El año pasado fracasó, sin demasiado ruido mediático, uno de los mayores intentos de robo bancario de la Historia. Unos falsos operarios de limpieza, ayudados por un guarda de seguridad, procedieron a instalar keyloggers (pequeños dispositivos poco visibles situados entre el cable del teclado y su conector, que se encargan de registrar todo lo que se teclea) en los ordenadores de empleados de la sede londinense del banco japonés Sumitomo Mitsui.
Los pequeños dispositivos captaron las contraseñas utilizadas por los empleados para acceder a la red de transferencias electrónicas SWIFT, que fueron después utilizadas para intentar transferir 500 millones de dólares a las cuentas de los ladrones… El ataque fue interceptado a tiempo por la policía. Su falta de éxito, y el escaso interés de la víctima por darlo publicidad, fueron quizás determinantes para que no se supiera mucho más del asunto. Sin embargo, el incidente ejemplifica perfectamente cómo las medidas tecnológicas más sofisticadas pueden resultar ineficaces frente a un ataque de lo más sencillo. Pero aún más curioso es el método que utiliza desde entonces el banco para dificultar ataques similares. Consiste en algo tan simple como pegar con Super Glue los conectores de teclado a sus clavijas en los ordenadores.
Fuente: Kriptópolis
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