No recuerdo bien cómo fue que llegó a mí este documento de «psicólogos católicos» defendiendo la terapia reparativa (en cuyo sitio además me encontré otro documento que llama a «sanar la homosexualidad«). En su momento me sorprendió que en un Seminario realizado en la Universidad Católica se reivindicara la conversión, en donde la organizadora afirmara que “A los niños se les debe decir que la homosexualidad es un trastorno y se puede mejorar”. La «terapia» reparativa se refiere a la práctica de tratar de cambiar la orientación sexual y las atracciones de una persona por sujetos del mismo sexo para que se conviertan (o vuelvan a ser) heterosexuales. Increíble que haya quienes sostengan que esto tiene algún asidero empírico. Veamos de qué trata todo esto.
Hasta la fecha, no hay evidencia concluyente de que la terapia reparativa sea beneficiosa para los pacientes. Las tasas de éxito reivindicados por los terapeutas reparativos varían según el sexo y se reportan en un rango de 11% de completo cambio en las mujeres, a 37% de completo cambio en los hombres (Spitzer, 2003). Sin embargo, en algunos estudios de eficacia de la terapia reparativa, como el estudio de Spitzer, no está claro si los participantes eran homosexuales o bisexuales antes de comenzar la terapia.
Los terapeutas reparativos definen el éxito del tratamiento de varias maneras diferentes. El éxito de los resultados del tratamiento van desde el celibato al comportamiento bisexual y, a veces al comportamiento heterosexual. Yarhouse, un fuerte defensor de la terapia reparativa, escribe que los «ex-gays pueden ser entendidos como aquellos que experimentan atracción por el mismo sexo, pero optan por no integrar los impulsos del mismo sexo en una identidad LGB«.
Los riesgos potenciales de la terapia reparativa son grandes, incluyendo la depresión, la ansiedad y comportamientos auto-destructivos, ya que la alineación terapista con los prejuicios sociales contra la homosexualidad pueden reforzar el odio a sí mismo ya experimentado por el paciente. Por lo tanto, la American Psychiatric Association se opone a cualquier tratamiento psiquiátrico, tal como terapia reparadora o de conversión, que se basa en la suposición de que la homosexualidad per sé es un trastorno mental o que se base en la suposición a priori de que el paciente debería cambiar su orientación homosexual (Fuente: APA).
Es una violación patente de la ética médica, así como un delito en virtud de instrumentos internacionales aplicables para el personal de salud, especialmente los médicos, la participación activa o pasiva, en actos que constituyan participación o complicidad, incitación o tentativa de cometer tortura ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (Naciones Unidas, 1982).
Finalmente, Spitzer, autor del polémico estudio en que avalaba la validez de las terapias de reconversión, se ha retractado, señalando «Creo que se lo debo a la comunidad gay una disculpa por mi estudio haciendo afirmaciones no comprobadas de la eficacia de la terapia reparativa» (Archives of Sexual Behavior, 2012).
Lo único que resta por reparar son los prejuicios de quienes insisten en medicalizar la diferencia amparados en moralina excluyente y discursos sin respaldo empírico alguno.
Artículo completo en: HYPOTHESIS