La demora puede ser casi tan inhumana como la ejecución. En el corredor de la muerte hay presos que pueden esperar 25 años a que se cumpla su sentencia e, incluso, morir antes de viejos.
Asus 94 años, el estadounidense Viva Leroy Nash tenía el título de preso más anciano en el corredor de la muerte, donde llevaba unos 25 años. Hace unos días, Nash también fue noticia porque falleció por causas naturales esperando su ejecución en la prisión Florence, del estado de Arizona. Allí seguía a pesar de haber sufrido hasta cinco ataques cardiacos durante su estancia en prisión, y de ser sordo, casi ciego, sufrir un desorden mental y demencia, según su abogado, Thomas Phalen.
El debate sobre la pena de muerte está constantemente abierto, pero este caso pone de relieve que además de la ejecución en sí misma, esta sentencia conlleva la estancia durante un tiempo indeterminado en el corredor de la muerte, en celdas de dos por tres metros en las que cada día puede convertirse en el último. «Es un sistema cruel, inhumano y degradante. Como si con la pena de muerte no fuera suficiente», dice Andrés Krakenberger, ex presidente de Amnistía Internacional en España y portavoz de la Asociación contra la pena de muerte Pablo Ibar, quien actualmente es el único español que se encuentra en el corre
dor, en la penitenciaría de Starke, en el estado de Florida, Estados Unidos.
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