Esta carta lleva algún tiempo circulado por internet, desde que la publicara el profesor PZ Myers. Conmovedora, breve pero contundente, fue enviada a la convención de American Atheists en Des Moines, Iowa, por el propio Hitchens, ya que estaba invitado pero no pudo asistir a causa de su enfermedad, a causa de la cual murió.
Queridos compañeros-no-creyentes,
Nada hubiera impedido unirme a vosotros, excepto la pérdida de la voz (por lo menos mi voz hablada) que a su vez se debe a una larga lucha que actualmente estoy teniendo con el espectro de la muerte. Nunca ha ganado nadie este pleito, aunque hay algunos argumentos sólidos que se deben establecer mientras continúa el debate. He encontrado, a medida que me familiarizo con el enemigo, que toda defensa de la salvación, la redención y la liberación sobrenaturales me parecen aún más huecas y artificiales para mí que lo eran antes. Espero ayudar a defender y transmitir las lecciones de esto para años venideros, pero por ahora he encontrado mi mayor confianza en dos cosas: la habilidad y el principio de la ciencia médica avanzada, y la camaradería de innumerables amigos y familia, todos ellos inmunes a los falsos consuelos de la religión. Son estas fuerzas, entre otras, las que acelerarán el día en que la humanidad se emancipe de los grilletes del servilismo y la superstición forjados en la mente. Es nuestra solidaridad innata, y no un despotismo del cielo, la que es la fuente de nuestra moral y de nuestro sentido de la decencia.
Ese esencial sentido de la decencia se ve ultrajado cada día. Nuestro enemigo teocrático está a la vista. Proteico en la forma, se extiende desde la amenaza abierta de los mulás con armas nucleares a las maliciosas campañas para enseñar embrutecedora pseudo-ciencia en las escuelas estadounidenses. Pero en los últimos años, han habido signos alentadores de una resistencia genuina y espontánea a este siniestro sinsentido: una resistencia que repudia el derecho de los agresores y tiranos para afirmar absurdamente de que tienen a Dios de su lado. El haber tenido un pequeño papel en esta resistencia ha sido el mayor honor de mi vida: el patrón y original de toda dictadura es la rendición de la razón al absolutismo y el abandono de la investigación crítica y objetiva. El nombre habitual para este engaño letal es el de religión, y debemos aprender nuevas maneras de combatirla en la esfera pública, tal como hemos aprendido a liberarnos de ella en privado.
Nuestras armas son la mente irónica contra la literal: la mente abierta contra los crédulos; la búsqueda valiente de la verdad contra las temerosas y abyectas fuerzas que establecerían límites a la investigación (y que tontamente afirman que ya tenemos toda la verdad que necesitamos). Tal vez por encima de todo, nosotros ratificamos la vida frente a los cultos a la muerte y al sacrificio humano y tenemos miedo, no a la inevitable muerte, sino más bien a una vida humana que sea estrujada y distorsionada por la patética necesidad de ofrecer adulación sin sentido, o a la lúgubre creencia de que las leyes de la naturaleza responden a lamentos y conjuros.
Como los herederos de una revolución laica, los ateos americanos tienen una responsabilidad especial de defender y respetar la Constitución que patrulla la frontera entre la Iglesia y el Estado. Esto, también, es un honor y un privilegio. Créanme cuando digo que estoy presente con vosotros, aunque no corporalmente (y sólo metafóricamente en espíritu …) Acordad construir la «pared de separación del Sr. Jefferson». Y no mantengáis la fe.
Sinceramente
Christopher Hitchens
Fuente: ¡magufos!