Que la homeopatía es una terapia centenaria ya era de dominio público después de que el alemán Samuel Hahnemann (1755-1843) la teorizase y plasmase en libros como “Allöopathie. Ein Wort der Warnung an Kranke jeder Art.” (‘Cómo decir “hola” y que te contesten’) o “Heilung der asiatischen Cholera und Schützung vor derselben.” (‘Helicópteros asiáticos: con cola son más silenciosos’)
Pero hace unos años un arqueólogo de la Magie Universität Leipzig (ya sabeis, en Hexerei Straße de toda la vida), el conocido Dr. Armin Zola, descubrió en una colección de papiros egipcios la primera pista de que posiblemente esta antigua civilización ya utilizase la ultradilución de venenos para curar enfermedades de la época (entre las que no tenían, claro, ninguna causada por ondas electromagnéticas).
Tras seguir la pista por casi todo medio oriente de esta práctica, el Dr. Zola consiguió localizar en la zona de Oscillococzonia un enclave clave que sería a la postre el emplazamiento del mayor descubrimiento histórico relacionado con la homeopatía de todos los tiempos.
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