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¿Se puede demostrar la inexistencia de dios?

Noticias criminología. ¿Se puede demostrar la inexistencia de dios? . Marisol Collazos Soto. Criminologia, ciencia, escepticismo

En cualquier debate sobre religión, tarde o temprano los creyentes sacan a relucir su argumento final, esa última trinchera, esa alcazaba fortificada en donde se encierran después de haber abandonado todo el campo de batalla, esperando poder contener el avance imparable de las huestes de la razón: la petición de «la prueba de la inexistencia» de su (por supuesto) único dios, que los otros parece que no pueden refugiarse en tan reducido espacio.

Y la cuestión fundamental en todo este asunto es que los creyentes manipulan la cuestión al afirmar categóricamente que la ciencia no puede ni podrá nunca demostrar la inexistencia de dios, porque esa en principio correcta afirmación no es punto central del debate. Porque sin embargo lo que la ciencia sí que puede (y de hecho ya lo ha hecho, valga la redundancia) es mostrar la total y rotunda equivocación de los creyentes.

En primer lugar, desde ya hace casi cinco siglos ha quedado en evidencia que la cosmología de todas y cada una de las diferentes religiones inventadas por profetas y otros mediadores de lo divino, y que recordemos son la palabra verdadera de cada uno de las respectivas deidades supuestamente todopoderosas y omniscientes, es científicamente imposible: tortugas que soportan el peso de nuestro planeta, Sol, planetas y estrellas que giran alrededor de la Tierra, y ese largo cúmulo de errores plasmado en todas las cosmovisiones de los diferentes pueblos y culturas del planeta.

Y en segundo lugar, es que a lo largo de casi los dos últimos siglos todas las pruebas obtenidas de los más variados campos del conocimiento: antropología, historia, neurociencia, psicología, etc., adquiridas por miles de estudiosos de todo el mundo indican que el fenómeno religioso es un producto muy complejo, pero producto al fin y al cabo de la actividad neuronal de nuestro cerebro y de las presiones evolutivas, para decirlo más rotúndamente si cabe: que todos los dioses residen única y exclusivamente en el particular cerebro de las personas religiosas.

En resumen, que mientras los creyentes piensan que están seguros tras los gruesos muros de su última fortaleza, la ciencia ha socavado el terreno y ha atacado por vía aérea hasta reducir a cenizas todo el castillo. Pero por supuesto ellos, incapaces de comprender el nuevo conocimiento acumulado, siguen pensando que sus lanzas y armaduras les van a servir de algo, mientras no se dan cuenta que no son ya más que cadáveres que llevan varios siglos pudriéndose al sol.

Fuente: Diario de un ateo

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