¿Por qué los psicólogos niegan la ciencia?
¿Experiencia o evidencia? ¿Es posible una psicología científica?
Newsweek
Está bueno que los divanes sean demasiado pesados para lanzarlos, ya que la lucha que se está gestando entre los psicoterapeutas se puso fea. Durante años, los psicólogos que realizan investigaciones (sobre todo en EE. UU.) se lamentaron de lo que consideran una tendencia anticientífica entre sus colegas que tratan a pacientes. Pero ahora se pusieron los guantes. Tras dos años de labor, en un análisis que publicaron este mes en la revista Perspectives on Psychological Science, psicólogos de la Universidad de Wisconsin, encabezados por Timothy B. Baker, acusan que muchos psicólogos clínicos se olvidan de “usar las intervenciones de las cuales hay fuerte evidencia de su eficacia” y “dan más peso a sus experiencias personales que a la ciencia”. Como resultado, los pacientes no tienen la seguridad de que su “tratamiento estará basado en la ciencia”. Walter Michel, de la Universidad de Columbia y quien escribió un editorial anexo, es aun más mordaz. “La desconexión entre lo que hacen los psicólogos clínicos y lo que descubrió la ciencia es una vergüenza inconcebible”, me dijo, y hay un “abismo cada vez mayor entre la práctica clínica y la ciencia”.
Este “abismo” refleja el progreso sustancial que la investigación psicológica hizo respecto a identificar los tratamientos más efectivos. Gracias a pruebas clínicas tan rigurosas como las de, digamos, la cardiología, ahora sabemos que la terapia cognitiva-conductual, o TCC (que se basa en enseñar a los pacientes a razonar sobre sus pensamientos en modos nuevos y más sanos para que actúen de acuerdo con estas nuevas maneras de pensamiento), es efectiva contra la depresión, el trastorno de pánico, la bulimia nerviosa, el trastorno obsesivo-compulsivo, y el trastorno por estrés postraumático, y existen múltiples pruebas que demuestran que estos tratamientos dan beneficios más duraderos con menores índices de recaída que los medicamentos, los cuales sólo pueden ser prescritos por médicos psiquiatras. Los estudios también mostraron que la TCC ayuda a que los alcohólicos se mantengan sobrios, y que la terapia familiar puede ayudar a los esquizofrénicos en sus funciones. La neurociencia identificó también los mecanismos cerebrales que operan en estas intervenciones, dándoles una credibilidad adicional.
Uno no sabría esto si buscara la ayuda de un psicólogo típico. En vez de ello, millones de pacientes reciben una caótica terapia de psicoanálisis, meditación, comunicación facilitada, terapia asistida con delfines, insensibilización del movimiento ocular, y… bueno, “una vez alguien llegó a contar 1.000 formas de psicoterapia en uso”, dice Baker. Aunque muchos tratamientos son efectivos, “son usados con poca frecuencia”, señalan él y sus coautores. “Relativamente pocos psicólogos los aprenden o practican”.
¿Por qué diablos no lo hacen? Hace unos meses, escribí una columna en la que preguntaba, claro, en broma, por qué los médicos “odian la ciencia”, o sea, por qué muchos se resisten a la medicina basada en evidencias. El problema parece ser aun peor en la psicología. Para empezar, dice Baker, los psicólogos clínicos son “profundamente ambivalentes respecto del papel de la ciencia” y “carecen de un entrenamiento científico sólido”, un resultado de programas con poca ciencia, especialmente en los grados en psicología. También, un tercio de los pacientes mejora sin importar qué terapia (si acaso) se le da, “y los psicólogos recuerdan estos éxitos, atribuyéndolos, erróneamente, al tratamiento. Es muy amenazador pensar que nuestra profesión es una broma”.
Al enfrentarlos con evidencia de que los tratamientos que ofrecen no tienen apoyo científico, los psicoterapeutas argumentan que ellos saben más que cualquier estudio lo que funciona. En encuestas, admiten que valoran su experiencia personal sobre la evidencia por investigación, y en 2006 una task force de la Asociación Psicológica de EE. UU. —APA, un grupo de 150.000 miembros dominado por los psicólogos clínicos— le dio el mismo peso a las experiencias personales de la clínica que a la evidencia científica, una postura que defendieron bajo el argumento de que así evitan una “medicina de libro de cocina”. Una encuesta de 2008 hecha a 591 psicólogos con práctica privada descubrió que confían más en su experiencia propia y la de sus colegas que en la ciencia al decidir cómo tratar a un paciente (esto es menos cierto con los psiquiatras, ya que estos médicos reciben un exhaustivo entrenamiento científico). Michel advierte que si se sigue este camino mientras que las aseguradoras demandan una medicina basada en evidencias, la psicología se “desacreditará y marginará ella misma”.
Si la vergüenza pública no ayuda, el equipo de Baker sugiere un nuevo sistema de acreditación para “estigmatizar los programas de entrenamiento y practicantes acientíficos” (la APA dice que el sistema actual exige entrenamiento científico y competencia). Hace dos años, la Asociación por la Ciencia Psicológica lanzó ese sistema para competir con el de la APA. Eso podría generar una nueva generación de terapeutas que apliquen la ciencia, pero no hará algo por quienes ya la practican.
Autora: Sharon Begley
Fuente: herenciageneticayenfermedad
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