Cuando uno compra un coche de segunda mano desea creer de todo corazón lo que le dice el vendedor: «¡Tanto coche por tan poco dinero!» Y, en cualquier caso, cuesta trabajo ser escéptico; se ha de saber algo sobre coches y es desagradable que el vendedor se enoje con uno.
A pesar de todo, sin embargo, uno reconoce que el vendedor podría tener un motivo para ocultar la verdad y ha oído hablar de engaños a otros en situaciones similares. Por tanto, da una patada a los neumáticos, mira bajo la capota, da una vuelta con él, hace preguntas perspicaces. Incluso podría ir acompañado de un amigo con conocimientos de mecánica. Uno sabe que se necesita cierto escepticismo. Y es comprensible. Suele haber al menos un pequeño grado de confrontación hostil en la compra de un carro usado y nadie dice que sea una experiencia especialmente alegre.
Pero, si no se ejercita cierto escepticismo mínimo, si uno tiene una credulidad absolutamente ilimitada, más adelante tendrá que pagar el precio. Entonces se lamentará de no haber hecho antes una pequeña inversión de escepticismo.
«Aplique el escepticismo a su vida, se ahorrará muchas experiencias desagradables.»
Fuente: Iba Pasando
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