Imagínense que yo me dedicara a incitar a mis compatriotas a no obedecer las leyes emanadas del parlamento democrático. Si lo hiciera mandando una carta pública a todos los ciudadanos, es posible que el fiscal pudiera procesarme por algún tipo de delito. Imaginemos que, para esa exhortación, yo me basara en las presuntas declaraciones de un dios. Un dios que sólo puede hablar por mi boca.
Evidentemente, si no me procesaran, deberían encerrarme en un psiquiátrico. Pero no está previsto que hagan eso con el arzobispo de la secta católica de Tarragona. El sujeto, un tal Jaume Pujol Balcells, en una hoja parroquial, anima a la desobediencia civil (*) porque “hay que obedecer antes a Dios que a los hombres”. Y, naturalmente, las decisiones de dios únicamente están bien interpretadas si lo hace ese tipo.
De verdad, a los creyentes católicos que todavía mantengan un mínimo de capacidad para pensar por sí mismos, ¿no se consideran insultados con esta misiva? ¿Es de personas “pensantes” tener que tragarse la interpretación de los deseos de dios exclusivamente por esta gentuza que nunca ha sido beligerante contra la pederastia de su secta mientras nos bombardean con llamadas a la subversión constitucional?
¿A qué esperáis, amigos creyentes, para deshaceros de las cargas psicológicas que supone tener que creer en un dios que sólo puede ser interpretado por sujetos de esa calaña? No me vale el manido argumento de que, aunque sus componentes sean imperfectos, la Iglesia es perfecta. Esa perversión irracional sólo vale para convencer a los disminuidos psíquicos. Pero, a los católicos de buena voluntad, ¿a qué esperáis para emigrar hacia la Libertad de conciencia?
(*) En otros tiempos llamaban también a la desobediencia militar. Dan asco.
Fuente: Misterios al descubierto
_______________________
Enlaces relacionados:
– Religiones. Una visón crítica