Es de sobra conocido que desde la noche de los tiempos todos los chamanes han utilizado diversos psicotrópicos extraídos de las más diversas plantas para acercarse a (o más bien inventar) la divinidad. Lo que quizás ya no sea tan conocido es que muy probablemente el más que famoso Jesucristo haya sido uno de estos adictos a la drogadicción espiritual.
La palabra Cristo significa «el ungido» y el «crisma» es un tipo de aceite aromatizado que en Israel se fabricaba exclusivamente para uso sacramental de los sacerdotes judíos con una mezcla de aceite de oliva y diversas plantas aromáticas como mirra, canela, casia y «caña aromática».
Ahora bien caña aromática es la traducción de la palabra hebrea «Kaneh bosem» que tal y como demostró la antropóloga polaca Sula Benet es nada más y nada menos que el famoso cannabis, planta más que conocida desde la más remota antigüedad y que contiene tetrahidrocannabinol, un potente psicoactivo capaz de modificar el estado anímico y de alterar las percepciones, de tal manera que no es descabellado pensar que gran parte de las visiones narradas por la Biblia de todos los profetas, sacerdotes y demás iluminados judíos, incluido por supuesto el más que adorado Jesucristo fueran, como en el caso de los viajes en escoba de las brujas de la Edad Media con su ayuda micológica, el simple resultado de un divino colocón de cannabis.
Porque analizando fríamente la cuestión de la religión es más que patético que la Humanidad haya perdido el tiempo (y muchas veces la vida de millones de personas) interpretando lo que más que probablemente es el explosivo resultado de problemas mentales de individuos claramente desequilibrados aderezados con las más diversas drogas de origen natural.
Fuente: Diario de un ateo