que se ponga a cubierto y, acto seguido, llama al Ejército del Aire, para alertar del ataque.
Chemtrails es como los conspiranoicos llaman a lo que consideran una variante de los contrails, las estelas de condensación que se forman tras los aviones que vuelan a unos 10000 metros cuando el vapor de agua que sale del motor se congela y los cristalitos de hielo dan lugar a un haz blanco. Gente como las protagonistas de estas dos llamadas cree que, a diferencia de los inocuos contrails, los chemtrails están formados por compuestos tóxicos con los que nos fumigan. Por supuesto, ellos, y nadie más que ellos, son capaces de diferenciar chemtrails decontrails. Hay un auténtica red internacional de majaras obsesionada con un plan mundial de fumigación de la población mediante chemtrails. ¿Pruebas? Las mismas que las de las máquinas de provocar terremotos, la comunicación con los muertos y las abducciones extraterrestres. Los obsesionados por los chemtrails nunca explican, por supuesto, a qué viene fumigar desde miles de metros, cuando para lograr efectos sobre la gente tendría que hacerse desde baja altura -como ocurre con el agua que se lanza para apagar incendios y la fumigación agrícola-, y qué sentido tiene hacerlo sobre mares y desiertos.
Fuente: Magonia