El Gobierno de Reino Unido está estudiando la posibilidad de prohibir a los médicos del Sistema Nacional de Salud (NHS) que prescriban homeopatía, dado que no existen pruebas de que su eficacia supere la del placebo. La medida tiene su origen en una campaña de la sociedad Pensamiento Bueno para incluir la homeopatía en la lista negra de tratamientos que no pueden recetar los médicos porque hay alternativas más baratas o carecen de efectividad. La asociación escéptica, fundada por el periodista Simon Singh, ha amenazado con llevar el asunto a los tribunales, ante lo cual el Ministerio de Salud ha decidido revisar el estatus de la homeopatía.
Los dos principios de la homeopatía son que lo similar cura lo similar y que, cuanto más pequeña es la dosis de una sustancia, mayores son sus efectos. Así, un remedio en dilución 200C es mucho más potente, homeopáticamente hablando, que uno en 10C. Esas falsedades se traducen en unos preparados tan diluidos que no queda en ellos ni una molécula de principio activo, como demostramos en Escépticos al analizar un supuesto somnífero homeopático con la tecnología más avanzada, y una muy rentable industria de venta de agua y pastillas de azúcar a precio de oro. La preparación de un producto homeopático empieza con un principio activo que se disuelve en 99 partes de agua, alcohol o lactosa (1 CH o centesimal hahnemaniano, llamado así por el inventor de la homeopatía, aunque también simplemente 1C). Luego, se toma una parte de esa primera dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente elegido (2 C); seguidamente, se toma una parte de esa segunda dilución y se mezcla con otras 99 del disolvente (3 C); y así, sucesivamente. Cada una de esas mezclas va seguida de una sacudida mágica y hay productos de venta en farmacias con diluciones de cientos de C. Para que se hagan a la idea, una dilución 13C equivale a una gota disuelta en tres cuartas partes de los océanos terrestres y una 26C a una gota en una esfera de disolvente del diámetro de la Vía Láctea.
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